Por: María Fernanda Cañizalez Betancourt
Fotografía: Claudia Edith Zamora Nieto
Belle, del director Mamoru Hosoda, llegó a cines mexicanos recientemente en enero del 2022, siendo una cinta que ha dado de qué hablar a la crítica. Desgraciadamente, no alcanzó a encontrarse entre los nominados para los premios Oscar que se celebrarán este marzo.
Si bien, la película antecesora del mismo Hosada, Mirai, mi hermana pequeña, tuvo su nominación para la 91ª edición de los Premios de la Academia, Belle no fue considerada para este año, a pesar de sus ovaciones en la reciente entrega del Festival de Cine de Cannes y el Festival de Cine de Nueva York. Además, no hay ninguna película extranjera, además de Flee, entre los nominados para mejor película animada, y el público ha expresado su descontento.
Sin embargo, no es la primera vez que la Academia ignora a las películas de animación japonesas entre sus listados. Se han comenzado a otorgar nominaciones a “mejor actor/actriz” a artistas extranjeros (principalmente asiáticos). Tampoco es tan raro encontrar películas fuera de Hollywood y de habla inglesa nominadas a mejor película. Pero se habla mucho de lo monopolizada que está la categoría de “mejor película animada” por la industria estadounidense, y se sabe que el cine de animación japonés no ha ganado un galardón desde 2002, con El viaje de Chihiro, del famosísimo estudio Ghibli.
Cabe decir que el cine de animación japonés existe más allá de las producciones de Studio Ghibli, y, para cientos de personas alrededor del mundo, muchas de estas obras ameritaban, al menos, una nominación.
Japón y cine de culto: la historia es el atractivo y la animación, el recurso
El Studio Ghibli y Hayao Miyazaki solamente son una pequeña parte de la industria, pero es la más conocida y galardonada en el extranjero. No fue hasta 2018 que Mirai, mi hermana pequeña, rompió la tradición y, por primera vez, una película de anime que no fuese de Studio Ghibli obtuvo una nominación en la Academia. El viaje de Chihiro, La Princesa Monoke y la aclamada El castillo vagabundo son películas que nunca faltan en los listados de mejores películas animadas, pero es cierto que el estudio que las produjo no es toda la industria.
Por años, la industria japonesa nos ha dado obras de culto como Akira (1988), Perfect Blue (1997) y Ghost in the shell (1995). Ésta última fue ignorada en su momento en cuestión de galardones, pero su nivel de culto le valió incluso una adaptación live action hollywoodense protagonizada por Scarlett Johanson. De hecho, haciendo un pequeño paréntesis, algunas obras japonesas han llegado a la gran pantalla solamente al ser adaptadas a un formato live action estadounidense, tal como Alita: Battle Angel en 2019.
Los niños lobo (2012) nos habla de los conflictos de una madre soltera criando a sus dos hijos y el viaje de verlos crecer para tomar caminos separados. Paprika (2006) nos traslada a un complicado mundo que rebasa los límites entre lo real y la mente y nos da un recorrido entre sueños lúcidos mientras la protagonista persigue a un ladrón. Esta película fue una de las principales inspiraciones de Christopher Nolan para crear Inception.
Incluso las mismas películas de Ghibli son consideradas de culto, entregándonos historias profundas en formato animado. En La tumba de las luciérnagas (1988) se nos muestra un discurso antibélico con una ambientación post-segunda guerra mundial. La Princesa Monoke (1997), así como gran parte de las obras de Hayao Miyazaki, retrata un mundo donde la naturaleza está en guerra con la humanidad, respondiendo a sus amenazas con discursos a favor del cuidado del medio ambiente.
Nueva visibilidad
En el anime podemos encontrar obras de acción, terror y ciencia ficción; un gran listado de géneros y estilos más allá de las estigmatizaciones habituales de la animación. Belle (2021) carga con su propio discurso que retrata los peligros a los que los adolescentes se enfrentan en la virtualidad (fake news, cyberbullying, ciberacoso, etc.), en una renovación del género que mezcla elementos musicales y pictóricos que podrían competir con las habituales películas de Disney. Esto nos hace preguntarnos, nuevamente, por qué no está recibiendo nominaciones en ceremonias como los Óscares.
La variedad de estos contenidos es importante. El tenerlas cada vez más cerca de los consumidores es, en gran parte, el por qué obras como Belle siguen dando de qué hablar. La diversificación de contenidos le dan visibilidad a proyectos como estos, razón por la que, hoy en día, tenemos películas de anime como Demon Slayer: El tren infinito (2020), consideradas como uno de los estrenos más taquillero (503 millones USD) a lo largo del mundo.
Fuera de la apertura de las salas de cine tradicionales a mostrar películas de otros países del mundo, las plataformas de streaming han facilitado el acercamiento a estos contenidos, acercando más el foco sobre los mismos. La globalización está facilitando la distribución de contenidos extranjeros en todo el mundo, abriendo las posibilidades de un medio que, en gran parte, ha monopolizado Hollywood.