Antaño: El arte de vender nostalgia

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Por Jaime González Rueda
Fotografía Jaime G. Rueda

“Antaño”, una pequeña tienda en la avenida Sierra Vista de San Luis Potosí, bañada con el olor de las maderas, ofrece, en sus vitrinas y aparadores, vistas de curiosos objetos: un perfumero Guerlain de mediados de 1800; sillas Thonet hechas en el ya desaparecido Imperio Austriaco; porcelanas inglesas, y hasta una caja antigua de Sal de Uvas Picot.

Luisa Martínez y Javier Torre han convertido su pequeño local en un portal al pasado. “Antaño”, su tienda de antigüedades, es apenas una de las 4 o 5 del rubro en toda la ciudad, y quizá en el estado. Los anticuarios pasaron de ser coleccionistas a emprendedores, cuando inauguraron su negocio hace apenas 4 años. De la mano de personas cuyos oficios están en desaparición, como ebanistas y bejuqueros, Luisa y Javier dan nueva vida a muebles, candiles, lámparas y otros objetos del siglo XIX y principios del XX.

A Javier, arquitecto de profesión, y a Luisa, comunicóloga, quien además se ha desempeñado como florista, los une su pasión por la historia, el arte, y un pasado olvidado por gran parte de la sociedad…

¿En qué momento surgió tu gusto por las antigüedades?

Desde pequeña tenía el gusto por lo antiguo, en aquel entonces le llamaba “lo viejo”. Yo soy de la Ciudad de México y desde la secundaria iba a tiendas de antigüedades en la Lagunilla y Coyoacán. Este gusto por otras épocas no se limita a los muebles y objetos, a mi me fascina la música antigua, de las grandes bandas, porque además me gusta mucho bailar. Adoro la esencia de lo antiguo, mis amistades incluso me dicen que tengo un “alma vieja”.

En su momento pensé en estudiar la carrera de restauración de bienes muebles, en el ex convento de Churubusco, sin embargo, la vida me llevó por otros caminos y estudié Ciencias de la Comunicación.

¿Alguien te inculcó este gusto por lo antiguo, esa sensibilidad por otras épocas?

No, ningún familiar tiene esa afición. Mi mamá siempre fue una señora de buen gusto, no específicamente por lo antiguo, sino de manera general, y creo que eso influyó en mi de manera estética, de cómo mirar los espacios y los objetos, de ver más allá de lo evidente, de distinguir la esencia de las cosas. Es un mundo en el que, aunque no conozcas mucho del rubro, tu ojo te puede decir cuál pieza es buena, cuál es estéticamente bonita.

¿Cuál es tu época favorita?

Me encanta el Art Nouveau, tan elaborado, con mucho arte y ligado a la naturaleza, es un estilo de mucho trabajo y diseño. El Art déco, en ese intento de buscar la modernidad, también es muy bonito porque no perdía la belleza de lo antiguo y buscaba la línea moderna.

¿Qué características buscas en una pieza para ser restaurada?

Independientemente de la época, lo importante es que esté hecha con materiales de buena calidad, o que sea una pieza muy icónica de una época. Es importante, en cualquier pieza, recuperar esas maderas, darles una nueva vida.

¿Qué es lo vintage y qué es lo antiguo?

Una antigüedad debe tener más de 100 años, por su parte algo vintage es de los años 30 a los 70, piezas muy icónicas que representan alguna década.

¿Qué le da su valor a una antigüedad?

Definitivamente los materiales, en el caso del mobiliario las maderas, por ejemplo, el encino americano es muy apreciado por sus vetas bellísimas, el roble también es muy apreciado, y la madera de haya, utilizada sobre todo en los muebles austriacos. Las etiquetas y placas, aunque muy difíciles de encontrar, también aportan valor agregado al mueble, ósea el tener la certeza de su autoría, conocer al ebanista o la fábrica que elaboró la pieza. La época también es importante, entre más antigua una pieza podría valer más, debido a que se convierten en piezas únicas o difíciles de conseguir. Obviamente las condiciones en que se encuentre un mueble también determinarán su valor. El origen también podría ser importante.

¿Los muebles de origen europeo tienden a ser más valiosos que los locales?

