“La danza tanto la disfrutas como la sufres” 

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Por: Alondra Moreno Martínez

David Israel Alvarado Carreón, alias “Waffles” es un bailarín de música urbana y coreógrafo potosino de 23 años de edad, quien ha incursionado formalmente en el mundo de la danza desde 2017. Lo que comenzó como una forma de entretenimiento eventualmente se volvió su pasión y su forma de obtener ingresos.
Durante su carrera ha trabajado en conjunto con bailarines potosinos destacados como Carlos Blanco, quien es actual bailarín de la cantante Danna Paola, así como Jimmy Torres, el ahora coreógrafo de Juan de Dios y Kimberly Loaiza.

También ha impartido clases en escuelas como el Instituto Potosino de Bellas Artes y otras academias de danza, mientras que él se ha preparado con grandes expositores del baile urbano como Buddha Stretch.
A lo largo de su carrera concursó en varias competencias en Mazatlán, Guadalajara, Querétaro y México en su mayoría, quedando siempre dentro de los primeros lugares.
El primer acercamiento que tuvo con la danza fue a los 8 años cuando veía con su hermana un programa llamado “Mira quién baila”. Ambos se ponían a imitar a los concursantes, pero a sus padres eso no les parecía pues “era hombre y debía comportarse como tal”.

Tiempo después, en 2010-2011 se puso muy de moda el estilo Shuffle gracias a la canción Party Rock, por lo que gracias a esto pudo comenzar a imitar varios videos. “Me salía de mi casa a escondidas, ponía mi bocina y junto a mi amigo Fer imitábamos los videos y así fuimos aprendiendo”.

Entrenaba más de lo que podía, era el primero en llegar a clase y el último en irse. trabajaba como empacador en Aurrera y con ello pagaba sus clases, descuidó la escuela pues en ese entonces para él no era prioridad, su maestro vio todo el trabajo que realizaba y decidió pagarle un viaje a México para que fuera a tomar clase y se preparara allá. El 14 de diciembre de 2015, tomó su primera clase de Locking con una maestra conocida como “La maestra de los monstruos”, pues eran clases complicadas de una duración de tres horas diarias sin descanso alguno.

“No me salía nada, la primera clase lloré, me quería rendir, estaba enojado y sentí que me había decepcionado a mí mismo, sentí que no era para esto, así que fui y me senté, la maestra se sentó conmigo y me dijo que era una lástima tener tanto talento y desperdiciarlo llorando, eso fue lo que me animó a seguir”.

Para 2017, el niño que bailaba viendo programas de televisión ya se hacía cargo de una reconocida academia de baile fundada por él y otros tres amigos llamada TCM, en donde se les enseñaban a los alumnos los fundamentos de la danza urbana, historia, técnica y diferentes estilos de la misma.
Aunque sentía una gran pasión por lo que estaba haciendo, en el fondo tenía una enorme presión, pues dentro de sí mismo se recordaba constantemente los comentarios que le hacían sus amigos, familia y la competencia dentro de bailarines.

Anteriormente solía existir una rivalidad entre academias de baile, cuando se pertenecía a un “crew” era mal visto ir a entrenar a otras academias ya que era tomado como traición; la envidia y rivalidad entre academias era constante, esto afectó negativamente a la comunidad dancística potosina. Por fortuna esta rivalidad ha cambiado a lo largo del tiempo, actualmente los alumnos pueden tomar clase y prepararse en donde se sientan cómodos.

“La competencia entre la comunidad es un problema que hay que erradicar pues afecta a todos. Aunque somos un colectivo y compartimos algo en común, la danza es personal, el crecimiento es de cada quien. Si de algo me arrepiento es de dejar que la envidia y los comentarios negativos hacia mi danza me afectaran a mi persona, me hicieron inseguro, crearon prejuicios en mí que yo no tenía. El día que me quité todas esas ideas mi danza creció y yo también crecí como persona”.

El nivel socioeconómico es un factor que puede facilitar o truncar el crecimiento artístico de una persona. David Alvarado ha trabajado desde los 12 años de edad, pero desde que decidió incursionar en el baile tuvo que laborar el doble para poder pagar ensayos, vestuarios, competencias y clases. Trabajaba como empacador en Aurrera, dando clases en las academias, siendo chambelán de XV años y también trabajaba en un “ciber” los fines de semana, lo cual al paso del tiempo terminó afectando en su danza y en su vida diaria, pues estaba tan cansado para bailar que bajó su rendimiento y energía.

Aun así, comenzaba a tener éxito en sus clases, a crecer y a ser más reconocido por la comunidad, le ofrecieron varios contratos como bailarín, sin embargo, en ese entonces había reprobado la preparatoria y comenzó a juntarse con malas amistades quienes le impidieron seguir creciendo profesionalmente, dejó de ser tan constante, comenzó a salir de fiesta y el dinero que había recabado lo empezó a gastar, las oportunidades comenzaron a desaparecer y todo por lo que se había esforzado estaba a punto de desvanecerse.

Tiempo después, sus hermanas quedaron embarazadas en el mismo año y fue él quien tuvo que apoyar económicamente a su familia pues sus papás no podían solventar los gastos, por lo que comenzó a trabajar más.

“La danza tanto la disfrutas como la sufres, la danza en interpretación abre muchos sentimientos, soy una persona alegre, sin embargo, existen otras emociones que salen a flote cuando bailas”. Comenta que sus problemas personales comenzaron a reflejarse en su danza y empezó a sentirse abrumado, su salud mental se vio afectada, por lo que tomó la difícil decisión de dejar su estudio de danza y algunas clases para darle orden a su vida personal.

Sin embargo, a pesar de todo considera que fue una buena etapa, aún sigue bailando y dando algunas clases, aunque ya no tan seguido como antes. Actualmente se dedica más a coreografías de XV años y bailar para sí mismo.

“Decidí ponerle pausa a esa etapa, sigo entrenando, sigo bailando porque un bailarín nunca deja de ser bailarín, pero por el momento ya tengo otros propósitos”.

Terminó la preparatoria abierta, y después de haber dejado de estudiar por cuatro años decidió iniciar en agosto la licenciatura en Derecho. Aún sigue manteniendo varios trabajos para solventar sus gastos,: por las mañanas trabaja en una tortillería, en las tardes en una pizzería y por las noches es repartidor de Uber Eats. Los fines de semana se dedica a estudiar y a descansar un poco, pero algunas veces todavía trabaja como coreógrafo de XV años.

Además, en cuestión artística se está preparando para unas batallas que habrá a finales de noviembre, aunque ya no con las presiones de antes, si no que lo toma como un examen personal donde solamente será él quien critique su danza.

Algo que siempre deseó fue que su familia lo fuera a ver a alguna presentación o competencia, lo cual no sucedió. “Me hubiera gustado que se quitaran sus prejuicios y me vieran a través de ellos, nunca fueron a verme ni me apoyaron, pero gracias a Dios siempre hubo gente que me apoyó en mi camino”.

Considera importante que la comunidad dancística crezca y sea un espacio de paz, armonía y crecimiento, por lo que dio un consejo:

“Sé humilde, así como alguien va empezando, empezaste tú. Mi sueño es que San Luis deje de ser un estado mediocre en la danza urbana, que nos unamos como comunidad y dejemos de ponernos el pie a nosotros mismos, porque en verdad hay talento y qué triste que tengamos que irnos a otras ciudades para poder explotarlo, por último, si no tienes algo más hermoso que el silencio no lo digas, no sabes lo mucho que pueden afectar las críticas”.

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