Galerías callejeras: Raíces Históricas del Graffiti

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Por: Rolando Morales Flores

El arte se hace presente en nuestra cotidianeidad en formas que escapan a nuestra imaginación. No es necesario asistir a una galería o a algún museo para admirar obras, a veces simplemente tenemos que mirar a nuestro alrededor en las paredes de los edificios.

El término graffiti procede del italiano graffiare que significa garabatear. Su significado cambia dependiendo a quien le preguntes, pero podemos encontrar una tríada de definiciones principales.

Para la Real Academia Española se define como un “escrito o dibujo hecho a mano por los antiguos en los monumentos”, aunque también encontramos que es un: “Letrero o dibujo circunstanciales, generalmente agresivos y de protesta, trazados sobre una pared”. Y de acuerdo con el diccionario de la lengua española de Espasa-Calpe S.A. (2005), Madrid: “Pintada, inscripción o dibujo de carácter popular realizado en paredes de edificios”.

“El graffiti es una de las formas culturales más importantes, innovadoras y transgresoras de los últimos tiempos, heredera de movimientos artísticos subversivos como el futurismo, el dadaísmo, el situacionismo o el punk”.

(Márquez, I.,2017)

Sus orígenes los podemos rastrear en los albores de la humanidad, en la época en que los homo sapiens hacían sus trazos en las cavernas. Esto con el fin de registrar su entorno y formas de vivir. Desde entonces no hemos parado de imprimir nuestras huellas en las paredes, ese sentido primitivo en un inicio se mantiene hasta nuestros días en el graffiti, compuesto por la unión de la escritura y la pintura.

También podemos tomar como antecedente los jeroglíficos egipcios tallados en las pirámides y en las tumbas, asociados con aspectos de su cultura y religión.

“Dichas pinturas rupestres, prehistóricas, o grafismos egipcios, evidencian la necesidad del hombre de transmitir los sucesos del momento y es aquí donde radica la analogía con el graffiti urbano”.

(Tarquini, J.,2009)

Los romanos se merecen una mención especial en este recuento histórico, puesto que existen testimonios gráficos que se han conservado hasta la actualidad.

Desde Pompeya hasta el Domus Aurea del emperador Nerón, en la mansión de Adriano en el Tívoli e incluso perduran los restos del paso de los soldados imperiales por las pirámides de Egipto. En su presentación se destacan inmemorables contenidos, las descripciones eróticas de los soldados y gladiadores, argumentaciones críticas a los candidatos a las elecciones, ofrendas a determinadas deidades o propaganda política.

Un ejemplo de estos graffitis es rescatado y traducido por Pedro Pablo Funari, en el que se lee: “Floronio, semental y soldado de la séptima legión, estuvo aquí, en este bar, y las mujeres no lo percibieron… pero ellas eran solo seis, por lo cual, pocas para este macho”.

Si nos movemos un poco en el tiempo y damos un salto de continente, nos encontramos con las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien narra las acciones de los hombres que estaban al mando de Hernán Cortes tras la conquista de Tenochtitlan en 1521.

Dichos hombres se encontraban descontentos con la paga recibida, por lo tanto, los soldados de forma anónima arremetieron contra las paredes de la residencia de Cortes, así lo narra Díaz del Castillo en su obra Historia verdadera de la conquista de la Nueva España:

Como Cortés vivía en Coyoacán en un palacio que tenía paredes blancas, donde buenamente se podía escribir con carbones y otras tintas, cada mañana aparecían escritos muchos motes maliciosos, algunos en prosa, otros en verso. Algunos decían que no nos nombráramos conquistadores de la Nueva España sino conquistados por Hernán Cortés; otros decían que no le bastaba tomar buena parte de oro como general, sino que lo tomaba como rey; otros escribían: ¡Oh, qué triste está el ánima mea, hasta que el oro no vea! y aun decían palabras que no son para poner en esta relación.

Cuando Cortés salía de su aposento por las mañanas, leía los versos y las prosas, y como él también era algo de poeta y se preciaba de dar respuestas apropiadas, un día escribió: Pared blanca, papel de necios; y al día siguiente apareció escrito: Su Majestad lo sabrá muy presto. Y Cortés se enojó y dijo públicamente que ya no escribieran maldades y que castigaría a los ruines desvergonzados.

Esto trae un elemento muy importante en la evolución del graffiti, y es su calidad de denuncia. La consigna o la demostración de la inconformidad se le ha asociado históricamente como fenómeno cultural, mientras germina en el seno de movimientos sociales.

El movimiento estudiantil en Francia del año 1968 es un claro ejemplo de lo anterior. Las manifestaciones de los estudiantes estuvieron acompañadas del graffiti como medio propagandístico en su lucha. Diversos muros de la ciudad de París se llenaron de mensajes e ideas, que mediante su fuerza poética y expresiva, describieron las aristas del movimiento.

Durante la década de 1970 en Estados Unidos, principalmente en Nueva York, se gestaban los inicios de un nuevo comportamiento urbano que rastreaba sus orígenes a los tiempos en que los gánsteres quienes en los años cincuenta identificaban su territorio mediante el graffiti en las calles de su dominio.

Los movimientos raperos y de hip hop influyeron en los jóvenes de tal manera que comenzaron a desarrollar códigos de comportamiento, es por ello que el graffiti surgió como una herramienta para expresar la marcas identitarias, otorgando protagonismo a la imagen en lugar del texto, tal y como expone Lelia Gándara en su libro Graffiti del 2002.

