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Por Sugar Koe

No daban ni las nueve y parecían las tres de la mañana. El ambiente me recordaba a los jardines de la Facultad de Psicología por tanto olor a sustancias mezcladas. Incluso temí en alucinarme cuando algo me picó el brazo… Me alegró saber que era una navaja de quien estaba detrás de mí y no una aguja. Aun teniendo la posibilidad de salir, decidimos quedarnos entre toda la manada, ya que veníamos al magno evento de la presentación de un alemán en la Plaza del Carmen por el Urban Fest.

El escenario fue posicionado entre el Museo de la Máscara y el Teatro de la Paz con frente hacia Blue’s pizza. Su uso comenzó desde la una de la tarde, eso porque para calentar los ánimos, hubo batallas de rap con exponentes locales y externos. Intenté clasificar, sin embargo, y como sería lógico, mi terquedad me hizo ponerme al tú por tú contra el ganador de Guadalajara e invicto de San Luis. Perdí. Él pasó el cypher y quedó segundo; aunque eso es aparte.

Se suponía que el orden de las presentaciones era que las batallas abrieran el escenario, luego un grupo de rap y cumbia cuyo nombre tiene que ver con cigarrillo de marihuana, después un old de la escena potosina. A ese punto ya darían las siete. Luego estaría la banda que usaba la metáfora de un bastón, y al final, la gran presentación del perro de cadena gruesa que actualmente tiene fanatizados a tantos jóvenes mexicanos.

Nosotros: un historiador, un fan de Pizarnik que estudia filosofía y un literato que fracasó en la apertura del escenario, estábamos a dos hileras de la cerca de corral que utilizaron para la distancia. Esperábamos con calma la presentación del rapero de Cabo San Lucas. Las dos hileras de personas frente a nosotros estaban llenas de chicas menores de veintidós años, era como ver patitos perdidos que habían encontrado a su nueva figura materna sobre el escenario. Esto porque todo aquel exponente que se subía a presentarse las hacía moverse de un lado a otro. No eran las únicas así, incluso quienes estaban detrás de nosotros se encontraban en la misma hipnosis. ¿Sería su primer Urban Fest? Quizás, pues cuando vino el ganador internacional de la FMS el año pasado, no se había juntado tanto joven… Apostaba que no había alguien mayor de 45 años. Después de todo, los artistas que se estaban presentando como “apoyo a la cultura” no tenían a ese público como objetivo.

Cayó el sol como ceniza de porro a la cantera del Carmen. A la par que dejamos de sentir los rayos, terminó la presentación del grupo Bastón. Estaba por salir al escenario a quien todos esperaban, hasta que uno de los invitados tomó el micrófono y con la palma abierta pidió silencio.

̶ Antes de seguir y presentar al mero mero, queremos invitar al que hizo posible este increíble evento. Que pase…

Del lateral del escenario emergió el organizador de los eventos de Cultura del Estado. Su discurso sabía a indicaciones de un perro pastor que lleva al matadero a un grupo de corderos. Después de unos minutos de ovaciones hacia su persona que gritaban más “ya cállate” que apoyo a lo que decía, se presentó el político más querido de San Luis Potosí tras aumentar el sueldo de los trabajadores del Ayuntamiento. La multitud se descongestionó un poco con ello, era como si del rebaño se hubieran retirado los cabrones que ya conocían las mañas del pastor. El resto de personas nos quedamos a escuchar sus comentarios sobre traer al representante del triple cuatro en el rap. El ambiente estaba por apagarse, pero la salida de un invitado llamado como el primer hombre, según la biblia, apareció y le entregó una skateboard taggeada con el nombre del político. Justo al dársela, el DJ empezó a improvisar scratch en sus platos, nos entregó al político con eso y nos avisó que estábamos cerca del matadero para la cena del sexenio.

            ̶ Dígame… ¿Se compromete a seguir haciendo este gran evento para la banda?    -cuestionó el rapero que le entregó la tabla al político.

            ̶ Sí, con mucho gusto, por los jóvenes  ̶ respondió.

            ̶ Entonces para que lo apoyen, bandita, y siga haciendo estos eventazos.

El rapero levantó la mano del político mientras este sostenía la tabla grafiteada y sonaba una instrumental de rap industrial con scratch del DJ. La gente aplaudió. ¿Tan fácil nos compraron? El político hizo una seña al lateral izquierdo del escenario y de este emergió el perro de cadena gruesa. Tomaba mezcal con una sonrisa pícara y fumaba marihuana para representar lo que su temple decía: rap real… Claro, el político hizo touchdown con los jóvenes al traer a ese flautista de cabello rizado. Nos lo dejó claro cuando la primera canción que interpretó en su salida fue esa: “Touchdown”.

  Salí de mi idolatría a lo sucedido y a la melodía pegajosa que transmitía el “yo puedo con todo” para voltear a ver a mis acompañantes. El historiador, a mitad del ruido y con aires de molestia, empujó al fan de la poesía depresiva.

̶ ¿Cómo ves esa mamada?

̶ Con odio, güey, saben que son puros morrillos que darán su primer voto, por eso hacen esto.

Yo regresé la mirada al escenario. En ese momento todos éramos borregos, borregos de un alemán contratado por un carnicero que nos hará su comidilla para las siguientes elecciones.

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