Por Octavio Guerrero
Camino por Zaragoza, ya es de noche. La luz de los comercios no deja espacio para la oscuridad en el Centro Histórico. Un guía turístico le pide a un grupo de personas voltear hacia arriba, algo que no hacemos en nuestra vida diaria. No sé cómo sigue la letanía, pero hago caso: veo gárgolas en las farolas y algunos balcones, pero no gran cosa. Vuelvo a lo mío, no quiero que los guardias nacionales que vigilan me hagan una revisión de rutina por ir bien clavo en las alturas.
Sobre Zaragoza, paso por la casa de los exorcismos en la esquina de Abasolo. Ahí sigue el montón de crucifijos, los rosarios y las páginas de biblia advirtiendo que es mejor ver hacia otro lado. Repaso como siempre el sinfín de placas color cobre que un gobierno antiguo impuso para armonizar la arquitectura con los nombres de los negocios y los colores del andador. Como era de esperarse, estas placas color moneda perdieron contra la globalización y sus importadoras, farmacias, ópticas, restaurantes y puestos de películas piratas.
Hay mucho ruido en la calle. Una familia pide dinero mientras el padre toca el acordeón. La gente camina ensimismada, esquivan las alcantarillas que llevan meses en reparación y huelen a mierda. Nadie se detiene a escuchar “Flor de capomo” ni a comprar camote o tamales oaxaqueños. Estoy a punto de llegar a Tejado Rojo para encontrarme con Caro y Alán, los miembros del colectivo Culto al ruido. Doblo a la izquierda en López Rayón donde el nombre de Melisa Aispuro cubre el verdadero nombre de la calle. Antes de entrar a mi destino, reconozco los tags de otras personas que también están haciendo ruido en la ciudad.
Cuando entro, ya me esperan en una mesa. Caro me pregunta si quiero que nos movamos a un lugar donde no se escuche tanto la música. Enciendo la grabadora y le digo que no se preocupe, que el aparato capta todo, hasta el acordeón que suena por ahí afuera. Nos despreocupamos por el ruido y comenzamos a charlar.
Conceptualmente, ¿Qué es el ruido para ustedes?
Alán: Para mí que soy músico el ruido es vibraciones irregulares. La música son vibraciones regulares que son emitidas por instrumentos: ruido es algo que se sale de la norma. Para mí ruido es algo que se sale de lo estético, lo normal.
Caro: Coincido con eso. El ruido, hasta en lo visual y lo sonoro, es lo que no está estandarizado de lo que sí es algo: arte, música, películas, lo que sea. Con Lore, que tiene el proyecto de Timpánica, hablábamos mucho del ruido. ¿Quién lo definió? Si me preguntas a mí, siento que es algo que definieron otras personas de lo que no entra en lo estético y entendible, en lo consumible.
¿Por qué rendir culto hacia algo que es molesto para la gente?
Caro: El nombre de Culto al ruido surge por una rola que me gusta mucho y se la compartí a Alán. Es justo de Belafonte, la banda que vamos a traer próximamente. Tienen esa rola y me mama lo que dice: el discurso es hablar de las cosas que precisamente no entran en lo que se considera música en el arte o arte en la música. Esa rolita tiene ese mensaje y es la principal razón porque lo nombramos así. Si lo vemos de una manera más conceptual como para lo que nosotros ha sido, el nombre es para rendirle un culto porque pienso que mucho de lo que hacemos no entra, quizás, en los lineamientos académicos o institucionales de lo que es un evento cultural, musical. Esto con todas las normas de tener un foro establecido, un escenario. Por eso estuvo chido el nombre, al inicio yo lo pensé como el nombre de una rola que me gusta: “Esto tiene congruencia con lo que estamos pensando”. A lo largo del tiempo ha sido unirlo de esa forma: tributo a esas cosas que no son aprobadas desde la forma tradicional de hacer cultura.
Alán: Más que rendirle culto puede ser rendir respeto y homenaje. Para mí este proyecto ha sido impulsar a las personas que han estado ahí en la escena y que a lo mejor no han tenido la oportunidad de abrirse a más. Vamos a hacer ruido con lo que tenemos, con lo que hay aquí en la ciudad. Hay que hacer algo, motivar y contagiar a la gente para que siga haciendo cosas. Para mí es eso: movernos para que la escena cultural de San Luis crezca.
¿Qué ventajas y desventajas encuentran en la autogestión?
Alán: Ventajas es que no estamos delimitados por algo. Nadie nos dice “tienes que presentar esto porque es el mes patrio”, entonces tienes que hacer música mexicana, o en diciembre algo navideño. La ventaja de ser autogestivo es que decidimos qué es lo que queremos presentar, cómo lo queremos presentar. Pensamos en el público, segmentamos: “A ver, este grupo. ¿cómo para quién va?, ¿a quién podemos invitar de bandas que se parezcan?”. La desventaja es que es muy difícil bajar presupuesto, pero el impulso actual son las amistades.
