Por: Leonardo Reyes Amador
Una de las etapas más aclamadas, y actualmente recordada como los días de gloria del cine en México fue la llamada “época de oro”, en la que Silvia Pinal fungía como la actriz favorita en las películas de Luis Buñuel, cuando Jorge Negrete y Pedro Infante cautivaban y sacaban suspiros a las damas de aquellos años con sus melodramas musicales, e Ignacio López Tarso se encontraba con la personificación de la muerte en Macario.
Si bien es un gran legado el que dejó esta etapa de la historia del séptimo arte en nuestro país, hoy día parece que el cine mexicano va en declive, en caída libre. Se ha estancado y desde hace unos años viene en retroceso, utilizando una misma fórmula: películas de fábrica. Algo que parecen tener en común todas estas producciones es que son, o intentan ser, una comedia romántica, tienen como protagonistas a personas que sólo reflejan a un pequeño estrato socio-económico del país y se ubican, por lo regular, en las grandes urbes: Ciudad de México o Monterrey. “3 Idiotas”, “Lo más Sencillo es Complicarlo Todo” y “Cindy la Regia”, son ejemplos notables de este fenómeno.
Al hablar de cine comercial mexicano en la actualidad es imposible dejar de lado a las tan famosas historias de narcos y corrupción que han funcionado como los estandartes que cargamos ante la comunidad internacional, representando orgullosamente lo que es “nuestro México”. Si bien generar un mensaje o una crítica al narcotráfico, los políticos corruptos o a la injusticia e impunidad de la que el país sufre no está mal (un ejemplo de ello puede ser la serie de Netflix “Somos” o la tan sonada “La Civil”) y es hasta cierto punto necesario, también es cierto que existe una sobresaturación de esta clase contenido.
En medio de la discordia y los constantes debates en torno a lo que fue y debería ser el cine mexicano, existe un cine que lucha por ser reconocido, que surge de las profundidades para destacar entre el muladar: el cine fantástico, de terror, animado y de época – géneros y estilos que, con sólo mencionarlos, parecen prohibidos. Esto a causa, principalmente, de la falta de apoyo por parte de las productoras que prefieren irse por lo “fácil” y hacer, una vez más, una copia de “¡No manches, Frida!”, un intento flojo de “Nosotros los nobles” u otra “Mirreyes vs Godínez”, casteando a Martha Higareda, Omar Chaparro y, si tenemos suerte, al influencer de turno.
Cinema Fantasma es una productora independiente que ha decidido apostar por el stop-motion en el género de la fantasía. Son un estudio independiente que surgió en la casa de la familia creadora y que hoy en día se encuentra trabajando con Cartoon Network. Así mismo, en cuanto a cine live action se refiere, poco a poco nuevas historias son introducidas, y nuevas caras son las protagonistas de estas. Tal es el caso de Horacio García Rojas, quien ha sido el protagonista de la serie “Diablero”, donde un exorcista y su grupo de amigos se encarga de cazar demonios, o “La Carga”, ambientada en la época colonial durante la Guerra del Mixtón. Horacio interpreta a un indígena Tameme, que es encargado de llevar las pruebas necesarias para demostrar la inocencia de Francisco Tenamaztle, personaje importante en la historia del país. Y cómo olvidar al género fantástico y de terror, siendo México un país donde estos dos predominan y son amados por el público que no puede esperar consumirlos en los cines; aquí, como ejemplo podemos citar a “Belzebuth”, que hizo mucho ruido en el año de su estreno (2017), dirigida por Emilio Portes y protagonizada por Joaquín Cosío, en esta, se narra la historia de un policía que busca resolver diferentes asesinatos que involucran al anticristo.
Son notables la sed y el hambre de los creadores por traer al público estas nuevas historias, proyectos que reivindiquen al cine mexicano y representen, entretengan y sirvan de bandera a un gran segmento de la población mexicana. Reflejan el entusiasmo por producir cosas que no se hayan visto antes. Es necesario poner atención y seguirles la pista a estos talentos creativos, actores, directores y guionistas, ya que mientras más apoyo se les otorgue a los proyectos “fuera del molde” la calidad de nuestro cine mejora y, con ella, nuestra calidad de espectadores.