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Por: Rolando Morales Flores
Fotografías: Edith Zamora

El séptimo arte ha ejercido como el espejo de nuestra realidad, es una forma de reflejar múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana. Facetas como el amor, el odio, la vida y la muerte, son algunos de los conceptos que irradian protagonismo en los largometrajes preferidos por la mayoría, por supuesto el sexo, con lo trascendental que es para el ser humano, tiene su lugar especial en la mina de la creatividad cinematográfica.  

El sexo ha evolucionado de una manera curiosa en la gran pantalla, aunque cabe mencionar siempre ha estado presente el común denominador y el principal enemigo de los cineastas que buscaban retratar las relaciones sexuales en sus obras, la censura. Es por esto por lo que muchos directores recurren a otras vías para poder sobrellevar el obstáculo creativo que esta reprobación representa, tales como abordar el erotismo o utilizar su propio ingenio y metáforas coloreadas de expresiones visuales poco convencionales para contar las historias que desean mostrar.

Si comenzamos a rastrear las ramificaciones de los mencionados intentos de censura, podremos visualizar un panorama sin lugar a duda bastante interesante. Las raíces de este fenómeno las podemos encontrar en The Kiss (1896), un corto de apenas un minuto, con una idea bastante concreta pero que sería trascendental, mostrar por primera vez un beso en el cine. Fue dirigida por William Heise, producida por el mismísimo Thomas Edison y protagonizada por May Irwin y John Rice.

Pero ¿Cuál fue la reacción de la sociedad? ¿Abrieron las puertas a nuevas perspectivas creativas alejadas de estigmas anticuados? Por supuesto que no, era demasiado pronto, hablamos de 1896, obviamente las reacciones inmediatas fueron de escándalo, tachándola de “inapropiada y obscena” e implementando una inmediata censura, aunque suene sorprendente algo que en nuestros días está tan normalizado como un beso, era visto desde un prisma tan represivo.

Si bien la recepción popular no fue tan buena, las ideas estaban puestas sobre la mesa y The Kiss preparó la senda. Múltiples cineastas dieron algunos pasos en esta curiosa carrera, lamentablemente fueron pocos y hasta cierto punto tímidos, limitados por la moral colectiva de la época. Películas como Way Down East (1920) de D. W. Griffith, Queen Kelly (1929) de Erich von Stroheim y Red Dust (1932) de Victor Fleming son un claro ejemplo de esto. 

Sin embargo, el punto de catarsis llegó finalmente, Éxtasis (1933) fue una película dirigida por Gustav Machatý y con una importancia notable, pues fue la primera en abordar el sexo sin tapujos al mostrar directamente un orgasmo femenino. Tristemente no todo es miel sobre hojuelas, siguiendo la naturaleza de la tercera ley de Newton, los moralistas hipócritas atacaron de nuevo. En 1934 la Asociación de Productores Cinematográficos (MPAA) implementó el Motion Picture Production Code, o mejor conocido como el Código Hays, el cual fue una serie de estatutos que limitaban a las mentes creativas a la hora de mostrar determinados aspectos, por supuesto el sexo ocupaba un lugar de honor.

Aunque esto no importó, pues al final muchos directores tomaron al toro por los cuernos e ignoraron completamente las restricciones, filmes como Tarzan and his Mate (1934) de Cedric Gibbons, The Outlaw (1943) de Howard Hughes y Notorious (1946) de Alfred Hitchcock, son muestras de lo que se intentaba hacer, utilizar todos los recursos que se tenían al alcance sumando a la sutileza, perspicacia y vacíos legales para poder pasar por encima del Código Hays

Pero hay un proyecto en específico, que puso fin a la guerra desalmada. I Am Curious (1967) de Vilgot Sjöman, fue una película que quedó prohibida en Estados Unidos por su contenido sexual, por supuesto su director no se quedó con los brazos cruzados, y después de apelar su caso su obra pudo llegar a los cines y convertirse en un éxito en taquilla, los días del Código Hays estaban contados. En ese mismo año sé descontinuó el código para dar paso al sistema de Clasificaciones por edades de la MPAA, esto generó un contexto para que en los años 70 múltiples producciones dieran rienda suelta y tocaran el erotismo directamente, cruzando la línea hasta llegar a lo pornográfico.  

Podríamos pasar horas y horas describiendo la evolución que ha tenido el sexo en el cine, pero llegaríamos a la misma conclusión, al final del día, todo es un ciclo que se repite. Hay producciones en las que el erotismo simplemente está como un elemento más de la narrativa visual que estamos contemplando, todo depende del cineasta, su obra y contexto. Como diría Ettore Scola, “el cine es un espejo pintado”. 

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