Por: Rocío Villegas Ramírez
El hombre delgado, de casi 1.70 metros de estatura, con cabello negro y rizado que permanece sentado con actitud positiva pero reservada, que al responder las preguntas cruza ligeramente sus brazos, cuya mirada es alegre y directa, que sabe dirigir una charla amena, es el protagonista. Él es Ricardo Villegas García.
Ha vivido en tres ciudades diferentes: Ciudad Valles, San Luis Potosí; San Luis Potosí, San Luis Potosí y Saltillo, Coahuila de Zaragoza. En cada una de ellas con experiencias distintas.
Menciona que el vecindario donde creció en Ciudad Valles se mantenía siempre tranquilo, la gente era calmada, no existía la violencia y el calor era eterno. Cuando él era pequeño le gustaba mucho esa tranquilidad de poder salir a la tienda o a algún campo, no había maldad alguna, no robaban, no había delincuencia.
Su sueño era convertirse en médico. Su hermana se desempeñaba como enfermera, por eso él comenzó a interesarse en el sector de la salud. Algunas veces lo llevaba con ella al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) donde trabajaba; él observaba los instrumentos quirúrgicos, la atención al paciente y el cuidado.
A la edad de 19 años decidió mudarse a la capital potosina para comenzar sus estudios superiores en el Instituto Tecnológico Universitario Metropolitano -que años más tarde cerraría sus puertas-, su experiencia fue buena aunque al principio difícil -menciona- “empiezas a conocer gente nueva muy diferente de como son las personas de donde uno viene, aquí la gente tiene otro tipo de carácter, muchos tratan de minimizarte, de hacerte bullying porque ven que eres de otro lado, porque no tienes familia”. Conforme avanzó el tiempo, conoció a otras personas que al igual que él, no eran de aquí, “al poco tiempo me adapté”.
Hoy en día tiene 27 años laborando como técnico radiólogo, “me interesó la radiología gracias a la nula orientación que recibí por parte de mi familia y escuela”, pues lo que le habría gustado estudiar era la carrera de médico ortopedista. Sin embargo, “la vida me llevó tanto a diferentes profesiones como a diferentes estados”. Durante su estancia en Saltillo trabajó en el Seguro Social en donde además era fisioterapeuta. Realizaba diversos estudios invasivos tanto en venas como en estómago, esófago, entre otros órganos. En radiología también tomaba tomografías, ayudaba a la rehabilitación de los pacientes y formaba parte del proceso de sanación, “ver cómo van progresando es lo que me llena más de orgullo, saber que con los ejercicios pude contribuir a que se sintieran mejor, desde luego el mayor gusto es darlos de alta y ver cómo han sanado por completo”.
A lo largo de su trayectoria profesional se ha enfrentado a diferentes casos impactantes, muchos de ellos son personas que han tenido accidentes automovilísticos, a las que han “picado”, o macheteado, niños que llegan a urgencias con la mano despedazada a causa de la explosión de un cohete o petardo. “Recuerdo uno en particular de un muchacho que llegó, lo golpearon mucho y lo picaron con un tubo y traía un hoyo muy, muy grande en el abdomen, tengo muy presente que le teníamos que meter apósitos y gasas para poder detener la hemorragia y aún así cuando tosía aventaba mucha sangre, por el agujero que traía. Cuando han llegado y se vuelan toda la piel del cuero cabelludo, se ve terrible, porque chocan con el capacete y todo el cuero cabelludo se desprende, llegan prácticamente sin nada y se puede observar el hueso”.
Existen experiencias que han marcado su vida dentro de los hospitales: “En una ocasión recuerdo mucho que estaba yo en la área donde escribimos el nombre de los pacientes y alguien detrás de la reveladora corrió, se asomó y me estaba observando, yo creí que era alguno de mis compañeros, conforme pasó el tiempo y vi que no salía, me pareció un poco raro y cuando fui a observar, no había absolutamente nadie”.
Dentro de todos los obstáculos y cambios que ha experimentado, se encuentra la evolución de la radiología en equipo, en proyecciones radiológicas y en reveladoras. Cuando comenzaba, el revelado era manual en un cuarto oscuro, de manera analógica, él tenía que agarrar la placa y meterla con la mano al químico, luego salieron las reveladoras que eran automáticas. “Últimamente ya todo es digital, ahora el chasis donde antes se guardaba la placa ya ni siquiera trae placa, solo tomas el chasis, capturas la radiografía y vas a revelarla y se muestra en una pantalla, ahí la puedes editar, si sale muy blanca le puedes poner un poco más de contraste y viceversa”.
Tras un repaso a su vida y actividad profesional, Ricardo comenta que si un texto hablara sobre su vida le gustaría que comenzara por el principio, por cómo empezó su trayectoria, “me gustaría que escribiera sobre cómo es empezar desde abajo y tener que esforzarte porque me parece que le serviría a muchas personas que a veces se desmotivan porque no tienen recursos económicos, que no tienen para comprar material, que muchas veces son muchos obstáculos que tienes que ir sobrellevando y de esta manera cuando te esfuerces y le eches muchas ganas y que tengas aún más ganas de aprender, podrás salir adelante”.