Por Rolando Morales Flores
Ilustración por Jaime G. Rueda
Desde tiempos inmemoriales y en distintas civilizaciones, se ha afirmado de manera constante que el perro es el compañero más leal de la especie humana. Esta afirmación no constituye una novedad, dado que a lo largo de los primeros momentos de la historia y en múltiples culturas, este apreciado ser ha sido objeto de diversas representaciones en narraciones y relatos mitológicos.
Los perros han desempeñado una función de gran importancia dentro del patrimonio cultural de diversas naciones alrededor del globo debido a la estrecha conexión que han mantenido con la sociedad a lo largo de los años. Estos elementos han influido de manera significativa en la apreciación y reconocimiento de los perros como componentes fundamentales de la identidad cultural en distintas comunidades.
En primer término, se puede iniciar considerando una concepción ampliamente aceptada. Dentro de la mitología perteneciente a diversas culturas prehispánicas en el territorio mexicano, se apreciaba una diversidad de caninos autóctonos en las comunidades de origen náhuatl. No obstante, entre ellos destacaban los xoloitzcuintles, también reconocidos como “perros pelones”, debido a sus representativas características fisiológicas.
Una de las facultades más importantes que se le atribuía a este tipo de perros era la capacidad de llevar las almas hacia el inframundo, esta es la explicación detrás de por qué en la mitología nahua, el hermano gemelo de Quetzalcóatl es conocido como Xólotl, una deidad que se representa como un perro. El Xoloitzcuintle es la manifestación animal más importante de esta deidad, y se le asocia con la muerte, el movimiento, la oscuridad, la dualidad y el inframundo, conceptos que contrastan con los de Quetzalcóatl. Además, Xólotl era considerado el dios del juego de pelota, el patrón de los brujos, y se le relaciona con el fuego y su creación.
Según Mercedes de la Garza en su obra titulada “El perro como símbolo religioso entre los mayas y los nahuas”, el perro no solo era considerado una deidad astral, sino que también tenía múltiples significados relacionados estrechamente con los seres humanos. Este animal era visto como un compañero que actuaba como su representante en los sacrificios y los llevaba hacia su destino final. Además, se le consideraba un ancestro y un héroe cultural que proporcionaba el fuego solar y, junto con él, la civilización. En resumen, el perro tenía un papel fundamental en el origen, la vida diaria y la muerte de los seres humanos.
En la mitología coreana están presentes los perros místicos conocidos como Bulgae. De acuerdo con la leyenda, Bulgae surge de la oscuridad y persigue incansablemente al sol y la luna; cuando los muerde, se produce un eclipse. Gamangnara, el rey de la oscuridad, sería su dueño. Bulgae sería su enviado para capturar a estos dos astros celestiales. Sin embargo, Bulgae nunca logró morder completamente al sol, lo cual dio origen al mito que explicaba los eclipses en tiempos antiguos. Se dice que pertenece a la supuesta raza de perros sapsari, conocidos popularmente como “cazadores de espíritus”.
Dentro de la mitología griega Cerbero, se trataba de un canino de tres cabezas, una serpiente por cola y varias cabezas de serpientes en su lomo. Su cometido consistía en velar por las entradas del Hades, el mundo subterráneo de la mitología griega, asegurando que los seres vivos no pudieran ingresar sin solicitar permiso y que los fallecidos no pudieran escapar.
Hasta que Hércules, el hijo de Zeus, apareció, la feroz bestia del inframundo no cedió ante ninguna fuerza que no fuera Hades. No obstante, esta sumisión fue efímera, ya que en cuanto el semidiós la devolvió al reino subterráneo, Cerbero recobró su vitalidad habitual.
Aunque Cerbero no fue objeto de adoración como una deidad en sí misma, es un personaje recurrente en la literatura de occidente. Incluso Dante Alighieri, el poeta renacentista de Florencia, hace referencia al perro de Hades en su magna obra, la Divina Comedia.
Específicamente, en el Canto III del Infierno, “Entonces, mi guía extendió las palmas de sus manos llenas de tierra sobre el suelo, las levantó y las arrojó a las voraces fauces”.
