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Por Sebastián Jorgenson
Ilustración Jaime G. Rueda

Ser perfecto, admirado, alabado, envidiado y deseado son cosas con las que todos hemos fantaseado alguna vez, puede que unos más que otros, pero nunca (por lo menos la mayoría) haríamos algo despiadado para conseguirlo, pero ¿qué pasa cuando sí? ¿En quién nos convertimos? ¿Qué haríamos para obtener más?

American Psycho, dirigida por Mary Harron y basada en el homónimo libro, nos cuenta la historia de Patrick Bateman, un hombre de 27 años que trabaja en Wall Street, New York, donde lleva una vida que a muchos nos parecería perfecta, cenando en restaurantes de lujo, saliendo a clubes casi inalcanzables, con un departamento envidiable y un físico rozando la perfección, pareciera que no hay nada más que pedir, ¿Verdad? No para Bateman, él siempre quiere destacar, ser el centro de atención y por quien todas se mueren y todos envidian, lo que los demás no saben, es que oculta un lado oscuro, un lado que lo orilla a lo inimaginable de la mente humana.

Bateman no parece encontrar demasiada emoción en su vida, sólo encuentra refugio en la música y en aparentar ser un ciudadano y ser humano ejemplar, pero cotidiano, envidiando a los demás si estos se ven un tanto superiores a él, aunque sea por una tarjeta de presentación, no soporta que alguien más destaque, todo esto lo lleva a descubrir su nueva pasión por la sangre, con quien aparenta ser su primera víctima, una mujer que conoció en un crucero, para después aniquilar a quien a sus ojos era su mayor rival, Paul Allen; estos dos asesinatos despiertan un sentido de adrenalina y de emoción dentro de su cotidianeidad, pero no solo despiertan eso, ya que el departamento de policía de NY empieza una investigación por la desaparición de Paul Allen, lo cual lleva a Patrick a ser interrogado, lo que genera en él una constante incertidumbre de ser atrapado. 

Tras varios otros crímenes, Patrick se ve envuelto en una persecución policiaca que termina en una aparente confesión a su abogado en un mensaje a la contestadora en donde relata todo lo que ha hecho hasta el momento. A la mañana siguiente, Bateman, más tranquilo, se encuentra con una incómoda verdad que nos deja cuestionándonos todo lo que acabamos de presenciar.

 Esta película nos deja ver que tanto la superficialidad, la arrogancia y la envidia nos pueden orillar a cometer actos horribles, pero también nos presenta cómo es que la mente nos puede jugar malas pasadas, haciéndonos ver fantasmas donde no los hay, denigrar a otros con tal de sentirnos superiores, actuar de cierta forma con tal de encajar en la sociedad.

Pero no solo eso, también nos pone en un dilema moral bastante común en estos últimos años: encariñarnos con el villano. En una especie de síndrome de Estocolmo, American Psycho nos muestra a un protagonista que a todas luces es malvado, siniestro y, vaya, un psicópata, pero que aún así logra meterse en nuestra mente como alguien a quien tenerle respeto, miedo y hasta cierto punto empatía; logra que queramos entender cómo es que una persona que lo tiene todo siembra el terror con tal de ser más, solo por el mismo, por satisfacción propia.

No todo es bueno en esta película, ya que en momentos puede parecer algo lenta, pero en otros muy acelerada, un ejemplo es el descenso a la locura de Patrick, de un momento a otro pareciera que ya completó su viaje hacia la demencia y no deja ver todos los matices que un cambio como este tiene en una persona.

Sin duda American Psycho es una película, que, con sus problemas de ritmo y guión, sigue siendo una obra digna de verse, apreciarse y analizarse. Se encuentra disponible en Amazon Prime y disponible para renta en YouTube.

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