En el siglo XIX y XX hubo mucha manufactura mexicana. Por ejemplo, aquí en San Luis Potosí la fábrica de Jorge Una realizó muchos muebles durante el porfiriato, todos ellos de gran calidad. Sin embargo, la mano de obra y las maderas distan mucho de lo que se traía de Francia y de toda Europa, son trabajos muy diferentes. En Europa nos llevaban muchos años de ventaja que se reflejan en un trabajo más fino y diseños más elaborados, muchos ebanistas europeos llegaron a enseñar su oficio a los mexicanos.

Ante la falta de etiquetas, ¿cómo saber si una pieza es francesa o inglesa? ¿Cómo se lee un mueble?

El diseño, la madera, los ensambles, incluso los tipos de tornillos te hablan mucho de la época y el lugar. Te das cuenta que el tornillo tiene tantos años porque desde los 30 o 40 ya no se hacían de ese tipo. Los clavos te pueden dar el dato, por la cabeza. Incluso en los espejos el tipo de cola que se usaba para pegar nos puede referir a la década en que fueron montados. Había muebles cuyas piezas se enumeraban para posteriormente ser armadas, ese tipo de números también nos puede revelar la época, no es lo mismo la escritura que se usaba hace 100 años a la actual. Acabamos de armar un mueble de origen inglés y trae las inscripciones en números romanos en los ensambles.

¿Cómo aprendiste tu oficio de anticuaria?

Es un oficio, pero también es un hobby, una pasión. Antes de “Antaño”, Javier y yo teníamos el gusto por las antigüedades y solíamos comprar piezas para nuestra casa. Luego, como sabes, comenzamos a restaurar una casa en el centro de San Luis, y para ella decidimos comprar más muebles. De alguna forma, antes de este negocio, fuimos coleccionistas.

En la pandemia surgió la idea de poner una tienda. De hecho, a Javier se le ocurrió el nombre. Si bien era un tema que ya conocíamos, con la tienda hemos aprendido mucho más. Hemos aprendido a leer un mueble, al momento de quitar tapices, y ves rellenos de paja que se usaban hace 100 años, o esponjas de hace 40 años, los muebles te dan el dato.

¿Cuantas personas colaboran en Antaño y qué roles desempeñan?

Son muchos, desde el mudancero que transporta las piezas, hasta el ebanista que se encarga de trabajar las maderas y darles una “nueva vida”. Aquí nos auxiliamos de carpinteros, torneros, tapiceros, bejuqueros, el que arregla las máquinas de escribir, incluso restauradores. Muchos de estos oficios ya son muy raros de encontrar, por ejemplo, casi no hay bejuqueros ni ebanistas.

¿Oficios en extinción?

Sí, lamentablemente creo que sus días están contados. Son oficios que se transmitían de generación en generación, por ejemplo, nuestro ebanista, quien aprendió su oficio a través de su familia, no tiene un hijo a quien enseñar, así termina esa tradición y ese oficio. Hay carpinteros, pero no ebanistas, mucha gente los confunde. El carpintero hace un trabajo más estructural. El ebanista se encarga de rescatar una pieza de madera y resaltar sus vetas naturales. Incluso hace trabajos de grabados más elaborados.

En el caso de los restauradores, con estudios universitarios, ahí sí hay más futuro, por ejemplo, para restauración de piezas de museo, de arte sacro, etc. Veo un interés de algunos jóvenes por la conservación de bienes y por estudiar alguna carrera a fin a ello.

¿Cómo ha sido la experiencia a nivel negocio?

A Javier y a mi nos encanta, es muy satisfactorio, la gente reconoce nuestro trabajo. San Luis Potosí es un mercado muy cerrado, creo que hay poco interés por las antigüedades, aunque para todo hay clientes. Las personas que gustan de antigüedades son muy constantes, es un sector muy identificado de clientes. Las nuevas generaciones se interesan un poco más por lo vintage que por lo antiguo, creo que es un tema de precios, porque lo antiguo siempre es bello, pero es caro.

¿Qué ventajas tiene aquel que compra una antigüedad en comparación con alguien que compra sus muebles en alguna tienda departamental?

Es una inversión. Un mueble antiguo, aunque sea muy sencillo, siempre va mantener su precio, incluso va aumentar. Son muebles más duraderos. De hecho, el precio a veces puede ser similar a los de las tiendas departamentales, pero en las antigüedades son materiales de calidad, con buenas maderas y ensambles, de hecho, muchos muebles modernos ni siquiera están hechos con madera. Incluso el aspecto ecológico es de resaltar, pues restaurar es una forma de reciclar, los muebles actuales son desechables y eso tiene un impacto en el planeta.

