Por: María Fernanda Cañizalez Betancourt
“No se autorizará ningún film que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores. Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal, el pecado.”
– Primera ley general del código Hays para la producción de películas en Hollywood.
Anders als die Andern (1919) o por su traducción al español, Diferente a los demás, del director Richard Oswald, podría considerarse como una película muy adelantada a su tiempo: dos hombres son mostrados explícitamente como pareja, enfrentándose a los prejuicios de la época que amenazan su relación. Se trataba de una manifestación contra el párrafo 175 de las leyes alemanas que tachaba la homosexualidad como un delito.
La película se estrenó, causó un escándalo y rodó por otras partes del mundo hasta que Hitler en el poder, declaró el “Arte degenerado,” que resultó en la destrucción de casi todas las copias de la misma.
El “arte degenerado” alemán, sólo es el inicio de una larga lista de invisibilización y prejuicios en contra de la comunidad LGBT en el cine.
Hollywood y la legión de la decencia: el Código Hays y el queer coding
La representación homosexual en el Hollywood de los años 30 no se trataba precisamente de una profunda y humana, sino de una superficial y estereotipada, con hombres afeminados y personas extrañas al público, que servían más de detalle cómico. Sin embargo, el problema mayor empezaría cuando se estrena The Sign of the Cross (1932) y militantes de la iglesia católica se manifestaron contra toda la representación homosexual explicita en el filme.
Esta manifestación dio a luz al Código Hays, que se encargaba de dictar ciertas leyes con las que debían regirse los productores si quisieran filmar una película para Hollywood. Una de estas leyes, si bien, no impedía la aparición de personajes homosexuales, sí impedía retratarles en relaciones sanas o a su sexualidad como algo normal y positivo.
Es así como comienza una época muy dura para la comunidad LGBT en el cine. Perdiendo su derecho a enamorarse y ser felices dentro de la pantalla pasan a un plano más oscuro y dañino. Aquí surge el llamado queer coding, que comienza como una manera en la que los productores pudieran colar personajes no heterosexuales en sus obras, creando otro tipo de estereotipos dañinos.
Lesbianas y gays como villanos a vencer, raíces de todo mal en la película, como en La hija de Drácula (1936), o las versiones patologizantes mostrando a jóvenes homosexuales deprimidos luchando contra su propia sexualidad. Los siguientes años no fueron mejores, a pesar de los disturbios en Stonewall en 1969 que revolucionaron el movimiento LGBT en Estados Unidos.
Los creativos siguieron encontrando nuevas maneras para seguir retratando personajes no heteronormativos en sus obras. Por ejemplo: si bien, uno de los grandes atractivos de las películas de Disney son sus villanos pintorescos, es cierto que la gran mayoría de ellos fueron construidos con la madera del queer coding, tanto así que podemos rescatar un dato curioso sobre el personaje de Úrsula en La sirenita (1989), y es que su diseño fue total y enteramente construido en base al actor y drag queen, Divine.
Los 90’s pasaron de la villanía al chiste y la fetichización en películas como Ace Ventura (1994), en donde a los personajes transexuales se les descubría y humillaba, exponiéndolos para causar las risas del público. Además, cabe hablar de los estigmas causados por el SIDA que se aprovechó para poner aún más prejuicios en las representaciones en la pantalla grande.
El recuento de los daños; el cine queer fuera de Hollywood
Por suerte, existe el cine independiente y ahí la censura no puede llegar. Existen festivales enteramente dedicados a mostrar cine LGBT, como el Festival de Cinema Gay y Lésbico de Lisboa y el Queer International Film Festival Playa del Carmen en México. Sin embargo, aún queda un espacio para plantearnos la importancia de las representaciones correctas en la pantalla grande, y el daño que los prejuicios y la invisibilización pueden causar a una comunidad.
Hablar sobre el bien que puede hacerse a la sociedad y cómo tener representaciones positivas ayudarían a sanar las heridas que años de marginación en uno de los medios más importante. Lo bien que sería poder ser el héroe de la película, en lugar del villano y el personaje de fondo fácilmente recortable para evitar la censura en países donde la intolerancia aún se vive.