POR: Antonio García Acosta
Lo normal es que una escultura proyecte una sombra de acuerdo a la posición de la luz que la ilumina. Una escultura, en sí misma, no incluye una sombra, sino que produce un contorno oscuro como efecto de su ubicación relativa a la fuente de luz. Sin embargo, esto no es así en el caso de La sombra del ahuehuete (2007) de la artista Leonora Carrington. Esta escultura es la sombra, y el ahuehuete tal vez sea la proyección – entiéndase imaginación – de la espectadora que la observa. Como la sombra de Peter Pan, que se escapa del famoso personaje, esta sombra ha huido del ser que le dio origen. Al ahuehuete no lo vemos por ningún lado, solo podemos imaginarlo como origen de la escultura. La sombra del longevo árbol que nuestros ancestros consideraban símbolo de sabiduría, se encuentra hoy ubicada en el parque de Tequis, donde quien sea que pase por ahí podrá ‘interpretarla a su propia manera’, como pedía la artista.
En la esquina más cercana al templo, nos espera otro personaje, un Nahual del mono (2007) no menos misterioso. Esta figura es la misma que aparece en el cuadro “Reflejos en el oráculo de 1959, hoy en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Si la sombra es el doble del ser, el nahual es otra representación del doble. En este caso se trata de la asociación entre una persona y un animal, cuyas vidas están íntimamente ligadas. Como en la escultura anterior, Carrington nos hace preguntarnos qué pasaría si cambiamos la historia. En vez de un ser humano y su doble animal, la artista nos enfrenta a un mono sosteniendo a su propio nahual, un ave. De esta forma, se sugiere una continuidad entre las diferentes especies o, como decía la propia artista, se propone que somos ‘animales humanos’. De ser así ¿acaso los animales no tienen también su propio nahual?
Estas obras, junto a La inventora del Atole (2018) y Música para sordos (2007) forman en corredor escultórico propuesto por el Consejo Consultivo del Centro Histórico de San Luis Potosí en colaboración con el Museo Leonora Carrington del Centro de las Artes de San Luis Potosí. Esta iniciativa genera nuevas oportunidades para que los transeúntes se acerquen al arte sin necesidad de acudir a un museo, lo cual se ha vuelto especialmente importante en el contexto de la pandemia actual. Ubicadas en un jardín público, las esculturas se insertan en el entorno urbano para producir la integración de la vida y el arte. Su presencia invita a la contemplación y a la reflexión. Nos encomiendan escuchar sus historias, que no son más que el reflejo – el doble – de las nuestras.