Por: Rolando Morales Flores
Ilustración: Jaime G. Rueda
En pleno final del semestre, cuando todos los proyectos y exámenes se encuentran a la vuelta de la esquina y el ocaso del curso se asoma en el horizonte, es el momento perfecto para reflexionar lo aprendido y nuestros logros. Sin embargo, en ciertas ocasiones no nos sentimos suficientes con el trabajo realizado, el síndrome del impostor define este sentimiento.
El llamado Síndrome del Impostor, también conocido como fenómeno del impostor o síndrome del fraude autopercibido, es una condición mental que fue estudiada y descrita por primera vez por Pauline Clance y Suzzane Imes, en 1978.
El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico en el cual, a pesar de haber demostrado su competencia a través de logros académicos o laborales, las personas que lo experimentan tienen la sensación de no estar a la altura, de no ser lo suficientemente buenos o capaces. Creen que todo lo que han logrado no se debe a su propio mérito, sino a la suerte o a la ayuda de otros, lo que los hace sentirse como impostores. A pesar de tener una posición destacada, no se consideran merecedores y creen ser un engaño en realidad.
Para la doctora de la Universidad de Columbia, Subani Chandra, describe al síndrome del impostor como el sentimiento de fraudulencia experimentado por personas exitosas, quienes sienten que sus logros no son merecidos a pesar de que existe evidencia objetiva de lo contrario. Los individuos que padecen este trastorno atribuyen su éxito a factores externos, por ejemplo, suerte o contactos laborales. Debido a su firme creencia de no estar aptos, experimentan constantes sentimientos de inseguridad y temor de ser etiquetados como un fraude. (Chandra et al., 2019a).
Comúnmente las personas que padecen este trastorno presentan ciertos síntomas en diversos grados, a continuación mostramos los más comunes que han sido recopilados bajo el Modelo Teórico Causal de Jackson.
En primer lugar, tenemos la falta de confianza en sí mismos o baja autoestima. En esta categoría las personas tienen la tendencia de señalar sus puntos débiles aunado al subestimar sus habilidades, de igual manera enfatiza las cualidades de terceros, se comparan con los demás desde una perspectiva bastante desfavorable. Además, también tienden a prestar más atención a los comentarios negativos que a los positivos.
Posteriormente, se encuentra el perfeccionismo, el cual podemos diferenciar en dos dimensiones. Por un lado, tenemos el perfeccionismo adaptativo, entendido como el deseo de establecer objetivos ambiciosos y hacer todo lo posible por alcanzarlos, se ha demostrado que esto tiene principalmente efectos positivos para la persona. En contraparte el perfeccionismo desadaptativo produce ideas desordenadas sobre cómo la persona percibe su propia habilidad, cómo la perciben los demás y cuánto puede satisfacer las expectativas elevadas que cree que le imponen.
En tercer lugar, la procrastinación ocurre cuando a la persona se le presentan nuevas tareas y duda de su habilidad para llevarlas a cabo con éxito, a pesar de haber realizado otras similares de manera adecuada. Cuando acepta la tarea, generalmente se enfrenta a dos situaciones: o bien dedica mucho tiempo y esfuerzo para intentar llevarla a cabo de manera impecable, o se siente tan abrumado por la ansiedad causada por su sensación de incompetencia ante la tarea que pospone su realización tanto como sea posible.
Finalmente, también se encuentran los sentimientos de culpa, dado que las personas que experimentan este fenómeno se encuentran realizando labores para las que no se consideran aptos. Esto les genera el miedo de ser descubiertos y tienden a percibir que no pertenecen realmente al ámbito laboral o académico en el que se encuentran.
Sin embargo, esta no es la única clasificación existente. Para la doctora Valerie Young, quien es pionera en el estudio de este trastorno, las personas que sufren síndrome del impostor caen en las siguientes etiquetas: el perfeccionista, superhumano, genio natural, individualista y el experto.
