Colaboración de Octavio Guerrero
Conocí a Suave gracias a mi hermana hace dos años. Ella vivía en la calle Independencia con Diego y Chips en una casa de techos altísimos. Caía mucha gente, muchos artistas: uno de ellos fue Suave. Su auto brilla como un rubí detrás de una vitrina en Liverpool. Parece un personaje de American Pie o una versión chicana de Snoop Dogg, como todos esos migrantes que han salido de Cerritos desde hace casi un siglo, primero como braceros legales, hasta hoy que son criminalizados en la irregularidad de sus papeles. Viste unos pantalones holgados, una playera de Snoopy jugando al tenis y unos Vans de color verde loto. No hay mucho tráfico en el periférico, obsoleto como todas las vialidades de la ciudad. Bajamos hacia Avenida Juárez viendo al esqueleto de la FENAPO que pronto revivirá con los impuestos de la ciudadanía. Suave dobla en una calle a la derecha y llegamos a su casa que está siendo remodelada para dividirse en tres departamentos. Subimos hasta el tercer piso donde se encuentra su estudio bajo un techo a dos aguas. Antes de entrar, veo hacia la Sierra de San Miguelito que ya luce trazada como si un niño hubiera dejado en obra negra un castillo de arena. Unas cortinas beige cubren del sol el caballete, los dibujos y los materiales con los que realiza su próxima obra. Suave se quita los lentes y sus ojos achinados me vuelven a recordar al rapero de Long Beach, California. Haciéndole honor a su apodo, pone el álbum El diablo en el cuerpo, de Álex Anwandter en YouTube, y comenzamos a hablar mientras el sol cae sobre los últimos árboles de la sierra que las constructoras urbanizarán algún día.
¿Cuáles fueron tus inicios en el under?
No hablábamos de underground, sino más bien decíamos “somos una contracultura” y cada elemento era algo así. Mi primer acercamiento fue en la primaria. Yo hacía mucho desmadre y mi mamá me pagaba una maestra que tenía hijos más grandes y uno de mi edad. Salía de la escuela e iba con ella a hacer las tareas. Uno de sus hijos hacía grafiti y así me despertó el pedo de las válvulas, los aerosoles y los marcadores. Empecé a ver muchas bombas. Ser grafitero fue mi punto de partida.
¿Cuál era tu tag?
Mi primer tag fue Reo y luego Mao, porque me llamo Miguel Ángel Orlando. Ya en la secundaria me involucré a ver más qué pedo y ahí empezó la música. Empecé a oír ska, reggae, dub. Esto también permeaba con la cumbia rebajada que oían mis primos.
Recuerdo que la primera obra que vi tuya fue una pastilla retroviral con incrustaciones de oro que se expuso en el MAC, ¿qué motivó esa pieza?, ¿existe alguna crítica?
Para empezar, yo soy cero detectable, entonces tengo que tomar retrovirales para mantener el virus no latente. Está en mí, pero no lo puedo contagiar… Este frasco con treinta pastillas cuesta $13,855.00 pesos. Son treinta pastillas para un mes, una al día. Esto lo tengo que tomar de por vida. Lo del VIH es una epidemia que ya las Naciones Unidas catalogó como tal y el medicamento es gratuito a través de asociaciones o equis cosa. Después de que me pasó eso, me di cuenta de varias cosas y quise saber qué pedo con todo, pero no te dicen nada. “Usted va a venir a tomarse las muestras y ya”. Nadie te informa qué pasa en tu cuerpo y eso es primordial. No es fácil, está culero. Esto ha sido así en todos los países y se sabe que fue una forma de control para erradicar a la población gay desde ochenta. La pieza del MAC es un tríptico semiótico del signo. Esta era el nombre y la fórmula de lo que es el retroviral, en palabra, en texto. Estaba la representación de la pastilla como una fotografía y la pastilla en sí, pero bañada en oro. Eso habla de qué es la pastilla: ¿el nombre o un símbolo? El cuestionamiento es verdaderamente saber cuál es la pastilla. Busco que haya varios niveles de lectura, el concepto de la pieza, no la pieza en sí. Tengo intereses más hacia la escultura. Es la segunda pieza escultórica que hago. La primera fue un dildo en forma de pito. Ahí me invitaron a participar en un pedo de tablas de skate. Era un negro y decía “Soy la verga”. Pudo considerarse racista, pero el pedo no iba por ahí. Después de esa exposición ya no me volvieron a invitar.
¿Llegaron a exponer la tabla?
