Akira: la dicotomía de la humanidad

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Por Rolando Morales Flores.

Como parte del ciclo de cine de Cyberpunk y anime organizado por el CineClub de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, se proyectó el pasado martes en el auditorio Rafael Nieto la película Akira, la obra maestra de Katsuhiro Ótomo. Es un filme referente en el género y un punto de inflexión para que la animación japonesa se haya convertido en el fenómeno de la cultura popular que es hoy en día.

El cyberpunk hace referencia a la cibernética (avances científicos y tecnológicos) y al punk (rebelión y transgresión). A largo de los años se ha intentado dar con una definición concreta acerca de qué es este género de la sci-fi. Francisco Calleja lo define como un género que:

“Lleva al extremo la influencia de las megacorporaciones, la descomposición ecológica y la expansión de la cultura popular”.

Akira no es solo parte de este subgénero de la ciencia ficción y del anime en general, sino que representa una obra de culto que rompió los paradigmas de los más profundos estigmas de su industria al revolucionar la animación tanto en su ejecución como en su propia narrativa.

Estrenada en 1988, la película se ambienta en el año 2019 y la acción toma lugar megalópolis de Neo Tokio. Kaneda, líder de una banda de delincuentes juveniles, conduce su moto compitiendo contra bandas rivales a través de una ciudad devastada. Una noche, una serie de acontecimientos desatan los más oscuros secretos de una sociedad en decadencia y la trama toma un camino inesperado para los convencionalismos de este tipo de historias al optar por una mirada críptica y filosófica del ser humano en su lucha por el progreso.

El filme de Ótomo se mueve en el limbo de una gran diversidad de temáticas y estilos, tales como el ya mencionado cyberpunk, la ciencia ficción, la anarquía y la religión. Todos estos elementos narrativos convergen de una manera acertada al mostrar una introducción “reconocible” para la audiencia en su icónica escena de introducción.

Sin embargo, al finalizar este momento, que funciona de maravilla para atrapar al espectador con su acción desenfrenada y la creación de un entorno hermoso mediante una animación innovadora que se mantiene vigente hasta nuestros días, se vuelca en un retrato de una sociedad que se consume a sí misma, en una oda a la autodestrucción y la salvación de la naturaleza del ser humano en su máxima expresión.

Sería erróneo, y hasta cierto punto simplista, reducir Akira como una simple obra hija del cyberpunk que, como hemos mencionado anteriormente, simplemente utiliza estos elementos vistosos para darse a conocer mientras los usa como vehículo para presentar una historia que le exige muchos a su audiencia a raíz de un ritmo y un montaje inaudito que resulta inesperado en una obra de tal concepción.

Tras desenmascarar la obra y retirar todas y cada una de sus finas capas, la verdadera esencia de Akira no explota en la cara, pues el caos es el eje en el que fundamenta sus bases narrativas. Resulta que la ciudad está tomada por pandillas, hay conflictos religiosos y multitudinarias manifestaciones civiles, una horrenda aristocracia intoxicada por la corrupción.

El futuro no es el brillante mañana que Asimov predecía, es un eco de nuestro presente adornado con luces neones, tecnología vistosa y motocicletas cool mientras el pensamiento de nuestra impotencia ante el cambio resuena en nuestras cabezas. Akira presenta una crítica a los valores que el modernismo le daba a los avances tecnológicos, al ser el posmodernismo una fuente de su propio discurso.

No busca desprestigiar los avances del progreso, sino que se burla del planteamiento futurista que fantasea con la idea de los autos voladores, inteligencias artificiales y escapes hacia una realidad virtual como si todo eso fuera solucionar nuestros profundos complejos psicológicos, nuestra megalomanía, la falta de comunicación o cualquiera de los problemas que hoy en día tenemos.

Aquel sujeto esclavo del cambio y del progreso resulta deshumanizado, pues en su metamorfosis, Akira sobre el camino que la humanidad debe de tomar en una bifurcación aterradora. La creación y la destrucción es inminente, pues el poder recae en las manos de unos cuentos que no saben qué hacer con él.

Akira es una obra que todo fanático del anime y del cine en general debería de ver, no solo por el impacto que tuvo, sino por la vigencia de los temas que trata y la reflexión que busca suscitar mediante el uso de los elementos que la componen como una obra de culto. La película se encuentra en su idioma original en Netflix.

El ciclo de cine de Cyberpunk y anime organizado por el CineClub de la UASLP continua este 23 de mayo con la proyección de Cowboy Bebop de Shin’ichirō Watanabe y el 30 de mayo con Evangelion: 3.0+1.0 Thrice Upon a Time de Hideaki Anno, Kazuya Tsurumaki, Mahiro Maeda, Katsuichi Nakayama, en el auditorio Rafael Nieto a las 7:00 de la tarde. No te las puedes perder.

Y recuerda, si alguien lo dibujó frame por frame, merece la pena reseñarlo.

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