Caro: A mí siempre me ha interesado la vía autogestiva. Antes de Culto, ya había tenido otros proyectos colectivos. Mi chamba trato de hacerla de esa forma. En la autogestión encuentras cosas bien chidas como las alianzas. Encontrar eso es bien bonito. Soy muy aferrada al discurso que el pinche capitalismo nos arrebata todo. Incluso, la capacidad de ser humanos y colaborar. No tanto de esperar un producto, un ingreso, un beneficio, sobre todo económico. La autogestión te delimita que en lo económico está cabrón y te hace apostarles mucho a las relaciones humanas y a todo lo que eso implica: conflictos, cosas chidas, acuerdos, desacuerdos y aprendizajes. La autogestión es una forma bien chida en lo que sea: aspectos culturales, tu chamba, tu vida o hasta cuando decidas construirte tu propia casa.
Aprendes mucho porque no hay fórmulas y tienes muchas maneras de hacer las cosas y experimentarlas hasta que tú misma o tú mismo trazas el camino de hacerlo. Es una forma de cumplir tus sueños, esos que tuviste de morrito. Yo siempre he querido traer esta banda, hay que lograrlo si está dentro de nuestras posibilidades. También es no tener que responder a las dinámicas impuestas. ¿Cómo tienen que ser las cosas?, ¿qué es el arte? Estas dinámicas jerárquicas de: “Yo, gestor, estoy por encima de ti, banda”. No, jamás. En la autogestión eso se desdibuja porque no puede ser así y no funciona así. En la desventaja lo económico, esa es una realidad. Que sea de esta forma no quiere decir que no tiene que ser pagado o remunerado de manera justa. Uno de los retos es cómo hacerlo sostenible y estamos en eso.
No tenemos la respuesta aún. Yo creo que casi nadie la tiene, y si la tienen estaría chido que la compartieran (risas). Un financiamiento puede incluir que alguien te diga qué hacer y qué no hacer, o qué le gusta. Es delicada esa línea. Esto implica mucha chamba y tiempo de planeación. Es chamba que haces por amor al arte porque a veces no hay otro tipo de remuneración. La desventaja de hacerlo en una ciudad como San Luis Potosí, es que no tenemos la centralización que tienen otras ciudades como CDMX, Guadalajara o Querétaro. Por lo tanto, las cuestiones culturales son muy cuestionables: ¿por qué lo estás haciendo?, ¿con qué fines?, ¿a quién le ayuda? Es una desventaja que yo reconozco del contexto en el que habito. Hay mucha duda sobre qué tan importante es el arte y la cultura.
¿Por qué creen que el underground, a pesar de su independencia, necesita organización?
Alán: No es que el underground necesite organización, puede crecer. Para mí es como una planta que crece sola en el concreto. Puede hacerlo sin organización, pero esta le ayudaría a dar remuneraciones más justas, a que no fuera así como de: “oye, te invito a tocar porque va a venir esta banda, pero tráete todo tu equipo”. Con organización se puede ayudar a que sea más pareja la participación de todo mundo. No sé si decir profesional, pero mejor, eventos llevados a cabo de mejor manera. De repente llegas y el audio no está bien, o tienes buen audio, pero no tienes quién le mueva, entonces suena mal. Puedes presentar una buena banda y que la gente diga que estuvo bien gacho solamente porque no tenías quién le moviera al equipo bueno que tenías. El underground no necesita organización, puede crecer solo, va a ser así siempre: tiene esa parte punk. Sin embargo, podría ser más justo.
Caro: ¿Qué es el underground para ti?
Octavio: Pienso en lo autogestivo. En las personas que se están moviendo para hacer arte, traer a personas, crear colectivos y comunidad fuera de lo establecido. Así lo veo. Busco cosas que no tengan un patrón, que hablen de la universalidad.
Caro: Justo. Te pregunto porque yo no lo nombro tanto como underground, sino como independiente. Esto no solo viene de lo artístico, sino de los movimientos sociales. Entonces, lo he visto mucho en las movilizaciones: desde la defensa de derechos humanos, el feminismo, los movimientos estudiantiles. La organización es necesaria para lograr un objetivo. Si no tienes objetivos también está chido: “esto lo quiero hacer porque lo quiero hacer”, pero si ya empiezas a tener objetivos como difusión del arte y la cultura, remuneración del arte, bajar el alza al precio del transporte público, etc. necesitas una organización y tener mapeadas tus metas, tus actores. ¿Quién hace qué? Tus habilidades y debilidades, me la rifo en esto y esto no. Ahí es cuando otra persona entra al diálogo y comienza la organización.