Sí, no les quedó de otra, pero después de eso no me volvieron a invitar. Ahí ya había dicho que era gay y algunos me abrieron por eso. Eso ya tiene unos 8 años. El gay es falocentrista y el hombre heterosexual también. Pasa mucho eso de quién es más verga, quién la tiene más grande.
Habiendo tenido exposiciones en Ciudad de México, donde se sabe que asisten más personas ¿cómo resistes desde la provincia? ¿Te gusta crear y exponer en San Luis?
No me gusta exponer en San Luis. Me han cuestionado que por qué no pongo mi trabajo aquí. Yo lo decidí así. No me gusta cómo somos y nuestro carácter, nuestra doble moral; no me gusta que somos culeros y que no nos ponemos a pensar en el esfuerzo y el trabajo de los demás. Creo que es de ese pedo del que hay que alejarse. Estoy acá porque es más barato y desde la pandemia se abrió esa área de oportunidad de que no tengas que estar en el centro de todo, pero sí tengo que aparecer de vez en cuando en ese centro (CDMX). Salir de la provincia es darte cuenta de que el área de oportunidad como artista está muy cegada en San Luis. Aquí todos creen que van a vivir de becas y de la chichi del gobierno cuando hay un mundo de oportunidades afuera, pero sí es un trabajo, lectura y saber hacia dónde va la onda y hacia dónde quieres ir tú. Eso sí, me gusta crear aquí porque estoy fuera del caos. Allá se arma un openning, un show y es tratar de vender las piezas, no son exposiciones como tales. Se puede decir que lo que hago es costoso. La gente dice: “¡Qué caro!”, pero hay una diferencia radical entre lo que es caro y costoso. Lo que es caro no vale lo que cuesta, lo mío cuesta por el proceso.
¿Cuánto vale una de estas piezas?
De mil dólares para arriba, un 50×50, por ejemplo. La pieza más cara que he vendido es de cinco mil y ese es el rango. A mí aquí no me va a salir más que el “ay qué chido”, claro, te van a elogiar, pero no voy a vender. Más que yo ganar algo de eso, voy a ganar chisme.
Tengo claro hacia dónde ir y aquí volvemos al underground: yo no voy a ser un artista comercial. Soy de un sector que sabe qué pedo y mucha gente puede decir “pura puta pornografía”, pero nel, hay un trasfondo en mis piezas. Aquí en el under va a seguir sucediendo, habrá morros que exploren esas áreas. Lo malo es que la gente más adulta sólo lo hace por lo material, pero más allá de eso qué le dejas a tu ciudad, ¿quieres tener cosas de calidad o sólo ganarte una feria y decir que haces cosas alternativas?
¿Por qué te conocen como Sabor Suave?
Primero pintaba Sabor, un amigo que se llama el Batek, de la secundaria, me dijo que Sabor se oía súper chido. Otro amigo cinéfilo, el Santi, me decía Suave. Otros compas que ilustraban tenían una revista de cómics underground que se llamaba Larva, entonces me salí del mundo del grafiti y emergí a la ilustración de alguna manera, pero el grafiti me conectó. Toda mi secundaria hice grafiti, pero me interesaron otras cosas. Luego empecé a pintar y firmar como Sabor Suave, ese juego de palabras me gustó mucho y tener esa vibra, ¿sabes?
Hace unos años Avelina Lesper criticó a los grafiteros llamándolos descerebrados, ¿qué tipo de grafitis consideras como arte? ¿Crees que tienen el mismo valor que una obra en el museo?
Yo creo que todo puede ser un arte, barrer, cualquier cosa, ¿me entiendes? Arte es tener el dominio de esa plástica, de ese material, de esa acción. Un cabrón que te hace un elote bien verga es un artista, pero, hablando más así, el grafiti es grafiti y a la verga, es lo que es, yo no lo considero arte. Una pinta legal puede tener un nivel pictórico muy cabrón. Ese dominio del pivote, de la presión, es como un dominio del aire que va cargado de pintura en el espacio. Llegar a controlar eso es muy cabrón, es como controlar unas buenas pinceladas en el óleo. No cualquiera se avienta un buen mural de grafiti, está cabrón. Ese güey quizá va a entrar en una plástica donde va a poder hacer un cuadro bien cabrón. El grafiti tiene esta parte del manejo de las luces, las sombras, la dimensión y todo eso parte de lo mismo: la pintura. Pero, es esta pinche adrenalina de lo que es de calle. Lo que es de calle es de calle y no lo podemos meter a un pinche museo. Ese güey que hace piezas cabronas podrá tirarle a la línea de ser un artista de galería y que sea un arte eso, pero lo que está en la calle es de la calle: el underground es eso. Esa minoría punk y anarquista de lo que sea que hagas es lo que genera la contracultura: yo por eso estoy enamorado del under. Siempre voy a mantener esa línea, y eso no quiere decir que me vaya a ir de la verga. Hay que enfocarse en eso y valorarse. El underground tiene que ver con un ímpetu de la juventud. Esa rebeldía cuando te estás cuestionando el mundo y quieres mandar todo a la verga: el movimiento se da ahí. Entre más refinado pues más verga, la curva de aprendizaje se va prestando y todavía va a haber güeyes más rucos que van a apoyar eso. ¿Qué tan chido esté? Eso ya depende.
