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POR: Antonio García Acosta

En Samhain (1951), Leonora Carrington presenta una escena iluminada por la coincidencia imposible de la luna nueva y un eclipse de sol. Debajo de los astros, vemos a una sucesión de espíritus. Han surgido, tal vez, de alguno de los muchos montículos de piedra en territorio irlandés que conectan con el mundo de los muertos. Los espíritus aparecen durante el Samhain, una de las cuatro fiestas principales del año céltico, que coincide aproximadamente con nuestro día de muertos. La ocasión marca el momento en el que se desdibuja la frontera entre el mundo de los vivos y otras dimensiones, en las que se encuentran los antepasados humanos y otras tantas criaturas fantásticas. Todavía hoy, en algunos hogares, esa noche se pone la mesa con uno o varios lugares extra para los parientes difuntos. 

En el cuadro de Carrington, sin embargo, no hay humanos, sólo espíritus y animales. Un gallo observa la escena perchado sobre una puerta. Debajo, un pequeño muro divide a dos figuras humanoides. Una es blanca. Su cabeza se asemeja a una mantarraya y su cuerpo está cubierto por un pelaje de colores pardos y blanco. Sus manos adoptan la posición de quien sostuvo algo, posiblemente el huevo que vemos en la esquina inferior derecha de la imagen. La figura al otro lado del pequeño muro es negra. Su cabeza, difícil de definir, parece estar cubierta por una guirnalda de flores amarillas que enmarcan a sus pequeños ojos blancos. Sobre el muro encontramos dos aves que son, de nuevo, una blanca y otra negra. 

Las dualidades se multiplican: dos astros, dos aves, dos mantos. De estos últimos, uno es rojo y cuelga de un muro, el otro es blanco y tiene un rostro triste. Tres jaguares se corresponden en su postura con tres figuras humanoides de color blanco, tal vez espíritus, que perecen estar atrapando a otro espíritu de color negro con una red. En torno a esta escena, el espacio está bordeado por construcciones a modo de un jardín amurallado que cuenta con varias puertas de acceso. En este cuadro, como en muchos otros de la artista, abundan las imágenes liminales, los umbrales que conectan distintos mundos, los estados de transición. Primer tipo: las puertas que comunican espacios físicos. Segundo: los mantos traslúcidos que son corpóreos y a la vez etéreos. Tercero: híbridos de animal y humano, o de seres fantásticos que oscilan entre diferentes especies. Todos ellos reunidos bajo la ambigua luz de una noche iluminada de forma imposible durante el Samhain, la gran festividad de lo liminal.

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