Por: Mtro. Pedro Mendiola
El patrimonio cultural de México es vasto y diverso, sus orígenes se remontan a la época prehispánica y no sólo incluye elementos tangibles, también ideas, conocimientos y representaciones del mundo. Tanto en la artesanía como en la escultura existen técnicas ancestrales que han perdurado hasta nuestros días como expresiones culturales vivas.
Los primeros pobladores del territorio nacional, tenían una estrecha relación con la naturaleza y los materiales que ella provee, tal es el caso de la roca. Fragmentos de roca fueron fundamentales para la obtención de herramientas. Posteriormente, la roca se convirtió en la base de las construcciones antiguas que aún permanecen erguidas, por lo que este material puede ser considerado símbolo universal de trascendencia por su fuerza y durabilidad.
La roca entró hasta la cocina indígena, específicamente la volcánica, material muy especial que proviene del centro de la tierra. Originalmente se encuentra en forma de magma o lava dentro de un volcán, cuando las dos sustancias tocan la superficie fría, se transforman en una piedra de color negro y textura porosa.
Los artesanos de las regiones volcánicas extraen fragmentos de esta roca, también llamada recinto, del llamado “saque de piedra”, que son canteras donde es posible encontrar piezas grandes que funcionen para elaborar utensilios que fueron esenciales para el desarrollo de la gastronomía de Mesoamérica como el molcajete y el metate.
El molcajete se usa para la creación de salsas o moles, y se compone de una vasija cóncava labrada en roca, además de una piedra cónica llamada “temolote”, con las que se rompen, trituran o muelen semillas, especias y vegetales. El metate utilizado para la elaboración de masas, está constituido por una superficie plana de forma rectangular que sirve como base para moler granos secos. Los ingredientes se integran con el constante paso de una roca cilíndrica, tipo rodillo, llamada “metlapil”. Ambos artefactos se volvieron indispensables para las familias, que llegaron a ser parte del dote de las doncellas al casarse.
Con el espíritu de conservar el amplio legado del pasado, así como desdibujar la línea que separa el arte de la artesanía, el Museo de Arte Popular (MAP) de la Ciudad de México, concibió Arte / Sano ÷ Artistas, ejercicio que respeta la tradición artesanal al mismo tiempo que se renueva a través de la experiencia colaborativa. La bienal integra equipos conformados por artesanos junto a diseñadores, arquitectos y artistas, quienes se embarcan en una aventura de creación en donde comparten sus ideas, conocimientos y experiencia.
Su sexta edición se presenta en el Centro Cultural Universitario Caja Real, donde se puede apreciar el trabajo de Lucio Espíritu Hernández y Uros Uscebrka, dúo que materializó en piedra volcánica una versión contemporánea del molcajete. Sin perder su funcionalidad, la obra presenta líneas impecablemente pulidas, Molcajete I y II, dejan claro que la innovación y la tradición pueden coexistir en un objeto potenciando su capacidad de expresión.
La colección también incluye la obra de Roberto Franco, escultor que forma parte de la cuarta generación de talladores en piedra de Chimalhuacán, Estado de México. Sus piezas demuestran la maestría en la técnica heredada de sus antepasados, pues combina el pulido mate y brillante en esculturas que se inspiran en formas en la naturaleza con figuras fitomorfas en recinto rojo y negro.
La textura rocosa y el color que ofrece la roca volcánica nos remiten al origen prehispánico, a la erupción misma de donde proviene y a las manos de los creadores de infinita imaginación.