Blues de Navidad: El otro lado de las fiestas

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Por Rolando Morales Flores

Ilustración de Jaime G. Rueda

Durante las fiestas decembrinas, es común que el ambiente festivo opaque todo lo que se encuentra a nuestro alrededor; sin embargo, la depresión de Navidad, también conocida como el blues de Navidad o la depresión blanca, es un fenómeno cuyos síntomas aparecen durante las festividades de finales de año.

Según la información proporcionada por el sitio especializado Psychology Today, este fenómeno se denomina Christmas Blues, que se caracteriza por “sentimientos de desilusión y tristeza, acompañados de una disminución emocional. A diferencia de la depresión, esta sensación de abatimiento tiende a disiparse a medida que concluyen las festividades”.

Se destaca por la pérdida de interés en estas fechas, ya que da lugar a un período de melancolía pasajera. Debido a que este malestar es temporal, los profesionales no lo clasifican como un trastorno psicológico, sino como un estado de ánimo negativo y transitorio.

Aunque es verdad que la depresión blanca está estrechamente vinculada con la Navidad, también se deben considerar otros factores, como los efectos del clima y las variaciones en la luz.

El psicoanalista Steve McKeown, fundador de Mindfixer, señala que la decoración navideña nos permite conectar con nuestro lado más sentimental y volver a la infancia. Además, un estudio de la Journal of Environmental Psychology demostró que la decoración navideña es capaz de mejorar las relaciones con los vecinos y facilita la posibilidad de entablar amistades.

La temporada invernal y la celebración navideña suelen evocar conceptos de calma, unión familiar, intercambio de regalos, festividades y felicidad. Sin embargo, si no se experimenta de esta manera, es posible que surjan sentimientos de fracaso y descontento. Además, se ha notado una disminución significativa de los niveles de serotonina durante los meses de invierno. La explicación detrás de este fenómeno radica en que a medida que las horas de luz disminuyen, la producción de serotonina también lo hace.

El reloj biológico de los mamíferos se encuentra en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo y está sincronizado con los ciclos naturales de día y noche. Este reloj, que opera en ciclos de aproximadamente 24 horas, recibe información sobre la alternancia luz/oscuridad del entorno y responde a través de la producción de melatonina. Este proceso explica nuestras reacciones a fenómenos como el jet lag, los cambios horarios y las estaciones del año, siendo estos últimos parte de los ritmos circanuales.

Investigadores del Instituto de Investigación Baker en Melbourne, Australia, han observado que durante los meses de invierno, la baja luminosidad está asociada con una disminución en el volumen de serotonina. La serotonina, un neurotransmisor central, desempeña un papel crucial en la regulación del estado de ánimo y se ve afectada por los cambios estacionales. Menos horas de luz se traducen en una menor producción de serotonina, lo que puede resultar en un estado de ánimo deprimido y una disminución de la energía.

En el mundo anglosajón, el síndrome de depresión estacional se conoce con el acrónimo ingenioso de SAD (Seasonal Affective Disorder), que se traduce como “trastorno afectivo estacional” o “depresión de invierno”. Este síndrome se origina como respuesta del cerebro a la reducción de la exposición a la luz natural durante los meses más oscuros del año.

El premio Nobel de Medicina de 2017 fue otorgado a Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young por su descubrimiento de los procesos moleculares que controlan el ritmo circadiano, revelando que nuestro reloj biológico está sincronizado con la Tierra, ajustándose al ciclo día-noche y las estaciones.

Según la profesora Patricia Bermúdez Lozano, perteneciente a la Facultad de Psicología de la UNAM, el “Blues de Navidad” puede manifestarse cuando las personas reflexionan sobre el año que está a punto de terminar y analizan si sus expectativas se materializaron. De igual manera, la pérdida de seres queridos, la sensación de soledad o incluso la presión financiera pueden precipitar la aparición de este fenómeno.

La evolución de este trastorno está motivada por las particularidades individuales de cada persona, y la cultura, así como la importancia atribuida a esas fechas festivas según las creencias o religión, podría tener un impacto en ello.

Estas personas suelen prestar especial atención a la publicidad navideña, la cual suele transmitir mensajes de felicidad y unidad familiar. En respuesta, tienden a comparar su propia realidad con la de otras familias, lo que puede desencadenar una serie de malestares, como sentimientos nostálgicos, desinterés, reducción de la actividad física, mal humor, irritabilidad, niveles elevados de tensión, insomnio, ideación suicida, falta de apetito, entre otros.

Por un lado, se observa un excesivo impulso al consumismo promovido por la publicidad y las ofertas de las tiendas, incluso desde finales de noviembre. Aquellas personas que enfrentan dificultades económicas experimentan un sentimiento de malestar al no poder adquirir productos que, aparentemente, se consideran necesarios durante esta temporada.

Un informe publicado en la revista Applied Research in Quality of Life, realizado por Michael Mutz, señala que durante las festividades navideñas, se experimenta una reducción en la satisfacción con la vida y el bienestar emocional. Una observación destacada es que, según este estudio, aquellos que siguen la fe cristiana constituyen una excepción a este fenómeno.

En el otro extremo, pero estrechamente relacionado con lo mencionado anteriormente, se presenta una especie de imperativo social que nos insta a experimentar felicidad en estas fechas. Los medios y las plataformas digitales contribuyen a generar la impresión de que, en realidad, “todos” están disfrutando de momentos felices. En contraste, lo que muchos experimentan es: “Todos parecen ser felices, excepto yo”, intensificando así su incomodidad.

Como ya hemos mencionado anteriormente, la depresión navideña no constituye un diagnóstico médico oficial, pero se utiliza comúnmente para describir una serie específica de síntomas que algunas personas experimentan durante la temporada navideña.

Algunos de los signos emocionales de la depresión blanca incluyen una tristeza persistente, una sensación de soledad, sumergirse en un estado melancólico caracterizado por la nostalgia y la pesadumbre, así como cambios abruptos en el estado de ánimo, como enojos o arrebatos repentinos.

Desde el punto de vista del comportamiento, se puede observar un aumento en los niveles de estrés durante las compras, cenas y reuniones familiares. También se manifiesta una inclinación hacia el aislamiento, acompañada de trastornos en el sueño, como insomnio o hipersomnia.

El Blue Monday, que proviene de la expresión en inglés “having the blues”, surgió a raíz de una campaña publicitaria para la empresa Sky Travel en 2005. Fue concebido por Cliff Arnall, profesor asociado a la Universidad de Cardiff, quien desarrolló una fórmula para determinar el día más triste del año. Aunque la fórmula parece ser más aparente que científica, esto no impidió que medios de comunicación, agencias de publicidad y marketing lo adoptaran como una especie de nuevo Black Friday para incluir en sus agendas y como una fecha para generar atención mediática.

Realizar compras, preparar alimentos, buscar regalos, participar en compromisos sociales y una variedad interminable de actividades pueden resultar abrumadores con facilidad. En medio de este frenesí, es esencial recordar que tu bienestar es la prioridad.

Por tanto, concéntrate en lo que realmente es significativo para ti y considera dejar de lado lo que no tiene relevancia y solo genera presión adicional. Dedica tiempo para descansar y relajarte, y no dudes en rechazar invitaciones que no te resulten atractivas. Más allá de la necesidad de agradar a todos, lo fundamental es estar en paz contigo mismo.

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