Una de las principales preocupaciones para los grafiteros de Nueva York fue el darse a conocer, un fenómeno que llamaremos getting up, es decir, que el autor demostrara su autoría dentro del graffiti.

Con el surgimiento de la pintura en aerosol se llevó el graffiti a un nuevo nivel. Comenzaron a surgir los tags que en esencia son una especie de firma o logotipo representativo que servía de identificador para un writer en específico, pero ocultaban la identidad del realizador y generaban un aura de misterio.

Con el paso del tiempo el uso de las tags explotó hasta la llegada de las masterpieces, es decir, pinturas o graffitis de gran tamaño que requerían una gran cantidad de pintura y espacio, lo que las hacía más llamativas y otorgaban un prestigio único a su autor.

Los graffitis que tuvieron su origen en Nueva York incluso tienen su propia clasificación. La primera es la que ya hemos mencionado anteriormente, el tag representa al autor y fundamentalmente se compone de su firma de la forma más sencilla a forma de logotipo o monograma.

Los throw-ups o vomitados se realizan de la manera más rápida y simple, normalmente emplean un solo color como base de la pintura conformado en líneas y contornos pocos precisos. Este estilo fue considerado de mal gusto al no tener una base tan compleja como las otras categorías.

Las masterpieces u obras maestras constan de cuatro o más letras y se encuentran principalmente en los vagones de trenes o el metro, sus principales características radican en la calidad de la pintura y el tamaño del graffiti en sí.

Los to-to-bottoms o también conocidas como obras de arriba a abajo por su formato vertical que abarca la totalidad del tamaño del vagón en el que están pintadas, son acompañadas de dibujos más pequeños. En contraposición están los end-to-ends, obras de extremo a extremo, cuyas composiciones se extienden en los vagones de principio a fin.

Los whole cars, o vagones enteros, no tomaban en cuenta la orientación, sino que ocupaban la totalidad del espacio del vagón sin limitar sus imágenes por la forma del mismo. Finalmente, tenemos los whole trains o trenes completos, que como su nombre lo indica, corresponde a una de las formas más arriesgadas de realizar por todo el trabajo que conlleva.

Uno de los artistas más reconocidos e influyentes en el mundo del graffiti firmaba sus obras como TAKI 183, en 1971 el New York Times lo entrevistó. Su verdadero nombre era Demetrius, un joven griego que trabaja como mensajero en la ciudad de Nueva York, en cada uno de los sitios en donde realizaba una entrega de algún paquete o documento pintaba su firma, esta práctica lo llevó a la fama y muchos jóvenes la comenzaron a imitar mientras buscaban lugares cada vez más difíciles y llamativos para dejar su marca en un ejercicio de apropiación del espacio público.

Tras esta situación, más y más jóvenes comenzaron a dejar huellas en diversos espacios de la ciudad como las estaciones del metro, los subterráneos y los camiones. Esta situación obviamente trajo un conflicto directo con las autoridades de la ciudad de Nueva York, cuya represión no se hizo esperar y obligó a los writers a organizarse en grupos o crews que les permitían vigilar mientras la obra era terminada.

Paralelamente, el artista Keith Haring empezó a pintar sus dibujos en sitios públicos, en un inicio al pegar posters en las paredes, pero después lo plasmó directamente en estos muros. Su arte reflejaba el sentir de toda de una generación e influencia en los años ochenta, temáticas como nacimiento, muerte, amor, sexo, guerra, son recurrentes en sus obras.

Mientras tanto en México…

Fue en la ciudad de Tijuana en donde se presentaron los primeros esbozos del graffiti en nuestro país, debido a la condición fronteriza de la ciudad y la influencia de Estados Unidos a partir del intercambio cultural propiciado por la migración, los llamados “cholos” fueron los iniciadores de este fenómeno.

Sin embargo, fue en Guadalajara y en Aguascalientes, en donde se presentó con más fuerza ante la aparición de pioneros de diversos estilos de tags. Las condiciones sociales jugaron un papel fundamental, ya que las obras se encontraban ligadas a los barrios marginales y periféricos de las ciudades. Tal fue el caso de la Ciudad de México, que tras los procesos de urbanización y la crisis económica de los años setenta y principios de los ochenta, obligaron a una gran cantidad de personas a emigrar y establecerse en las zonas conurbadas.

La ciudad de Nezahualcóyotl o Neza, como popularmente se le llama, se ha convertido en la región urbana de mayor presencia y tradición grafitera. Miguel Ángel Rodríguez, mejor conocido como Lupus, encabeza a un importante grupo que allí actúa y que fusiona y ensambla el graffiti con la tradición muralista del barrio. El grupo tiene por nombre Neza Arte Nel y en él participan jóvenes artistas plásticos y grafiteros de los barrios más pobres de esa amplia zona urbana.

Con el paso del tiempo el graffiti ha transformado la perspectiva de las personas, desde una postura sesgada podríamos interpretarlo con el lado más marginal e incluso ilegal; sin embargo, se presenta en forma de la apropiación de los espacios públicos, los artistas los transforman para representar ideas o identidades específicas o tal vez para alzar la voz sobre una problemática determinada. Sea cual sea el caso, no cabe la menor duda de que el arte viene en las formas menos ortodoxas.

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