El pequeño Henri; entre pinceles, ajenjo y burdeles

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A Henri de Toulouse Lautrec le bastaron 152 centímetros de estatura y solo 36 años de existencia para convertirse en un referente de la pintura. Aristócrata, rebelde, bebedor compulsivo de ajenjo, visitador de burdeles y cabarets; su obra pictórica es un retrato de la vida nocturna de la Belle Epoque.

Nacido en una familia noble, descendiente de los condes de Toulouse Lautrec, y como dictaban las “buenas costumbres” a fin de preservar la “pureza de la sangre”, sus padres, siendo primos, se casaron. Al pequeño Henri la endogamia le cobró una gran factura, la cual le dio un par de piernas extremadamente cortas y deformes; además de una personalidad subversiva. 

Su obra no retrata paisajes idílicos, ni hazañas históricas o personajes de relevancia; menos querubines regordetes. Por el contrario, sus trazos plasman alcohólicos, prostitutas, cabareteras, bailarinas; personajes del mundo bohemio del París del siglo XIX y XX, hombres y mujeres de la noche, que hasta ese momento nadie consideró importantes de retratar. 

Henri era miembro de una clase social que poco le aceptaba a causa de su condición. Sin lugar a duda esto fue un factor clave para su “descendimiento social”, que tendría un impacto determinante en su obra. 

Su trabajo, influenciado por el también francés Edgar Degas, famoso por pintar cientos de bailarinas, se centra en la figura humana. Con Toulousse vemos un estilo rápido y sencillo, que retrata con mayor detalle los rostros y deja de lado algunos otros aspectos, como escenografías difusas, públicos “desenfocados”, piernas y manos poco detalladas. Sus trazos son expresivos, y no tanto descriptivos. En sus carteles, como son aquellos realizados para el famoso Moulin Rouge, se expresa el movimiento, eso sí, con líneas muy bien definidas. Su paleta de colores también es simple, al utilizar oscuros, ocráceos y para resaltar alguno que otro rojizo.

Toulouse, como sus trazos, vino al mundo y vivió rápido. Su adicción al Ajenjo precipitó el deterioro de su salud; se dice que su bastón escondía una licorera para cuando fuera “necesario” (incluso existe un cocktail llamado “Tremblement de Terre” creado por el pintor). Hoy buena parte de su obra puede ser vista en el Palacio de la Berbie, en su natal Albi, acondicionado por su familia tras la muerte del artista.

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