
Por Daniela Leos
El amor es una palabra polisémica, un idioma que puede ser entendido según los oídos que lo escuchen, o el mensajero que lo transmita. En cada platillo, posee una sazón distinta, así como para Benedetti el amor era una tregua a la rutina, en los textos de Sabines, fue el puente que enlazaba un par de almas; quizás un incendio en términos de Neruda. Para Borges, la medida con la que se rige el tiempo, o como decía Kundera, el balance entre la levedad y el peso.
El amor no es estático, puede ser amorfo, pintarse de colores, cambiar de piel, rozarte con su tacto, o fundirse en los aromas, es esta cualidad lo que nos ayuda a comprender que su permanencia nos compete a todos como seres humanos. El día de hoy, con el silbido del romance musicalizando las calles por San Valentín, hablaremos de una clase de amor, que puede no ser la más dulce, pero existe y se mueve entre nosotros, nos adentraremos entre las sombras del ‘amor condicional’.
El amor como una cobija, una vela, un espejo… ¿Una falta?
Tal vez, en más de una ocasión has temido recibir el cariño que se te ofrece, porque de cierta manera, crees que no lo has cultivado lo suficiente como para cosechar sus frutos, si es así, puede que ya sepas a qué nos referimos al hablar del amor condicional.
Aunque (por fortuna), este concepto no resuena con todas las personas, es muy usual, y puede llegar a ser riesgoso. “Hay sujetos que se ubican en sus vínculos intentando no costarle nada al otro”, es así como lo explica el psicoanalista Matias Tavil, quien nos hace ver cómo es que pretendemos (en nuestra fantasía), producir el menor tormento en los lazos que creamos, tratando de suprimir necesidades para no causarle “malestar” al otro, llegando incluso a ofrecer compensaciones por deudas que no nos corresponden.
Encontrarnos en esta posición no es nada sencillo, pues vivimos con la constante idea de se debe ser funcional para merecer el amor, y esto se traduce en tolerar transgresiones, o devaluar la importancia de nuestro propio pesar; nos hacemos a la idea de que si el otro gasta su tiempo, dinero, o espacio en nosotros, eventualmente se cansará y se irá. La ternura del amor puede esfumarse, pues no confiamos en que realmente se nos ame, si no es porque somos objetos satisfaciendo deseos ajenos.
Este comportamiento suele responder a nuestra crianza, y antes de que te angusties más por tus demandas, me gustaría recordarte que reconocer, es el primer paso para edificar. Alguna vez Lacan dijo que “el amor es dar lo que no se tiene”, aprender a recibir es importante, tanto como el ofrecer, y un momento de incomodidad no disolverá un vínculo fuerte, puede ser un sentimiento pasajero, que otorga el poder de fortalecer nuestras relaciones.
Cupido, platón y otras barbaridades…
Hoy en día, lo que conocemos como ‘amor platónico’ podría definirse como un ideal que jamás llega a consumarse, como algo inalcanzable, o imposible. Sin embargo, cuando Platón describe este término en El Banquete, apunta a un tipo de relación en la que se anhela la trascendencia del alma y el conocimiento, tras darse cuenta de que una palabra de tal magnitud no podía sólo describir la atracción física. Inclusive nos dejó “un manual”, ejemplificando el camino del amor como una escalera, en la que, si se logra alcanzar el último peldaño, se puede aprender de las virtudes en su forma divina. Así que, mantengamos la calma, que podemos entendernos como sujetos merecedores de amor, por aquello que se es, más allá de lo que se tiene.
Para cerrar, quiero agradecerte en nombre de tu entorno por avivar la magia con tu paso, ¡feliz día del amor y la amistad por parte de galería 7C´s!
Y, recuerda:
“En este mundo tan aterrador, lo único que tenemos son los vínculos que creamos”. – BoJack Horseman.