Las tecnologías audiovisuales construyen un nuevo entorno humano

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Colaboración de Olivia Portillo

Desde que tuve el conocimiento de que en la Ciudad de San Luis Potosí había una licenciatura en Cine y Animación Digital, y que estaba enclavada en una Universidad de Tecnología Avanzada, surgió el impulso de conocerla, llegué con curiosidad a revisar su plan académico con el ánimo de sumarme y compartir desde la plataforma docente algo de lo vivido en mi formación como cineasta en la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México, a diferencia de la ENAC, prácticamente la mitad de las materias de esta licenciatura, se enfocan a presentar un amplio panorama y brindar cierta especialización sobre las diferentes técnicas de animación que se utilizan hoy en día en esta industria, el resto eran las asignaturas clásicas que me eran familiares.

Con mi gusto por las narrativas documentales tuve la aspiración de que pronto podríamos generar proyectos híbridos de Documental animado; era una realidad cercana porque había llegado a una comunidad que se estaba formando para resolver y enfrentar nuevos públicos, para encontrar otros terrenos como propicios para el lenguaje cinematográfico, para tender puentes entre distintas plataformas de información, entretenimiento, arte, cultura y juego.

Al convertirme en profesora de esta Universidad de Tecnología Avanzada (UNIAT) y posteriormente con un rol más administrativo, involucrando a sus estudiantes en eventos y actividades extraescolares que enriquecieran su estancia académica y fortalecieran su convivencia intergeneracional, fui profundizando en mi entendimiento del perfil de egresado que la Universidad aporta, desde el lenguaje fílmico, el diseño y la programación de videojuegos, dimensionándolos como especialistas que no tienen una brecha entre sus disciplinas, cineastas animadores con una noción muy orgánica del campo de los videojuegos y programadores con sensibilidad y comprensión de los elementos y narrativas cinematográficas.

Los productos y proyectos que esta comunidad de estudiantes y profesionales genera no son tan acotados como los que hicieron otras generaciones de creativos, porque no sólo están diseñados para proyectarse en una sala de cine tradicional con duración que ronde los 120 minutos, sino que están más cerca de ofrecer experiencias apoyadas en escenarios y espacios virtuales, que pueden ir desde propuestas inmersivas fantásticas o realistas de apenas unos segundos.

Pero los profesionales con estos perfiles demandan que su comunidad de formadores les acompañen en una vorágine de actualizaciones e innovaciones tecnológicas con las implicaciones que ello conlleva, como contar con softwares y hardwares pertinentes para este fin, adecuados en velocidad, potencia, almacenamiento, que sus docentes permanezcan en búsqueda de conocimientos novedosos para compartirles y desarrollen en ellos habilidades críticas, lúdicas, éticas y de monetización, además de no dejar de lado la revisión de los aspectos de leyes autorales.

A estas necesidades constantes de las carreras universitarias tan tecnologizadas, se suma un contexto muy particular que es un país como México y una ciudad como San Luis Potosí, con un desigual acceso a la tecnología, por ello se requiere que también tengan una nutrida capacidad de inventiva que les permita diseñar múltiples y variados escenarios posibles a sus propuestas, que sepan leer las necesidades de sus públicos altamente cambiantes y demandantes de novedades, que caminen sincronizadamente con la sociedad a la que se deben, para que impongan un ritmo que no sólo agregue a la aceleración, sino a la desaceleración, para generar entornos más contemplativos en lugar de más competitivos, democráticos, calmos, equilibrados, igualitarios, amplios, donde haya lugar para reflexionar, tomar posicionamientos, generar calidez, tolerancia, colaboración, paz y empatía sin renunciar al divertimento, por el contrario, apoyarse en el entorno lúdico que las tecnologías audiovisuales facilitan.

Es evidente que no abona a las sociedades ampliar la brecha de desigualdad tecnológica que ya existe, más bien la labor desde las universidades con el desarrollo y fortalecimiento de estas disciplinas debiera ir enfocado a generar un uso pensado, con propósito, para aportar a una convivencia más ecológica en un sentido amplio. El enaltecimiento de la tecnología y de la llamada inteligencia artificial desde las atmósferas académicas tiene el gran compromiso y responsabilidad de acompañarse con un contrapeso humanístico, con una conciencia bien arraigada y enfocada en sus estudiantes y docentes de mejorar el presente, cargada de vigorosos vientos de valor y osadía para ser protagonistas del momento histórico que les toca escribir.

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