Por Fabiola VA
Ilustración de Jaime G. Rueda
Nada como combinar dos contradicciones para que surja la originalidad. La tecnología y el arte, en apariencia opuestos, se mezclan con recurrencia en centros artísticos y museos, una tendencia al alza en las últimas décadas, que da como resultado una palabra, o mejor dicho dos: experiencia sensorial. En esta época parece no bastar el contemplar un cuadro en la pared en una galería, hoy la gente quiere sentir, experimentar, volar, probar y hasta oler, no solo mirar.
En la década de los 80 las ciencias sociales y humanidades estudiaron la conexión entre mente y cuerpo. A esta teoría se le llamó la “transformación del cuerpo” que ponía de manifiesto algunas ideas erróneas sobre este dualismo, al separar el cuerpo como objeto de estudio biológico. En los 90´s cambió esta visión y surgió la “transformación sensorial” la cual plantea que una experiencia sensorial no es solo cuestión fisiológica sino que incluye una interacción con el contexto, a través de estudios históricos y sociales.
Los sentidos no trabajan por separado, trabajan en conjunto para proporcionar una comprensión sólida del entorno. Cuando se utilizan estos sentidos a un mismo tiempo hablamos de una experiencia multisensorial. Esta provoca una emoción que ayuda a la memoria y a la recepción del mensaje, por ejemplo en los productos digitales.
¿Para qué sirve cada sentido? La vista es el sentido más dominante para comprender el entorno y se utiliza más al recorrer el museo. El oído influye en el estado de ánimo, el comportamiento y preferencias de las personas. El tacto se relaciona con la información y los sentimientos que emergen cuando se interactúa física y psicológicamente con algo tangible. El olfato está relacionado con el placer, el bienestar, una conexión con las emociones y los recuerdos. El gusto se puede acompañar de otro sentido, emociona de forma distinta y es una forma de diferenciarse de los demás al utilizarlo.
La tecnología con soportes audiovisuales ayuda a enriquecer la experiencia en el museo. Una forma de interactuar es cuando se puede ver, tocar y escuchar. Anteriormente no se tomaba en cuenta el aspecto sensorial al momento de diseñar las experiencias que los espacios culturales proporcionan al visitante. La importancia de estas es que se pueden encontrar soluciones y estrategias dirigidas a todo tipo de usuarios, al tomar en cuenta, por ejemplo, la edad, para un mayor impacto en el visitante. Las actividades tienen un objetivo distinto cuando el espectador es un niño, un adulto o una persona con discapacidad.
Es una forma de acercar al público al arte y tener una interacción distinta con la obra. Al mismo tiempo impactan a una mayor cantidad de visitantes que pueden interpretar la obra del artista, aunque no hayan visto previamente la obra original. Aquí esto pasa a segundo plano porque lo que se comercializa es una experiencia distinta, ahora son empresas las que se dedican a crear la experiencia, que no siempre están relacionadas con la institución del museo. Es una forma en donde la cultura se mezcla con el entretenimiento con una experiencia fuera de lo convencional, con nuevas formas de tener interacción con la cultura.
Se han realizado estos ejercicios con obras de artistas de talla mundial como Frida Kahlo, Gustav Klimt o Claude Monet. Un ejemplo reciente en San Luis Potosí es la propuesta de “Van Gogh Dreams” vista por millones alrededor del mundo y por más de 300 mil personas en México que ofrece una experiencia inmersiva total, incluyendo réplicas en gran formato, impresiones en alta calidad de sus más representativas obras, escenarios recreados bajo la inspiración del artista, proyecciones inmersivas perimetrales de 360°. El adentrarse al mundo de fantasía gracias a la tecnología virtual, dónde se podrá viajar a escenarios y objetos que simulan el famoso cuarto de Arlés o el florero con girasoles, unificando la ciencia, arte y tecnología que se encuentra actualmente de visita en la ciudad para el disfrute de los potosinos.