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Anónimo

Lo primero que se volvió obvio para la paciente cuando llegó al hospital psiquiátrico fue que no era como en las películas, realmente no entró siendo arrastrada por dos médicos, tampoco había pacientes en crisis por todos los pasillos.

La entrada fue bastante tranquila, en una silla de ruedas empujada por su madre asustada, sin desviarse, directo a la habitación compartida. Nunca había notado la cantidad de artículos personales que necesitaba, hasta que llegó y la completa ausencia de ellos lo hizo obvio. No había manera de saber la hora exacta, pero era noche porque después de que su madre la dejó dentro del cuarto miró la luna llena tras la ventana, justo antes de ver a su compañera de cuarto, la cual la estaba observando.

Lo primero que pensó preguntar no fue el nombre de la chica, sino la razón de las marcas en sus muñecas, así, sin filtro, sin presentarse y sin esperarlo, obtuvo respuesta.

Ambas compartían una experiencia común: el abuso sexual desencadenó la serie de eventos que las llevó ahí, su nueva compañera comenzó a contar todo lo que había vivido, de una manera que a cualquier otro probablemente haría sentir incómodo, pero en ese entorno, se sentía como una confesión necesaria.

También contó que no era su primera vez en ese hospital, era la segunda, llegó ahí porque el hospital público en el que estuvo internada obligó a su mamá a llevarla a un psiquiátrico, aunque ella no le creía. Divagó un momento, pero rápido comenzó a explicar que el que ella creía que era su mejor amigo de la facultad, un día la invitó a salir, le dio un vaso de agua y después de eso sólo tiene momentos borrosos.

No fue hasta que se hizo una prueba de embarazo que pudo confirmar hasta dónde llegó él ese día; a las pocas semanas se realizó un aborto sola, en su casa, aprovechó un viaje de su madre y lo hizo, pero ni siquiera fue eso lo que la terminó por llevar ahí.

Todo comenzó a caer en picada cuando ella se decidió a hablar por primera vez en un tendedero de denuncias el 8 de marzo. Su denuncia fue anónima, pero todos dedujeron que era ella porque incluyó el nombre de su agresor, lo que la obligó a salir del anonimato. Él comenzó a decir que eran pareja, aunque no era verdad, a partir de ahí comenzó a dar una versión diferente cada vez que hablaba del tema, hasta que en una publicación en Facebook lo aceptó, pero todo eso no fue suficiente para que las autoridades de la institución hicieran algo, se excusaron en que no pasó dentro de las instalaciones, ella dijo, que fue ahí donde comenzó su martirio.

Intentó poner una denuncia formal, pero se dio cuenta que su agresor era familiar de alguien importante porque en cuanto dijo su apellido le dejaron en claro que la denuncia no procedería, aun así, la sometieron a un sinfín de pruebas físicas, sólo para concluir que todo era mentira.

Contó que su madre no la acompañó nunca en el proceso, porque le era imposible creer que alguien que percibía como una excelente y noble persona, fuera capaz de hacer algo así, lo mismo pasó con sus amigos, que, aunque al principio la apoyaron y le hicieron saber que le creyeron, cuando volvió a ir a la facultad, los encontró platicando con su agresor, como si nada hubiera pasado.

Todo eso la rompió, así que decidió que no seguiría viviendo, se cortó las muñecas y después de eso sólo recuerda estar en el hospital, con su madre enojada e indignada porque, en sus palabras, su hija estaba haciendo todo por llamar la atención, así llegó la primera vez al hospital, como un castigo por sus acciones y no para ayudarla. Sólo duró ahí dos semanas y después la llevaron a casa, de donde no salió en más de un mes, hasta que uno de los doctores que la atendió obligó a su madre a que la volviera a internar, ella solo lo hizo porque pensó que la podrían demandar.

Así llegó ella ahí, no por una enfermedad, llegó siendo una víctima de su agresor, del Estado y de su propia familia. Nadie le dio la oportunidad de poder obtener justicia, al contrario, la orillaron a estar en una situación donde era mejor morir que vivir en el entorno que crearon para ella; la obligaron a ser aislada, a ella y no a su agresor, quien sigue con su vida sin ningún castigo y sin sentir culpa de que ella esté ahí.

Después de 15 minutos de conversación, incluso en su forma más sensible, ella le pidió a la nueva paciente que un día contara lo que acababa de escuchar, a manera de broma pidió que encontraran el error que cometió al denunciar y no lo repitieran, para que no terminaran ahí por la misma razón.

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