Obstáculos y retos de la comunidad lesbiana
Por: María Fernanda Cañizalez Betancourt
“Pensé que me tenía miedo.”
“Está en lo cierto: tengo miedo.”
Marianne (Noémie Merlant) y Héloise (Adèle Haenel) — Retrato de una mujer en llamas.
Cuando dos mujeres se dan su primer beso a la entrada de una cueva, paradas sobre una isla en medio del mar, el amor que debe vivirse a escondidas por ser “tabú” toma forma.
Por supuesto, Retrato de una mujer en llamas, película dirigida por Céline Sciamma y de donde se rescata este pequeño fragmento, está ambientada en una realidad a fines del siglo XVIII, sin embargo, estos elementos del miedo y el tabú que rodean al amor entre mujeres, sigue existiendo en ciertas medidas, dentro de nuestra sociedad contemporánea.
El amor entre mujeres siempre ha existido, pero el nombre que se le ha dado y su visibilización en los medios y la sociedad tienen relativamente poco (incluso en la misma comunidad LGBT); hoy en día, conocemos a estas mujeres como lesbianas.
El lesbianismo:
Los orígenes de la palabra lesbiana tienen sus raíces en Grecia, en honor a la poeta Safo, nacida en la isla de Lesbos, a quien por el simple hecho de ser mujer y sentir abiertamente atracción por sus discípulas se le perseguía. Dentro de sus poemas, uno de los temas principales que podemos encontrar, trata sobre la propia belleza de las mujeres, su vida diaria y amor hacia ellas.
La isla de Lesbos estaba ligada a la libertad sexual, y así, con la imagen que se tenía de la poetisa, el amor entre dos mujeres empezó a ser llamado lesbianismo o amor sáfico.
El tabú que siempre ha sido amar a otra mujer siendo mujer
En la época de Grecia, donde las relaciones homosexuales entre maestros y discípulos eran algo prácticamente normales, no sucedía lo mismo para Safo, a quien se le condenaba por exactamente la misma razón, por la diferencia de ser mujeres.
Cuando la medicina hablaba de la homosexualidad masculina como una enfermedad y dedicaba extensa literatura al asunto, no era el mismo caso para las relaciones entre mujeres, ya que no lo consideraban un problema o incluso algo peor: no consideraban que existiera.
Recientemente se habla de cómo la comunidad lesbiana poco se siente expresada y representada por la comunidad LGBT. Por otro lado, también se dialoga del fuerte proceso que éstas tienen que atravesar para reconocerse a sí mismas, no como mujeres homosexuales o mujeres “gays”, sino, abiertamente, como lesbianas, para lograr expresar su identidad sexual.
La visibilidad y el miedo a la palabra “lesbiana”
Cabe destacar que esta invisibilización de la que se habla, no solamente existe en perspectivas externas a la comunidad, sino que también se vive en el yugo de la misma. Esto se debe a que, según expresan algunas mujeres lesbianas, el peso que se le ha dado a la misma palabra que nombra su identidad sexual es demasiado grande.
Según algunos testimonios que se recopilaron sobre el tema, los cuales se mantienen de forma anónima, la mayoría expresa atravesar un proceso de aceptación doloroso para consigo mismas. Todo esto debido a una sociedad que sigue percibiendo la palabra lesbiana como algo tabú y hasta ofensivo, volviendo entonces al amor entre mujeres más difícil de nombrar desde el exterior
“Siempre que hemos escuchado mencionar la palabra lesbiana, la gente suele hacerlo como si se tratara de algo sucio, y queramos o no, deja un impacto dentro de nosotras”.
Factores como estos vuelven más difícil la autoaceptación, sobre su identidad sexual; algunas de ellas hablan sobre esta etapa complicada de sus vidas, en las que si bien, ya se habían aceptado como mujeres homosexuales, temen definirse a sí mismas bajo el yugo del lesbianismo, por lo que optaban por llamarse a sí mismas de la igual manera que a los hombres homosexuales y utilizar la palabra gay en su lugar, siendo esta más normalizada y hasta amigable, según sus palabras. Esto conlleva, por ende, también una manera de invisibilizarse a sí mismas dentro de la comunidad LGBT, un sitio donde por el peso de la palabra lesbiana deciden evitar el termino y no llamarla correctamente.
Es aquí cuando radica la necesidad de un cambio en el pensamiento, quebrar perspectivas obsoletas y estigmas mal estructurados; en el empezar a llamar a las cosas por su nombre y sin miedo, para dejar de violentar a un grupo ya invisibilizado, obligándole a seguirse escondiendo detrás de etiquetas que no le pertenecen por miedo. Comprender que al decir lesbiana simplemente se trata de una mujer homosexual que necesita tener su propio espacio y voz.
Es necesario dejar atrás los prejuicios, para ayudar a más de estos grupos minoritarios a tener procesos de aceptación más suaves y gentiles, pero sobre todo, a tener espacios que puedan sentir como propios sin la parte de rechazo hacia sí mismos.