¿Cuál es el perfil de tus clientes?

Varía mucho, desde chicos de 20 años hasta personas de 50 o 60 años. Gente mayor no, más bien ellos venden sus cosas por distintas razones: los muebles ya no les gustan o vivían en casas grandes y se han mudado a departamentos donde no pueden tener muebles tan grandes. El público es muy extenso, no hay un estándar, un día incluso vino un niño de 10 años aproximadamente con su mamá, el niño buscaba desde hace tiempo una llave antigua.

¿Por qué la gente decide vender sus antigüedades?

Las circunstancias en las que hemos comprado son muy variables. Desde señoritas que quedaron solas y nadie quiso sus cosas, hasta herencias donde los hijos no están interesados o no pueden conservar todo el mobiliario. También es importante recordar que estamos en un modo de vida más simplificado, las viviendas son más pequeñas y los muebles y demás artefactos de siglos pasados estaban pensados para casas grandes.

¿Las antigüedades se deben adaptar a los nuevos tiempos? ¿Hasta dónde llegar con una restauración sin perder el valor de la pieza?

Nosotros tratamos de respetar la esencia de cada pieza, pero es necesario en ocasiones darle un giro, de buscarle una utilidad. Algunos muebles los adaptamos a necesidades diarias. Los roperos, por ejemplo, eran muebles muy usuales, pero actualmente son obsoletos. En “Antaño” hemos transformado muchos de ellos en libreros o vitrinas, la idea es darles una utilidad acorde a los tiempos actuales.

El tocador de la abuela de Javier se transformó en un bar, y es una pieza muy bonita con más de 100 años de antigüedad. Una lavadora de los años 20 ‘s, que obviamente nadie usaría para su propósito original, la hicimos un bar, a la tina de cobre le adaptamos una barra. Esta lavadora es una pieza que estuvo más de 30 años guardada en una bodega.

Eres una emprendedora, pero también una coleccionista, ¿existen piezas de las cuales no te quieres deshacer o vender?

Sí, claro, hay muchas. Te puedo mencionar un sombrero Stetson de los años 20 que venía en un baúl de barco, de esos grandes, con cajones pesadísimos. Me lo han querido comprar, pero no lo vendo, me gusta mucho. También me encantan las porcelanas, tengo unas de origen inglés de más de 100 años que tampoco vendo, algunas las tengo en exhibición, para presumirlas (risas). También hay un par de mecedoras de 1850 de fierro fundido, que estoy restaurando, por el tiempo pueden valer mucho, pero tampoco las vendo.

Muchas personas no se animan a entrar a una tienda de antigüedades porque imaginan precios muy elevados, en el caso de “Antaño”, ¿en cuánto oscilan los costos?

Uy, es muy variado, puede ser desde un plato, un destapador o una llave de 100 pesos, hasta roperos o lámparas de 45 mil, tal vez lo más elevado sea un ropero Art Nouveau de 95 mil.

¿Falta sensibilidad en la sociedad para apreciar estas piezas de colección?

Si, falta mucha. Hay jóvenes que ven piezas de mucho valor estético en sus mismas casas y no les gustan, no las aprecian, es una cuestión también de gustos, o un tema de almas viejas, como es mi caso. Las nuevas generaciones están tan inmersas en la tecnología que están perdiendo la apreciación por las cosas bonitas.

¿A dónde quieren llegar con “Antaño”?

Personalmente, un objetivo es recuperar más piezas que tengan un valor histórico, que no se pierdan por estar almacenadas en malas condiciones o por falta de que alguien las aprecie. Hay muchas que la hemos rescatado en malas condiciones, “casi para la leña”, cosas que son de finales de 1800 y ya iban a la basura. Esa es una gran satisfacción para mí, ser un centro de recuperación de antigüedades, además obviamente del aspecto económico, pues esto es también un negocio.

En 3 palabras ¿Qué es “Antaño”?

Antes quisiera decir que “Antaño” es una sinergia entre Javier y yo, él es la parte técnica y yo la estética. Antaño es: felicidad, historia, gusto…

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