Redacción y fotografías por Kenia Hernández
Característico en el Altiplano Potosino, despunta por su peculiar nombre el municipio de Matehuala. “MA-TE-HUA-LLAL” – traducido como “¡No vengan!” – el grito de guerra entre los indígenas guachichiles en una época en que sus territorios fueron tierras vírgenes. Es uno de los municipios más extensos en el estado, hogar de flora y fauna típicas de la biosfera semidesértica. Además, es multidiverso debido a su conveniente ubicación, colindando con otros territorios, como Zacatecas, Coahuila y Nuevo León.
Desde su fundación en 1550, Matehuala se compaginó entre influencias e interacciones indígenas y españolas, favoreciendo un sincretismo cultural reflejado en su producto final: la gastronomía.
Rodeados de cactáceas y vistas panorámicas hacia el Cerro del Fraile. Matehuala es un activo importante para el comercio potosino, reconocido antes que, por lo industrial, por sus manos artesanales. En el Mercado Arista donde, por un lado, los manjares desérticos y del campo se convierten en deliciosos dulces típicos: quesos de mezquite o tuna; mermeladas, natillas, chiclosos, obleas y sus célebres charamuscas y cajetas. También, entre sus caminos y pasillos, encontramos algunos otros alimentos de la cocina: el queso de cabra, embutidos y cabuches. Por otra parte, su mayor gusto por el sazón de los platos fuertes se olisquea en el aire de locales a la redonda; y se ofertan platillos entre ellos: el picadillo, los tamales, las enchiladas matehualenses, sopes, el distinguido cabrito, las carnitas, el típico asado de boda, gorditas y las barbacoas domingueras.