Por: Aldo Fernández Miranda
Es común escuchar argumentos de personas pertenecientes a generaciones anteriores sobre el por qué las personas jóvenes no se quieren casar. Ideas como “falta de compromiso” y la carencia de sentido de responsabilidad o realización personal, son las más comunes.
Es importante conocer los motivos que tienen los jóvenes para no casarse, y aunque le duela a nuestras abuelas, abuelos, madres y padres, ellos son los posibles culpables.
A lo largo de gran parte de la historia, el amor romántico no ha sido el principal motivo por el cual las personas se casan. Este compromiso era principalmente usado para crear alianzas económicas y políticas entre familias, organizaciones, e incluso reinos y países enteros.
“Te ofrezco a mi hija a cambio de tus tierras”, era seguramente la frase con la que comenzaba el contrato pactado de manera íntima entre el suegro y el yerno. En este, además de estipularse el intercambio de bienes, se dictaban los derechos y obligaciones de la esposa, mismos que han servido para moldear los roles de género que se han mantenido a lo largo de los años y que se resquebrajan a medida que la sociedad moderna avanza.
El matrimonio ha dejado de ser solo un acuerdo nupcial orquestado por la parte masculina de las familias para dar paso, ahora sí, al amor romántico, que involucra a ambas partes de una relación para convertirse en la nueva base esencial para que las personas se casen.
El amor romántico es el amor más fuerte en el que se idealiza la pareja perfecta para cada persona. En este tipo de amor las emociones tienen más protagonismo que el placer físico. Sin embargo, es claro que existe una estrecha relación entre deseo emocional y sexual.
Para la neurociencia el amor romántico es definido como un sistema central cerebral que ha evolucionado para asegurar el apareamiento, la reproducción y la perpetuación de las especies, asegura Helen Fisher, antropóloga y bióloga estadounidense. Es importante tener esto claro para dar cuenta de que es, generalmente, un aspecto inherente del ser humano.
Asimismo, en la teoría triangular del amor de Sternberg (1986), el amor romántico consiste en tres principales componentes: Pasión, intimidad y compromiso. Conforme la relación crece, los dos primeros componentes disminuyen y el compromiso impera para convertir el amor pasional en un amor de compañía, caracterizado por una relación sólida entre dos personas.
La decisión de establecer una relación matrimonial con una persona se lleva a cabo a través de un proceso de selección que involucra tres variables: aspectos socioeconómicos, grupo social y la demografía.
En México la variable socioeconómica se ve en constante agravio. Por lo que, si una relación madura que se basa únicamente en el compromiso y además se ve afectada por miembros de la familia, es muy probable que el divorcio sea una fuga de tanta presión. Es natural ver que los índices de divorcio hayan ascendido alrededor de un cincuenta por ciento en la última década según datos del INEGI.
Las causas más comunes por las que los mexicanos se divorcian son el abandono del hogar, la violencia intrafamiliar, la infidelidad y el divorcio por acuerdo mutuo, siendo esta última la más común.
Si el motivo más común es el acuerdo mutuo, significa que las parejas están conscientes de que una relación puede ir más allá del acuerdo legal, pues involucra muchos aspectos externos e internos que son mutables en la vida de un individuo y que podrían verse beneficiados tras la ruptura del contrato legal.
Es más probable que un hijo de padres divorciados tenga un matrimonio fallido que uno que tiene padres casados. Y las probabilidades incrementan si uno de los padres se vuelve a casar tras el divorcio.
Además del retrato que las generaciones anteriores están dejando sobre el matrimonio, el crecimiento personal y profesional de cada individuo se antepone a la idea de casarse, lo cual resulta en el deterioro constante del modelo nupcial.
Las generaciones cambian el significado del matrimonio, en estos tiempos no es más que un acuerdo en el que dos personas se comprometen a estar juntas bajo un escrito en el marco legal. Gracias al progreso que hemos tenido como sociedad, hemos llegado al punto en el que podemos estar con las personas que amamos dejando de lado el rol casi hegemónico del matrimonio y lo que “debería” significar esposo y esposa.