Háblame de tu próxima obra.
El chemsex en el ámbito gay es el coctel de drogas que te das para tener sexo comúnmente. Desde algo muy sencillo como un viagra a unos poppers, un churro, hasta cosas más fuertes como la coca, y el cristal es una de ellas. Todo eso es una epidemia de alguna forma, más el cristal. Hay banda que se deja ir en ese trip muy cabrón, y otros que no, pero también lo navegan. Mis nuevas piezas hablan sobre este camino por la noche obscura, no todo en la vida está chido ni va para arriba. No siempre pasan cosas buenas todo el tiempo: esa no es una vida en realidad. Yo estoy trabajando mi adicción a ciertas cosas para evadir emociones. Me gusta reflejar eso conceptualmente con símbolos y cosas dentro de mi obra. Al final me di cuenta de que es una interpretación de lo que a ti te gusta, de esa cosa mórbida que tenías ahí en la mente. Hay gente que conecta con eso porque lo ha vivido o tiene el fetiche. Me gusta pensar en Tezcatlipoca como un guía en esa cosmovisión. Son cinco piezas y cada una tiene varios símbolos. Hay muchos cactus que hablan de las espinas y el hecho de pincharte: eso es una connotación de las drogas. Todo es dibujo homoerótico; un gusto por la masculinidad, de alguna forma.
¿Cómo crees que las drogas afectan y benefician a los artistas?
Si tú ves Sangre por sangre a Crucito le va de la verga, ¿no? Chale, yo fui muy precoz en eso y creo que hay que crecer de alguna manera guiados. Va a estar cabrón que te des cuenta, pero hay que intentar llevársela relax. Si las vives en un buen estado mental, están chidas, si no estás bien contigo mismo van a estar en tu contra. Hoy en día puedo decirte que al ser un usuario está cabrón sobrellevarlo con tu experiencia de vida. Hay que tener muy en cuenta que vivir el placer desmedido te lleva a la depresión. La experiencia de hacerlo va a potencializar la imaginación y las ideas, pero si lo haces por un pedo de tapar otras cosas te vas a enrolar como un yonqui cagándola. Si tu vida vive con relación a conseguir una dosis estás mal.
Sé que para ti el arte gay no es solo algo femenino, ¿consideras que la comunidad se ha aprovechado de esta estética para solo vender más allá de expresarse?
Claro, en realidad es un pedo que hace lana. Todas las experiencias trans están pasando por cosas culeras como asesinatos de odio. Para un gay cis o un güey que pasa como heterosexual pues chido, pero la libertad que tienes como ese gay es gracias a la gente que es totalmente diferente, que son radicales. Mi experiencia de libertad viene desde ahí: desde ella que está peleando por ser distinta, realmente distinta a lo que biológicamente se le dijo que era. Esa libertad la tengo gracias a ellas, o elles, no sé cómo decirles.
¿Dónde realizaste tus estudios?
Al principio fui autodidacta, empecé a dibujar en segundo de primaria. Esta formación plástica y de dibujo fue porque una vez encontré unos autorretratos de mi mamá donde se dibujaba ella viéndose al espejo de joven. Eran varios y me voló la cabeza. También, mi abuela era súper buena para las manualidades. Luego le di al grafiti y eso nadie te lo enseña, sales al mundo a ver qué vergas y ya está. Después de salir de la prepa no sabía qué estudiar y entré a un curso de fotografía a Bellas Artes, con Maru Martínez Juache. También estudié ahí dibujo y grabado. Hice talleres y diplomados, me nutrí muy cabrón de la fotografía. Todo mi quehacer plástico es gracias a la fotografía, ¿sabes? Conceptualizar y hacer una serie las aprendí haciendo fotografía.
¿Cuáles son tus referentes?
Simon Bisley, Óscar Bazaldúa, Rex y Hebert Baglione.