Culturas urbanas ¡a vivir la ciudad!
“Para eso se hizo la Revolución, pues. Para que hubiera fraccionamientos en la ciudad de México.”
La región más transparente, Carlos Fuentes.
“El derecho a la ciudad”, de Henri Lefebvre, es un análisis pionero de lo urbano y la apropiación de los espacios públicos.
El autor, de ideología comunista, denuncia el crecimiento de las urbes solo por motivantes económicos, con nulo desarrollo social; hasta convertirse, en lo que podríamos describir como enormes masas de concreto, gases contaminantes y, por supuesto, pequeños guetos de carácter elíseo para la clase dirigente (toda ciudad, por más gris y fea, tiene su respectiva burbuja para la clase adinerada).
Conceptos como “desarrollo urbano” o “agenda ambiental” adquieren cada vez mayor peso en la agenda pública. Los residentes de las grandes urbes reclaman calidad de vida y reflexionan sobre el espacio: calles, avenidas y parques públicos que se interrelacionan con su cotidianeidad y, por ende, con su calidad de vida.
Las manifestaciones artísticas no podrían quedar fuera de este número. Si hablamos de urbanismo e identidades colectivas, explorar desde el arte callejero hasta las manifestaciones artísticas más ortodoxas es una obligación. “El arte aporta a la realización de la sociedad urbana su larga meditación respecto a la vida como drama y goce. Además restituye el sentido de la obra; proporciona múltiples figuras de tiempos y de espacios apropiados: no aceptados por una resignación pasiva” dice Lefebvre.
Hablar de la ciudad es, igualmente, hablar de identidades colectivas, tribus urbanas, manifestaciones sociales, arquitectura, la lucha que surge entre el mar de concreto y el pensamiento verde; pero también de la diferencia de clases, pues como diría Carlos Fuentes en su novela La región más transparente: “Luego, luego se ve quién es quién en esta miserable aldea”.