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Por Oswaldo Fiscal
Ilustración de Jaime G. Rueda

Muchas personas llevan su pasión por la música más allá de solo escucharla en discos o plataformas de streaming. Su gusto por este arte los hace abrazar experiencias más inmersivas y completas: los conciertos.

Ir a un concierto en un gran estadio, a una presentación en un foro pequeño, incluso a un simple “toquín” en un bar es una experiencia única. Presenciar a un artista en el escenario, sentir la música en la piel, cantar y bailar alrededor de gente que no conoces, pero que comparten la misma pasión que tú es indescriptible.

Desde mi experiencia, como un músico local que se ha presentado en distintos lugares de la ciudad (y otros estados), puedo confirmar que asistir a un evento con música en vivo genera una emoción como pocas. He cantado, he bailado y he conocido personas que tal vez no hubiera conocido de no estar presente en ese momento escuchando a esa banda; y sentado en mi batería, desde la parte más profunda del escenario, he visto cómo las personas tienen la misma reacción que yo con la música que toco. Se nota algo en el ambiente, una emoción, una alegría que arropa a cada uno de los asistentes mientras cantan, juntos, y a todo pulmón, sus canciones favoritas.

La experiencia de un concierto desencadena la liberación de endorfinas y otras hormonas que mejoran el estado de ánimo, proporcionando una sensación única de alegría y euforia. Además, la conexión compartida a través del amor por la música también juega un papel fundamental, creando un sentido de camaradería y comunidad.

De hecho, un estudio encargado por O2, y llevado a cabo por Patrick Fagan, experto en ciencias del comportamiento y profesor de la Universidad de Goldsmith, indica que asistir a conciertos de manera regular (uno cada quince días, y de cualquier tipo) podría alargar nuestra vida hasta nueve años más, teniendo beneficios en nuestro estado de ánimo, nuestra salud mental e incluso la física. Con solo 20 minutos de concierto se consigue un aumento significativo del 21% en la sensación de bienestar, según el informe.

Paulina y Toño son dos grandes amantes de la música, cuya pasión por los conciertos comenzó cuando eran muy jóvenes. Toño asistió a su primer concierto cuando tenía 15 años, en una de las últimas presentaciones de Jaguares, mientras que Paulina asistió a su primer concierto en 2013, cuando fue a ver a Warcry, su banda favorita. Ambos gustan de compartir la música con otras personas, pero también la energía que se vive y se transmite en ese momento entre los fans, cantar sus canciones favoritas y ver a las bandas y artistas que escuchan día con día.

Para Paulina la música es parte fundamental de su vida, al despertar o en sus trayectos a la universidad o al trabajo. Su círculo íntimo comparte sus gustos, pues muchos de sus amigos son músicos. Actualmente estudia Turismo, y una de las razones por las que entró a esa carrera es porque la música le ha abierto puertas laborales; trabaja en Chau Resto, un restaurante donde se apoya al arte local, ya sea música, danza, u otras expresiones, donde suelen hacer eventos de jazz, de reggae y de rock alternativo. Paulina considera que gracias a su perfil profesional puede llegar a ser una “vocera” para que más personas conozcan buena música.

Disfrutan de los conciertos, del sonido, del bailar, de cantar, de las luces del escenario, de sentir las vibraciones de la música, de compartir la experiencia con otras personas, incluso de alguna cervecita porque nunca viene mal. Sin embargo, Toño considera que influye mucho el lugar donde es el concierto y el artista que vas a ver para poder disfrutar del show, en un festival tienes más libertad.

Los conciertos son, para muchos, sinónimo de felicidad, y no es una cuestión de simple percepción, la ciencia lo confirma. La mencionada investigación de Patrick Fagan se elaboró mediante pruebas psicométricas y de ritmo en las que se comparan varias actividades relacionadas con el bienestar; entre ellas, ir de concierto, hacer yoga o pasear al perro. La experiencia de ir a un concierto incrementó los marcadores clave de la felicidad, como el sentimiento de autoestima en más de un 25%, y la cercanía a los demás también en más de un 25%, mientras que la estimulación mental aumentó en un impresionante 75%.

El estudio mostró una relación entre la regularidad de la asistencia a conciertos y el bienestar. Las personas que asisten a conciertos en vivo una vez cada quince o más días son las más propensas a puntuar su felicidad, satisfacción, productividad y autoestima al nivel más alto.

Para el director del estudio, Patrick Fagan, “la investigación muestra el profundo impacto que tienen los conciertos en los sentimientos de salud, felicidad y bienestar, siendo la asistencia regular la clave. Llegamos a la prescripción de un concierto a la quincena que podría allanar el camino para casi una década más de años de vida”.

Asistir a conciertos sin compañía es algo que Paulina recomienda: “Es una experiencia única que todos deberían vivir. Por un lado, te concentras más en la música y lo disfrutas más, da pena ir solo, pero te das cuenta de que mucha gente va sola también, y eso es una oportunidad de hacer amigos”.

Ella suele asistir a uno o dos conciertos por mes, aunque también influye que tantos eventos haya disponibles. Toño, por su parte, asiste a cinco o más conciertos mensualmente; en sus planes próximos está el asistir al Festival de Primavera, en Pal Norte.

Toño, de forma graciosa dice que “se le hizo un vicio” el asistir a conciertos, y Paulina comenta que una vez que empiezas no puedes parar. Sin embargo, están de acuerdo en que vale la pena hacerlo si tu presupuesto se ajusta a ello, los conciertos son cada vez más caros, y estar consientes de eso ayuda a no gastar todo tu dinero. De hecho, un estudio de la Condusef de 2023 muestra que los asistentes a conciertos en México gastan $540 en promedio, esto sin considerar la entrada a dicho evento.

Al final del día no deja de ser una sensación indescriptible. Las semanas o días antes del concierto son de mucha emoción y expectativa. Desconectarse de todo, sintiendo la adrenalina, las vibraciones, las luces, estar presente en ese momento, bailando, cantando, solo viviendo cada momento de la música es lo que lo hace especial. Y cuando todo termina, cuando llega el cansancio después de bailar y cantar, aparece la “depresión post concierto”, ese vacío que queda después de asimilar lo que viviste.

Un vacío que solo se llena yendo a otro concierto.

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