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¿Por qué escandalizarnos al escuchar la palabra pene, vagina o sexo? ¿Por qué tanto bochorno?

Los seres humanos por naturaleza somos individuos sexuados, por lo tanto, el acto sexual forma parte indispensable en nuestro desarrollo físico y emocional. Al ser una parte fundamental de nuestra vida es lógico pensar que nuestra sociedad sea educada en una perspectiva abierta y de inclusión, una sociedad coherente que no tema abordar estas temáticas con el único fin de informar un concepto tan natural para cualquier persona.

Obviamente, nuestra sociedad no es lógica ni coherente.

El panorama general es el de una generación que lucha contracorriente, contra estigmas y prejuicios anticuados que arrastran años de represión relacionada con tópicos sexuales. Sin embargo, no todo es una visión pesimista sin una ruta de escape. La necesidad del progreso y un cambio, que se encuentra explícita en nuestra naturaleza genera un ambiente incipiente y desesperado por una transición generacional.

Uno de los principales frentes de batalla contra los que las nuevas generaciones se han tenido que enfrentar, son los diabólicos y nocivos tabúes o mitos asociados directamente a la sexualidad. Dichos mitos son generalmente aceptados de manera profunda en la mentalidad de nuestros mayores y que, a su vez, transmiten a sus hijos y nietos prolongando la ignorancia y el temor a explorar estos conceptos con la naturalidad idónea.

“Esos temas no los podíamos tocar, y todos los sabíamos, no era muy común querer hablarlo, si alguno quería hablar sobre sexo nos chingábamos. Pero tampoco lo veíamos como algo malo, simplemente así fuimos educados. Mis padres y abuelos compartían esas ideas y las cosas seguían su curso, así de sencillo”.

Tomás, taxista, 56 años.

Entre algunos de los más famosos se encuentran, los mitos relacionados con la masturbación y sus efectos, una perspectiva perversa y pervertida que se asocia a las personas con una vida sexual activa provocada por una actitud de absoluto terror, vergüenza o escándalo, la conservación de la virginidad de las mujeres anterior al matrimonio o que el tamaño sí importa, entre muchos otros.

El psicólogo y escritor, Juan Pablo Arredondo, en su libro Hablemos de sexo con los niños, menciona que el 80% de los mexicanos se considera incapaz de hablar con sus propios hijos sobre el sexo, debido a prejuicios con los que han sido educados.

Las principales raíces de estas erróneas precogniciones se encuentran conectadas fuertemente con percepciones religiosas que causan una ignorancia colectiva basada en ideas represivas y anticuadas, sumado al hecho de arrastrar una cultura patriarcal tan profundamente arraigada, una cultura que busca solo la satisfacción del hombre. Un claro ejemplo es la industria pornográfica, que diferentes colectivos feministas buscan erradicar.

La cultura machista destaca por encima de todo, al ser uno de los principales enemigos en la lucha del progreso. Comportamientos irresponsables y egoístas como la negativa del uso del condón, sitúan en una posición de riesgo a las mujeres, basados en creencias poco sustentadas, incertidumbre y una baja planeación de las relaciones sexuales.  

Pero no es solo un tema de represión, sino también uno de salud, educación y derechos humanos.

Una de las principales esquirlas del cambio se encuentra en el frente educativo, una estrategia prudente y necesaria, pero que a su vez ha generado un debate polémico en las familias mexicanas.

Los inicios de la educación sexual en México datan de 1974, cuando se incluyó en los programas de estudio de educación básica. Sin embargo, no logró evitar las críticas y el rechazo colectivo de los más conservadores, quienes apoyaban la idea de mantener una educación sexual en el hogar, lo cual era sinónimo de continuar ignorando la cuestión.

Durante 1982 se implementaron campañas a favor del uso de métodos anticonceptivos en pos de proteger contra enfermedades de transmisión sexual.

Dentro de México, las y los jóvenes comienzan su vida sexual entre los 15 y 19 años, cuando cuentan con al menos conocimiento de un método anticonceptivo. Pero según datos de la Secretaría de Salud muestran que la gran mayoría no lo utilizaron en su primera vez y las cifras de insatisfacción relacionadas con la ineficacia de los anticonceptivos, provienen de este bloque de edades.

En contraposición existen diversos institutos y entidades gubernamentales que buscan cambiar el panorama general ante esta situación. Acciones ejercidas por los Consejos Estatales de Población (COESPO) en conjunto con la Secretaría de Salud y organismos institucionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), realizan acciones y programas en diversos estados del país con el objetivo de implementar un coherente conocimiento promovido en la población juvenil.

La educación sexual promueve una mejor comunicación familiar, propicia el ambiente ideal para el sano desarrollo de las y los jóvenes, a su vez previene embarazos no deseados al dotar un conocimiento correcto y pertinente sobre el uso de los métodos anticonceptivos.

Si bien se han dado grandes pasos en materia de educación sexual, México va por detrás respecto a otros países. Solo basta con echar un breve vistazo a los resultados.

Sin irnos muy lejos, durante el transcurso de la pandemia por Covid-19, las cifras de embarazos en adolescentes incrementaron de forma considerable. En 2020 y 2021 se sumaron 191, 948 embarazos adolescentes, lo cual se traduce en un aumento de 22, 000, ósea un 12 % respecto al 2019, causado principalmente por las dificultades presentadas en un contexto de pandemia. Todo lo anterior según las cifras del Consejo Nacional de Población (Conapo).

El encierro, implementado para reducir los contagios, ha causado que muchas mujeres sufran de un virus aún más letal.

Mientras que delitos de otras índoles disminuyeron, las agresiones sexuales subieron exponencialmente. Según datos del Secretariado de Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2020 se reportaron 54, 314 denuncias de delitos sexuales, la cifra más alta desde 1997. Aunado al registro de 46 violaciones al día, sin tomar en cuenta abusos, acosos u otro tipo de delitos sexuales (durante los primeros meses de 2021 se registraron 53 violaciones diarias).

Y el aborto ¿dónde quedó?

El aborto se ha considerado como uno de los temas más polémicos, un tema bastante polarizado, pero en el que no se cuenta con una opinión colectiva absoluta. De acuerdo con los resultados de la encuesta Los Mexicanos vistos por sí mismos: Los grandes temas nacionales, publicada por la UNAM, 7 de cada 10 mexicanos están de acuerdo en que las mujeres decidan sobre su cuerpo, y solo un 8 % está en desacuerdo. Sin embargo, el apoyo del porcentaje que se encuentra a favor está limitado a determinadas condiciones, entre las cuales se encuentran que la mujer haya sido víctima de una violación (35%) o que su salud se encuentre en peligro (46%).

El cambio se presenta, pero el estigma prevalece.

Es evidente que la brecha generacional tiene sus notables consecuencias en nuestros tiempos, lamentablemente las nuevas perspectivas se han encontrado con múltiples obstáculos que parecen no acabar. Aunque muchas de las veces el panorama se tinte de un tono bastante pesimista, es importante remarcar que se ha dado el más importante paso, el primero. La necesidad de un incipiente, necesario y verdadero cambio.

“Sé que ahora son temas que se encuentran sobre la mesa. Estoy completamente segura de que puedo hablar con total naturalidad de esto con mis padres, y sé que no seré juzgada o silenciada, porque es algo que a ellos les hubiera gustado tener en sus tiempos”.

Fátima, estudiante, 19 años.

 

 

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