Por Rolando Morales Flores
El pasado jueves 19 de octubre acudimos a la Cineteca Alameda para presenciar el estreno del más reciente filme de Martin Scorsese, Killers of the Flower Moon; sin embargo, la obra cae en la comodidad y la seguridad de la visibilización comercial.
En este contexto, la más reciente película de suspenso policial dirigida por Scorsese, llamada Killers of the Flower Moon, es una versión cinematográfica de tres horas y media del exitoso libro de no ficción escrito por David Grann.
La trama se inicia en la década de 1920, cuando los Osage eran inusualmente prósperos per cápita debido al descubrimiento de petróleo en sus tierras. Vivían lujosamente, vistiendo pieles, adquiriendo joyas extravagantes y conduciendo Rolls-Royces, a menudo con choferes blancos.
Ernest Burkhart (interpretado por Leonardo DiCaprio) es uno de estos conductores, un veterano de guerra que ha vuelto a la región para vivir con su tío Bill Hale (Robert De Niro), un ganadero que aparenta ser amigo de los Osage, pero que en realidad busca apoderarse de parte de su inmensa fortuna.
Bill le presenta a su sobrino a Mollie Kyle (Lily Gladstone), una enigmática miembro de la comunidad indígena estadounidense que se siente atraída por Ernest. Pronto se casan, pero la desgracia sigue a Mollie tras esta decisión: varios miembros acaudalados de la tribu Osage, incluyendo a sus hermanas, son asesinados en circunstancias misteriosas.
El principal problema de la obra es el tratamiento de los Osage, y es que en apariencia la película busca retratar una tragedia que este pueblo sufrió en la vida real, aunque esto queda de lado cuando el protagonista es un hombre blanco y el pueblo que está sufriendo pasa a segundo plano durante gran parte del filme. Normalmente, se encuentran de fondo en las escenas y fuera de Mollie, no hay personajes osage que tengan un desarrollo durante la historia, todo se centra en Ernest o en Bill.
Llega un punto en el que los olvidamos que los Osage son el eje fundamental de la historia, pues son el motivo principal del conflicto a resolver, pero las cuestiones que los rodean giran alrededor de personajes externos a su comunidad mientras observamos de primera mano como los blancos conspiran y traman entre ellos para quedarse con las riquezas de la zona.
Esta narrativa revictimiza a los Osage en diversas ocasiones, y con la escena final, resulta difícil creer que la película aspira a un discurso que vaya más allá de la simple visibilización de una tragedia ocurrida hace muchos años. Pareciera que es solo un gancho para atraer a los espectadores con una historia que pretende, pues solo se queda en eso, en tratar de conmover al público con una obra vacía.
La película se encuentra disponible en salas de cine y en la Cineteca Alameda, hasta el 25 de octubre, con funciones de 5 de la tarde y 9 de la noche.