Por Rogelio Vega
Ilustración de Jaime G. Rueda
¿Qué ha cambiado? ¿Por qué no sabe igual la Navidad que hace algunos años? Tal vez la Navidad no cambió y quienes lo hicimos fuimos nosotros… Noviembre quedó atrás y en el último mes del año las casas y negocios se iluminan con pequeños focos de colores, coronas de escarchas verdes, esferas brillantes y muchas cosas más que poco tienen que ver con la festividad, basta ver los adornos de la “compañía del ratón”. En cada región la celebración decembrina es diferente pero también en cada cabeza la percepción de las fiestas lo es.
Cuando eres pequeño la palabra Navidad es sinónimo de fiestas, juguetes y por supuesto las posadas, y no por las incontenibles ganas de rezar, sino por las tradicionales bolsas de dulces; espacios de alegría sin importar la condición económica. Además las vacaciones navideñas son una temporada de alegría y felicidad para jugar con los amigos y encontrarse con la familia, y claro, ¿quién podría olvidar a ese hombre regordete de ropajes rojos que trae regalos?, incluso a aquellos niños mal portados que merecen un trozo de carbón, no, en la Navidad de la infancia todo suele ser mágico, pero… ¿qué cambió nuestra perspectiva de la Navidad?
El adulto sufre y son múltiples factores los que hacen sentir la Navidad como algo no tan bonito, por lo menos en muchos casos. Las obligaciones económicas y recursos limitados, el sentimiento de nostalgia ante la pérdida de familiares y amigos, ¿quién no extraña a los abuelos?, e incluso problemas de salud, solo por mencionar los principales.
Según datos de la agencia de mercados Kantar, los mexicanos pretenden gastar en promedio 4 mil 868 pesos, lo cual, si consideramos que el sueldo promedio en México es de 7 mil 700 pesos en el caso de los hombres y 6 mil 600 pesos para las mujeres, es un porcentaje bastante alto, lo que termina por ahogar económicamente a muchas familias. ¿En qué se gastan el aguinaldo los mexicanos? Pues la misma agencia señala que el 60% declara que sirve para solventar gastos de las cenas y comprar regalos (que en promedio se compran ¡27!), y el resto lo utiliza para pagar deudas y gastos del hogar. O sea, navidad es igual a gastos y deudas.
De niño la comida y los regalos aparecen “mágicamente”, de adultos somos quienes debemos internarnos en la cocina por horas o gastar para tener una cena decente, eso la verdad resta parte de la diversión.
Cuando eres niño y tu existencia se limita a 5 o 7 años, ¿a quién puedes extrañar?, generalmente el niño se ve rodeado de abuelos, padres y hermanos, pero en la etapa adulta la realidad es distinta, mucho seres queridos se han quedado en el pasado y son solo un recuerdo en alguna fotografías antigua. Una encuesta realizada en España por la empresa Securitas Direct, afirma que un 56% de la población de aquel país con edades entre 65 y 75 dice tener nostalgia en esta época del año. Además, el fin de año acentúa el paso del tiempo, algo que tampoco ayuda mucho al ánimo.
Incluso algunos estudios de psicología acuñan el término de “síndrome navideño” o “síndrome del Grinch”, en los países anglosajones se conoce como Christmas blues, el cual refiere al estado de ánimo negativo frente a los estímulos exteriores de la época decembrina.
Así la Navidad para un adulto se vuelve para algunos una fecha triste, el hecho de ser un adulto con responsabilidad, con noción más amplia de las situaciones de la vida, nos hace preocuparnos por los detalles, nos hace pensar en el vacío de un familiar o en el vacío personal. Sin embargo, bien vale la pena vivir, todo acaba y el hoy es un regalo, por eso se llama presente.