Por: Jaime González Rueda
¿Cuándo surgió tu gusto por la fotografía y el cine?
Viene desde la prepa. Como taller artístico tome fotografía, me fascinó el proceso de revelar las imágenes de manera manual. En aquel tiempo gané un premio estatal dentro del sistema de preparatorias. Después, al concluir la preparatoria, vino la gran interrogante; la necesidad de seleccionar una carrera. Mi decisión estaba entre Diseño Gráfico, Arquitectura y Ciencias de la Comunicación; opté por la última. La carrera me acentuó el gusto por la fotografía. Dos años después de egresar de la carrera de comunicación me di cuenta que lo mío era lo audiovisual y para mi, el cine era la vía de especialización.
Si algo comparten el Diseño Gráfico, la Arquitectura y la Comunicación, es la parte creativa, la sensibilidad que sus profesionistas deben tener. ¿Tu perfil se dibuja en este tenor?
Sí, nunca me imaginé sentado en una oficina, trabajando entre cuatro paredes. Hasta el día de hoy el diseño gráfico me llama mucho la atención; la cuestión de la forma plástica en relación con una funcionalidad, me gusta mucho el diseño de interiores, de hecho sigo a mucha gente creativa y a diseñadores en Instagram.
La fotografía no siempre debe retratar algo bello, más bien debe narrar, ¿Cuál es la clave para contar esas historias a través de la imagen?
Yo creo que lo primordial es entender el proyecto; saber cuál es esa fuerza motora de creación. En el caso del cine, es conocer la energía motivadora del realizador. Al final cada historia es un medio para decir algo.
Tu trabajo depende en gran medida de la comunicación con el realizador, pero también del trabajo colaborativo con el personal a tu cargo, una posición intermedia entre los directivos y el personal técnico.
Sí, tengo ese puesto intermedio, que como tú bien lo defines, funge de mediador entre las posiciones globales que ven el proyecto en un plano general y las personas que lo hacen palpable. Mi trabajo es asegurarme que lo plasmado en el proyecto se materialice en el terreno.
¿Cómo definirías tu estilo fotográfico?
Versátil. Me gusta hacer todo tipo de proyectos, cada uno da “kilometraje” y te hacen crecer. El año pasado, mientras trabajaba en Televisa, grabé un cortometraje de terror con un amigo. Las grabaciones eran únicamente los domingos. Nos costó sangre, sudor y lágrimas, porque terminábamos a las 4 o 5 de la mañana, y al día siguiente tenía que ir a trabajar. Fue muy interesante porque la historia plantea un ladrón que se mete a una casa justo al anochecer. Por la temática del cortometraje, no se justificaba la existencia de ninguna luz. Fue un reto interesantísimo, era iluminar en la sombra. Me cambiaba por completo el esquema de trabajo, ya que en Televisa se trabaja con imágenes muy pop y brillantes. Cada lunes tenía que cambiar el switch mental para poder responder a cada proyecto.
Algo que distingue mi trabajo es la existencia de luces anónimas y suaves. Siempre que no sea así me pongo inquieto, insatisfecho o incómodo. Me gusta que sea una luz que no sepamos de donde viene, a donde va; solo que existe; que es endémica.
Has trabajado en muchos proyectos, todos ellos muy distintos entre sí. ¿Has rechazado algunos proyectos porque no te apasionan? ¿se vale rechazar?
Le entro a casi todo. Rechazo proyectos por cuestiones de agenda. La otra razón por la que digo que no, es cuando una persona no me convence, no tanto por el proyecto. El cine te pone en un estrés muy particular. Una vez que inicia la producción, el “taxímetro” empieza a correr. Cuesta la renta del equipo, el permiso de grabación, los sonidistas, las luces. Hay ciertos realizadores que trabajan para ser dictadores; evito trabajar con ellos. Por el contrario, aprendo mucho de las personas que están relajadas, que van disfrutando del proceso.
El fotógrafo John Alcott se empapó de la pintura barroca y rococó para hacer la película de Barry Lyndon; se inspiró en la obra de Antoine Watteau. ¿De dónde sacas tus inspiración?
Yo donde siempre busco la referencia es en la lectura histórica y el backgroud psicológico, a fin de comprender cómo las fuerzas de la realidad chocan y construyen algo. La realidad no es una y hay múltiples perspectivas. Así busco narrar, sea desde una perspectiva histórica o desde la introspección de un personaje a fin de construir imágenes. John Alcott por ejemplo, partió desde una perspectiva histórica, como era la luz en el siglo XIX, así la iluminación se basó en la luz de las velas.
Dicen que el fotógrafo es un pintor de luz, te gusta la pintura
Me gusta la pintura; me gustan más las fotografías. Empecé lo audiovisual con el documental. Es muy mágico como obtienes imágenes de la realidad que son casi como si las hubieras diseñado, siendo solo circunstancias que se cruzan. Me gusta el documental que te ofrece esos toques de “realidad mágica”, cuando sus elementos se conectan por simple azar.
