Por Paulina Palomino
¿Qué es una denominación de origen? El término posiblemente lo hemos escuchado en algún momento y muchos lo relacionamos con licores o quesos. Según la Secretaría de Economía de México, una denominación de origen es el nombre de una región geográfica de un país que sirve para designar un producto originario de la misma, y cuya calidad o características se deban exclusivamente al medio geográfico.
El Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial menciona a las denominaciones de origen como una expresión de autenticidad ligada a la tradición de los pueblos, que aprovecharon las condiciones geográficas y recursos naturales para generar un producto único. Es decir; darle a un producto una “denominación de origen” te permite mostrarlo ante el mundo como producto incambiable e irrepetible, que además es de una localidad geográfica en particular.
Pero, ¿cuál es el proceso para hacer un registro de denominación de origen? Primeramente el gobierno de cada país debe registrar el producto a nivel nacional. El camino, después de ello, puede estar lleno de “piedras” y batallas legales a nivel internacional, pues cada gobierno y los productores originales deben combatir productos “piratas”. Para dar mayor certeza existen organismos internacionales que buscan la protección de estos reconocimientos, tal es el caso del Tratado de Lisboa ratificado a la fecha por más de 30 países, los cuales se comprometen a reconocer las denominaciones de origen registradas en cada país miembro.
Nuestro país tiene actualmente 16 productos con denominación de origen, entre los que se incluyen el Tequila, el Mezcal, la Vainilla de Papantla, el Chile Habanero de la Península de Yucatán, el Cacao de Grijalba e incluso la Talavera poblana, pues una D.O. no es exclusiva de bebidas y alimentos.
El tequila, el mezcal y el sotol, los tres son destilados que poseen la denominación de origen en sus etiquetas. Fue en 1978 cuando el Gobierno de México registró el Tequila frente al Acuerdo de Lisboa, esto aludiendo a la calidad del producto, basada en el cultivo del agave azul, endémico del país. Como dato curioso el tequila no solo se produce en Tequila, Jalisco, pues el gobierno mexicano ha ampliado la denominación a algunos municipios de Guanajuato, Michoacán, Nayarit y Tamaulipas.
Los tratados comerciales, como el de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, son aprovechados para el reconocimiento mutuo de las denominaciones de origen de cada país. El problema viene cuando las condiciones ambientales permiten producir un producto similar o de igual calidad, como el caso China, que para nuestra mala suerte, tiene condiciones climatológicas para cultivar nuestro preciado agave azul.
La denominación de origen no impide que se fabrique un producto en otro lugar, sino que se utilice un nombre protegido. Vinos espumosos se pueden hacer en cualquier rincón del mundo, pero Champaña solo en Francia. Otros productos internacionales con esta clasificación son el queso roquefort, también Francia, los jamones serranos y el queso manchego en España, o el cordero patagónico en Argentina.
Podríamos decir que una denominación de origen es el reconocimiento a una tradición dentro de la manufactura y elaboración del producto, de tal forma que la etiqueta es una especie de “derechos de autor” que reafirma su calidad.