
Por Daniela Leos
“Estamos vivos porque estamos en movimiento. Si quieres que algo se muera, déjalo quieto”. – Jorge Drexler.
¿Te ha pasado que ciertos colores, o figuras te remiten a algún lugar en tu vida? ¡Pues Cromática Interior, obra audiovisual de Diana Nájera es el ejemplo perfecto! En este espacio no había palabras, lo que lo hacía especial eran sus formas, luces y sonidos, que parecían envolverte en un trance de recuerdos.
En varios momentos, más que presencia, era una confrontación frente a frente con el ser. Este recorrido no es una historia lineal, es un tránsito de emociones que sale de la narrativa que conocemos. Los espectadores tuvieron la oportunidad de vivir esta experiencia inmersiva dentro de la FNL UASLP, fue expuesta del 28 de marzo al 6 de abril en las salas del Museo Universitario.
El centro, el ojo de Dios.
Los primeros segundos que pasé en la sala, vi atentamente el centro de la obra, y me trajo una sensación especial, me recordó al ojo de Dios, más allá de un símbolo religioso, el fondo transmitía la presencia de una energía en constante movimiento. Pensé en el refrán aquel que asegura que uno más uno jamás será dos, que somos parte de una sociedad que se conecta a través de nodos que nos permiten relacionarnos.
La forma circular que se posaba en el centro me hizo pensar en un CD que no paraba de girar en un mismo eje, se transformaba, y evolucionaba su paso conforme la música, que también iba tomando otros matices; lo asocié al paso del tiempo, en cómo parece fugaz, pero jamás se olvida de nosotros.
Los colores presentados no se creaban, ni destruían, simplemente se transformaban, como la energía, generaban símbolos para después mutar en algo distinto.
Un puñado de sensaciones.
La obra permite navegar por la tristeza, el enojo y la calma, insinúa en su cuerpo, una presión que invita a sentir, dentro de ellas, una de las más emociones más pesadas: la culpa. La emisión entre lo visual y lo audible tienen un flujo orgánico, que disuelve y evoca.
Los casi 25 minutos en la sala logran crear una atmosfera de ensoñación, y la música es parte esencial de la experiencia, las escenas tienen audio reactivo, y eso hace que el sonido y la imagen dialoguen entre sí. A veces, se siente como si estuviéramos presenciando el nacimiento de algo. O quizás, su despedida. La obra juega con esa ambigüedad constante.
Cromática Interior no intenta dar respuestas. Es una invitación a habitar las emociones sin miedo, a reconocer su constante interconexión, a aceptar que podemos sentir muchas cosas al mismo tiempo. Que lo contradictorio también es humano.