¿A quién admiras ?
Me identifico mucho con Roger Deakins, que maneja una luz muy suave, muy anónima, y que ha logrado cosas increíbles. Empuja la narrativa al límite, su película “1917”, tiene secuencias fantásticas donde la iluminación está basada en juegos pirotécnicos. La luz, en lugar de ser violenta o inestable, es suave, el espectador es introducido al tema de la guerra de manera muy pacífica. Me encanta esa cuestión de confrontar simbolismos opuestos, en este caso la guerra con el placer visual.
Yo veo todo tipo de películas, en cualquier faceta hay algo que me puede enriquecer. Veo desde Avengers hasta cine coreano. No se debe rechazar lo comercial, hay algunas producciones comerciales que tienen detrás una fuerza creativa muy fuerte.
Hablemos ahora de tus trabajos, “Como mirar bajo la lluvia”, un cortometraje con escenas muy dinámicas, planos muy abiertos, ¿qué pretendías mostrar ahí?, ¿cuál fue la narrativa buscabas a través de la imagen?.
Ahí la realizadora imaginaba un cuento en un lugar mágico. Ese lugar es Tlacotlapan, un pueblo lleno de color, un lugar atrapado en el tiempo. Hay casas preciosas. Si tu cambias la historia a otro escenario, la historia completa cambia. Ahí era mucho de capturar colores, la estética particular del pueblo.
“Mente revolver”, planos más cortos, más psicológicos…
Es un largometraje que tiene su origen en las óperas primas, las cuales no buscan recuperar su inversión, entonces es una oportunidad fantástica para el realizador y para un fotógrafo; no hay que rendirle cuentas a nadie. En “Mente revolver” se hizo una batidora de referentes cinematográficos; un frenesí de cortes que inserta al espectador en una montaña rusa audiovisual. El realizador decía que las imágenes en el extremo son las más interesantes; no las imágenes profesionales que cumplan con la esencia académica, sino poner esas normas en el extremo y romperlas. Este proyecto nos llevó al Camerimage en Polonia, un festival internacional de cine para cinefotógrafos. Entramos por la categoría de ópera prima, una categoría especial donde los realizadores son muy aventados, algunos experimentan tanto que termina siendo su última ópera prima. Son películas muy arriesgadas que escapan a las formas de las industrias.
¿Cuál es tu máxima satisfacción profesional?
Sin duda el Camerimage de Polonia. Estar con los fotógrafos que admiras y que antes los veías en revistas. Es una competencia mundial y nos escogieron. En los eventos tienes acceso a lo más nuevo en tecnología de cámaras y lentes. Fuera de la ceremonia puedes entablar pláticas con grandes personalidades del medio, tomar una copa e intercambiar puntos de vista del cine actual.
Como fotógrafo consolidado, ¿qué aconsejarías a los jóvenes que se interesan por la fotografía, como narrar una película?
Fotografiar todo, participar en todo, cada disparo es un avance. Para conseguir un trabajo lo que presentas no es un título profesional, sino un portafolio de imágenes.
¿Cómo te ves en 15 o 20 años?
En 15 años como escritor. El fotógrafo invierte mucha energía en cada rodada. Cuando grabas un largometraje pasas 12 horas diarias en el set. Si esto me lo hubieras preguntado hace 7 años te habría dicho que filmando en Europa. Yo quiero dedicar tiempo a mi hijo. Quiero pasar a la escritura audiovisual. Creo que hay un área de oportunidad ahí. Es un ejercicio muy enriquecedor. En 15 años tendré 57, no creo tener el mismo ritmo de trabajo.
¿La escritura para guiones de cine?
Sí. En los últimos años la tecnología ha cambiado el panorama. Me veo más como escritor porque la tecnología comienza a suplir al fotógrafo.
¿El campo laboral del fotógrafo se va cerrando?
Sí. Lo ves en los puestos que me asistían; muchos han desaparecido. Para el green screen, antes había gente especializada, en los próximos dos años ya no se va usar, hoy ya existe la tecnología que elimina todo aquello que esté fuera de foco al apretar un simple botón. Los lentes están haciendo focos automáticos, antes había un foquista que se dedicaba a ello. La tecnología va sustituyendo muchos puestos de trabajo y ya veo que van por el mío.
Antes que eso ocurra, te vas…
Sí, por eso me estoy reinventando. El contar historias para mi. Hay una fascinación del ser humano por escucharlas, eso no cambia. Cambia la forma de consumir, por ejemplo el streaming, las formas han cambiado, pero las historias ahí siguen.
En una frase, ¿qué es fotografía?
Es claroscuro, es luz y sombra, es contrastar… En donde los choques de fuerzas encuentran las verdades. En una discusión puedes encontrar los motivos de una persona, sus fuerzas y debilidades.