Y vivieron felices ¿para siempre? – La muerte o reinvención de los cuentos de hadas

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Por: Arely
Ilustraciones: Jaime G. Rueda

A las hermanastras de Cenicienta los buitres les arrancan los ojos, Aurora es abusada sexualmente y Ariel comete suicidio por “amor”. Así de “dulce” (léase con tono sarcástico) es la literatura infantil clásica, cruel e inapropiada para los convencionalismos modernos, que miden el alcance psicológico y social que estos tienen en los niños. Nosotros crecimos con cuentos como “La bella y la bestia” o “La Cenicienta”, pero ¿realmente conocemos el trasfondo que tienen dichos escritos? 

La mayoría de nosotros conocemos estas historias gracias a adaptaciones hechas por la Walt Disney Company, con versiones atenuadas de los cuentos originales, donde el misticismo de la pareja y la felicidad eterna junto a un hombre son constantes, pero ¿qué mujer en pleno siglo XXI busca la felicidad únicamente a través del matrimonio?, ¿qué pasa cuando los niños y las niñas crecen y todo se ve de manera distinta?, cuando la magia se acaba y es sustituida por la realidad.

Los cuentos de hadas y la literatura infantil han evolucionado drásticamente, la narrativa donde la princesa necesita ser rescatada por el “valiente” príncipe tiende a desaparecer. Los actos de rebeldía, anteriormente vistos de forma negativa, se entienden como actos de valentía. Recordemos, todo pierde vigencia en esta vida, ¡la literatura no es la excepción!

Un claro ejemplo es La Bella y la Bestia, un cuento clásico francés, en cuyo trasfondo se esconde el síndrome de Estocolmo, un trastorno afectivo que presentan las víctimas de secuestro hacia su captor, al presentar, este último, muestras de amabilidad y humanidad. En la historia, la doncella que es retenida en el castillo por la bestia, desarrolla sentimientos de amor hacia esta, rompiendo así el hechizo. Obviamente nadie en el siglo XVI cuestionaba este comportamiento, pues fue hasta 1973 que se acuñó el término de Síndrome de Estocolmo, cuyo nombre se debe a un fallido asalto bancario en aquella ciudad, en donde 4 personas retenidas por el asaltante protegieron a este último de la policía.

En este clásico francés también se puede ver a la doncella como una representación de la mujer que llega a la madurez sexual y a la bestia como la “brutalidad” del hombre; una crítica a los matrimonios concertados entre mujeres jóvenes y hombres maduros, donde la mujer debe aprender a amar a contracorriente, algo que definitivamente no cuadra en esta época. 

La psicóloga Lorena Leija Esparza nos dice: “no es que los cuentos generen traumas o giren en torno a estos, cualquier historia se puede analizar desde esa perspectiva, cualquier cotidianidad, simplemente eran parte del reflejo de la cultura de ese tiempo, de la forma de vida. Claro que si los analizamos a la luz de hoy, pues sí resultan historias con tintes psicóticos”.

Leija Esparza niega que los cuentos de hadas sean historias traumáticas, simplemente la sociedad ha cambiado. “Lo que se veía normal en otras épocas, ahora no lo es, los cambios sociales y una nueva conciencia colectiva nos hacen analizar y darnos cuenta de acciones o situaciones que pasaban desapercibidas”.

Entonces, ¿qué ha pasado con este tipo de literatura infantil? Los tiempos y las personas han cambiado, y estos cuentos han evolucionado de igual forma. En los últimos años hemos visto la mitigación gracias a que como generación nos hemos separado de los estereotipos de roles que se nos daban a través de estos cuentos, tal como lo es el famoso amor romántico que todo lo soporta y el papel sumiso de la mujer frente al hombre, pero ¿quién mejor que una escritora de literatura infantil para hablar del tema?

Para Jimena Turrubiartes, escritora potosina, los cuentos de hadas “han sobrevivido porque han tenido que renovarse y adaptarse frente a los cambios sociales”. “Esto es algo que hemos visto al pasar de los años, la Cenicienta que nosotros conocemos no es la misma que se conocía antes de la adaptación de Disney de 1950 y no es la misma que van a conocer los niños que vivan en el año 2050, por que conforme pasa el tiempo, todo esto cambia”.

“Los cuentos nos ayudan a entender y comprender la sociedad en la que vivimos. Son un producto cultural, un reflejo de la sociedad; de su forma de vida y costumbres. El machismo era una parte fundamental de la sociedad, por tanto, su presencia en la literatura clásica es común” afirma Turrubiartes.

Evidentemente vivimos en una sociedad mucho más consciente del impacto de los contenidos en los niños y adolescentes, sobre todo gracias a los avances de la Psicología, una ciencia social relativamente nueva. La diversión tiende a ser hoy educativa y reforzadora de valores. Incluso los productos culturales se clasifican conforme al público al que van dirigidos.

En esta lógica se intenta no normalizar actitudes negativas. La reinvención de los cuentos de hadas, tanto en el mundo literario como en sus adaptaciones cinematográficas es la nueva constante. La aparición de princesas étnicamente diversas, la inclusión de personajes LGBT y la formación de tramas en torno a algo más que un “amor romántico” están presentes en estas reinvenciones, ¿quién no recuerda “La princesa y el Sapo”?, una adaptación libre de Disney de “La príncipe rana” de los hermanos Grimm, donde la protagonista es una joven afroamericana que busca fundar su propio restaurante, sin duda una trama moderna que incluye empoderamiento femenino.

Jimena Turrubiartes afirma que “La literatura se trata de disfrutar y de que uno forme su propio criterio de lo que te gusta y lo que no te gusta”. Es imposible negar el valor artístico de los cuentos de hadas tradicionales, pero tampoco es difícil negar que muchos de estos mundos literarios están sustentados en ideas un tanto arcaicas y hasta rancias. Recuerden, lo importante es medir las cosas con su respectiva vara ¿cómo evaluar una obra del siglo XVI con la lógica del XXI?, eso sería como intentar encajar un cubo en un orificio circular, ¿no creen?

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