Museyroom: Arte y cultura – La cáscara de vida que cubre este planeta

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Por: Museo Leonora Carrington

En el Día Mundial del Medio Ambiente 2020

El COVID-19 es el resultado del trato que hemos dado los humanos al planeta Tierra. La incesante explotación de recursos conduce a la destrucción de hábitats y a la huida de especies en busca de comida y refugio; esto ha provocado la transferencia del virus mortal. Todo está conectado, y si ignoramos esto, pereceremos. 

En este contexto, la obra artística de Leonora Carrington, con su interminable desfile de criaturas fantásticas, nos podría parecer un capricho, mera evasión. Sin embargo, esta interpretación confunde profundamente la visión de Carrington, quien fue pionera del eco-feminismo, consciente de estos temas y de su interdependencia fundamental.

Ella comprendió que la Era Industrial se había originado en una perspectiva utilitaria del mundo, en la cual todos los seres son valorados como instrumentos; un lugar en el que, como dijo Octavio Paz “todo es un para”, donde todo ser debe contribuir a la incesante producción de valor. Pero la Tierra no puede ser explotada infinitamente. 

Para una mente así, solo lo material cuenta. Las cosas deben cuantificarse, medirse. No existe espacio para la fantasía, solo para las metas y los fines últimos. Solo aquello que existe es real. Uno se olvida que nuestra vida se compone de lo actual y lo virtual, lo vivido y lo imaginado, el presente, el pasado y el futuro. 

Carrington propuso que la realidad era más amplia. “Cuando uno belleza y fealdad, realidad y fantasía, horror y alegría, no represento sino lo que somos, lo que no nos atrevemos a asumir porque nos da miedo. Es más fácil y menos doloroso tomar conciencia de lo exterior, de la fachada, de los objetos concretos que nos tranquilizan, porque supuestamente son los poseedores de la realidad”. Lo existente no tiene límites, siempre excede lo que se puede medir o controlar. Es inabarcable. Admitir esto no es evasión, es enfrentarse al abismo de lo desconocido. 

Al entender esto, la escultura y pintura de Carrington adquiere un significado distinto, convirtiéndose en un recordatorio de cómo Occidente ha querido deshacerse de todas las formas de conocimiento ajenas a la ciencia, tales como el mito, la religión y la alquimia. Nos ayudan a tener presente que el pensamiento instrumentalista no es el único posible, y que la humanidad ha producido civilizaciones distintas por milenios, entre las cuales existían visiones del mundo más saludables que la nuestra.

Carrington prefería llamarse a sí misma un animal humano femenino, pues así creaba un énfasis en nuestra conexión con las otras especies. Como la amiba y el león, somos parte de un sistema en equilibrio. No un ser superior destinado a dominar sobre las demás criaturas, sino simplemente un habitante más, una “célula de la cáscara de vida que cubre este planeta”.

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