Las estatuas dedicadas a Hades, el dios de los muertos, siempre eran acompañadas por la presencia del perro de tres cabezas. Siempre a los pies de su amo, esta bestia mitológica observaba con desconfianza a aquellos que visitaban el inframundo. A los que no superaran su minucioso escrutinio acabarían en las profundidades de sus fauces sulfurosas.
Por otra parte, en el antiguo Egipto, Anubis es una deidad que representa la momificación y la existencia después de la muerte. También es considerado el protector divino de las almas errantes y desamparadas. Este dios ancestral de Egipto se cree que evolucionó a partir de Wepwawet, una antigua deidad chacal, a menudo confundida con él.
Es representado como un canino negro, una mezcla entre chacal y perro, con orejas puntiagudas, o también como un hombre musculoso con cabeza de chacal. El color negro fue elegido por su simbolismo, no porque los perros o chacales egipcios fueran naturalmente negros. El negro simbolizaba tanto la descomposición del cuerpo como la tierra fértil del valle del Nilo, que representaba la regeneración y la vida. Por lo tanto, este poderoso perro negro actuaba como protector de los difuntos, asegurándose de que recibieran los rituales funerarios adecuados y acompañándolos en la vida después de la muerte para ayudar en su resurrección.
Además de deidades, gigantes y otras criaturas, en la mitología nórdica existen algunos animales únicos que son especialmente relevantes. El lobo Fenrir y la serpiente Jörmungandr son dos buenos ejemplos de esto. Fenrir, cuyo padre es Loki y su madre la gigante Angrboda, comparte parentesco con sus hermanos Jörmungandr y Hela, la diosa de la muerte. Al igual que sus monstruosos hermanos, está destinado a causar problemas a los dioses.
Además, Fenrir es el progenitor de los lobos Hati y Sköll. Hati persigue a la Luna, mientras que Sköll hace lo mismo con el Sol. Según la mitología vikinga, estas incansables persecuciones son la causa del ciclo día y la noche. Fenrir también es conocido como Vánagandr y se le representa como un lobo de grandes dimensiones y actitud feroz. Hay representaciones de Fenrir en las piedras rúnicas de Tullstorp y Ledberg, por mencionar algunos ejemplos.
En el folclor de China, Panhu, también conocido como Panwang y Pangu, es el nombre de un perro legendario que tiene la forma de un dragón. Panhu es considerado un símbolo sagrado para los pueblos Yao, Miao y She. En el suroeste de China, como entre los Miaos, los Yaos y los Shes, muchas personas creen que Panhu es su ancestro original. Le rinden culto y le ofrecen sacrificios, y con el tiempo surgió en su honor el famoso Festival de Panwang.
Según cuenta la historia, cuando el emperador Di Ku o el rey Gaoxin gobernaba, su esposa padecía una enfermedad en el oído durante mucho tiempo. Sin embargo, después de que se extrajera un gusano dorado de su oreja, ella se recuperó por completo. Poco después, ese gusano dorado, que fue colocado bajo una calabaza, creció hasta convertirse en un perro dragón con patrones de brocado en todo su cuerpo. De ahí proviene el nombre de Panhu (donde el carácter “Hu” hace referencia a una calabaza). Panhu, un ser encantador e inteligente, fue venerado tanto por el emperador Di Ku como por otros funcionarios.
En contraposición, la mitología japonesa está repleta de criaturas mágicas, muchas de las cuales son representaciones de fuerzas naturales, mientras que otras sirven para explicar sucesos que podrían resultar extraños para los antiguos habitantes de Japón. Uno de estos seres es el Raiju, un yokai o demonio que encarna los rayos y truenos en forma animal.
Desde guardianes o protectores hasta guías espirituales y compañeros leales, los perros han sido venerados y reverenciados en numerosas tradiciones mitológicas. Las representaciones de perros en las culturas del mundo nos muestran cómo los seres humanos han buscado dar sentido a su relación con estos animales y cómo han proyectado en ellos sus valores, creencias y temores. A través de estas historias, los perros trascienden su papel como simples animales y se convierten en figuras simbólicas que reflejan aspectos profundos de la condición humana.