El síndrome del impostor se caracteriza por la dificultad de aceptar los logros personales. Aunque hay que especificar que no se clasifica como una enfermedad en sí misma, sino como una condición que puede generar malestar psicológico, ansiedad y depresión, tal como afirma Michael Gottlieb.
En 1985, la Dra. Pauline Rose Clance amplió su estudio sobre el síndrome del impostor al desarrollar y presentar la primera escala para evaluar este fenómeno, conocida como la escala del fenómeno del impostor de Clance (CIP, por sus siglas en inglés). Esta escala permite medir el síndrome del impostor en seis aspectos: el ciclo del impostor, la necesidad de ser especial o el mejor, características de superhombre o supermujer, miedo al fracaso, negar las capacidades propias o restarles importancia a los elogios y sentir miedo y culpa por el éxito.
Uno de los más importantes y que merece su explicación específica, es el ciclo del impostor, el cual describe el proceso de los sentimientos del impostor, ya que se desenvuelve en un ciclo continuo. Se inicia al ser asignada una tarea, momento en el cual la persona afectada por el síndrome del impostor experimenta ansiedad y desconfianza en sí misma. Estos sentimientos resultan en una tendencia a la mencionada procrastinación o al perfeccionismo.
Dentro de la vida académica se manifiesta cuando estamos en búsqueda de conocimiento, el síndrome nos afecta al frenar el aprendizaje; por ejemplo, al evitar que realicemos preguntas por temor a lo que otros piensen. Se disminuye la participación, el trabajo en equipo y la socialización con otros estudiantes.
En el ámbito de la enseñanza, los profesores también experimentan el síndrome del impostor, al sentir que carecen del suficiente potencial, conocimiento y habilidades para satisfacer las expectativas de sus estudiantes. Esta situación puede surgir cuando un estudiante plantea una pregunta y el profesor no tiene una respuesta.
En cantidades pequeñas, esta sensación de no ser suficiente puede llevar a decidir desafiar estos ideales perturbadores. Sin embargo, en el caso de las personas que padecen el síndrome del impostor, es más probable que estos sentimientos se acumulen y generen un abrumador miedo a ser descubiertos y perder toda credibilidad.
La evaluación y la valoración son temas comunes en la vida universitaria. A menudo se espera que los estudiantes sean reflexivos y autocríticos durante estos procesos. Con la presión y las pruebas a las que se enfrentan los estudiantes, ya sea a través de tareas, proyectos en grupo, calificaciones, la constante necesidad de construir una imagen personal, establecer conexiones o mostrar la mejor versión de sí mismos ante futuros empleadores, profesores o padres, es comprensible que muchos estudiantes universitarios experimentan el síndrome del impostor.
El inicio de la universidad puede ser especialmente difícil para las personas con el síndrome del impostor. Algunos de nosotros podemos sentirnos perdidos en las clases de inducción, al mirar a un grupo de estudiantes sentados, con expresiones confundidas, mientras un profesor sonriente nos da la bienvenida y nos dice que las próximas semanas pueden ser desafiantes, pero que si hemos llegado hasta allí, debemos ser capaces, inteligentes y conocedores, entre otras cosas que podríamos no creer sobre nosotros mismos. Puede ser difícil escuchar esas palabras. Entonces, ¿cómo podemos superar esto?
Hay una gran variedad de test que pueden ser realizados en línea y en diversas plataformas, como el siguiente: https://www.psycom.net/imposter-syndrome-quiz, aunque no deben de ser tomados como un diagnóstico, pues la mejor opción es acudir con profesionales.
De acuerdo con la famosa cita de Confucio que dice: “Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber”, una de las primeras claves para manejar el síndrome del impostor es reconocer tus verdaderas fortalezas y debilidades. Aprender a tener confianza en ti mismo y en los resultados de tus esfuerzos requiere tiempo y dedicación, así como aceptar que nadie es perfecto. En este sentido, seguir adquiriendo conocimientos, sin importar tu edad, es una de las mejores formas de obtener esa confianza.