Muchas bandas consolidadas de forma internacional cuentan su vida como: “Nosotros nomás lo grabamos, lo sacamos y pegó, así nos hicimos famosos”. Por otro lado, tienes a bandas que tienen todo muy esquematizado y nomás no les funciona. Es algo medio dudoso, pero si tienes un objetivo que trasciende de tus intereses personales y va más con fines sociales, necesitas organización.
¿Cuál ha sido su evento más ruidoso?
Caro: El aniversario que festejamos el 28 de diciembre. Asistieron aproximadamente cien personas y vinieron las Babas Tutsipop, una banda de Guadalajara, se reunieron las Peach Creeks; una banda de culto en SLP. Para mí fue ruidoso en el sentido que se compartió mucho. Tuvimos full de preventas y sonó muy bien, yo escuchaba gritos de felicidad.
Alán: El público que ha asistido a los eventos ha sido muy educado. No hemos tenido bronca de que se peleen, es muy amistoso. Se ha creado en el mismo concepto de Culto al ruido esa onda. La gente, siento yo, que cuando va a uno de nuestros eventos es en esa vibe. La gente va a pasárselo chido y a escuchar la música. Más que la cantidad de gente, yo me iría con la red que se ha creado en los eventos. Por ejemplo, la onda de que cuando hicimos un evento con Los ojos vacíos estuvo una expo de un artista plástico que es Isro Briones. Ellos no se conocían y una de las ilustraciones que hizo Isro para una de las canciones de Los ojos les mamó y empezaron a tatuársela. Yo me llevo eso de los eventos, ese abrazo que le damos a la gente y el click que hacen.
¿Cuáles son los aspectos que toman en cuenta de los artistas para invitarlos a colaborar?
Caro: Alán es músico y yo me dedico a lo audiovisual, eso nos hace tener un chingo de amigos y amigas artistas bien rifados. Yo puedo decir que mi red de compas, cercanas como no cercanas, son bien perras en lo que hacen. Me considero muy afortunada porque a pesar de que no vengo de familia de artistas ni nada de eso, la otra familia que elegí en lo social son artistas que considero muy rifados; me enorgullecen mucho. La búsqueda no es tan difícil porque topas quién anda haciendo cosas, quién anda sonando. Algo muy particular, personal de Carolina, es no agresores, nada de personas que tienen una mala vibra directa. Se necesita banda que ande en el mismo trip de lo independiente, con las mismas ganas de compartir.
Alán: Cuando queremos armar algo pensamos en quién conocemos que haga cierta disciplina. Hay que monitorear el círculo y ver cómo lo puedes hacer crecer. La onda es ver quién está haciendo cosas, por ejemplo, una persona que esté haciendo fotos chidas hay que ponerla en la galería. Por ejemplo, ya van dos exposiciones que hacemos de fotógrafos y fotógrafas independientes. Es eso: ver quién anda haciendo cosas chidas, y así creo que la banda debería conocerlos. El camino para elegir a la gente va conectándose en automático.
¿Cómo fue la experiencia de curar la exposición Miradas en la música?
Caro: Mi primer acercamiento real, o mi primera chamba, aunque no fuera remunerada, fue la cobertura del Circuito Indio en el 2016. Trajeron muy buenas bandas como El mató a un policía motorizado y Belafonte, de hecho, ahí los conocí. Fue una gira que duró más o menos un año y medio. Primero los hacían en un bar que se llama Roadhouse y luego lo movieron al que en ese tiempo era Loud. Ahí comencé a hacer mis primeras fotos relacionadas a la música y noté cosas. Eso lo cubrí con una compa que se llama Aída. Las dos empezamos en ese pedo de foto de concierto y así.
Ahí nos dimos cuenta de dinámicas hacia quienes cubrían ese tipo de eventos que no estaban chidas. Por ejemplo, el simple hecho de no pagarte o decir: “te pago con chelas o dándote acreditación y una cortesía”. En su momento está chido porque aprendes y eres estudiante, pero luego dices: Circuito Indio, la marca Indio… Todavía si fuera un proyecto autogestivo de intercambio, pero… esa es una marca internacional de cerveza. Topábamos eso y decíamos: Como fotógrafa entregas tus fotos y la banda las publica y los medios las publican, pero, ¿dónde está el reconocimiento a la persona que se chutó la desvelada?
Desde ese entonces traía ese viaje y cuando empezamos con Culto al ruido los eventos que empezamos a hacer para mí siempre fue importante darles cobertura chida, pero luego sentía que sólo se quedaba en redes sociales. Solo los likes y ya. Esta chamba es más allá de eso. Documentar va ligado con la memoria sí o sí. El documentar la música en San Luis Potosí es la memoria de la cultura en la ciudad. No sólo estás tomando fotos para tener un like, subirla y que la banda la comparta. Entonces le conté a Alán, así como a otras personas, que me gustaría hacer esa expo porque al menos aquí yo nunca he visto que se reconozca el trabajo de quienes documentan el arte. Se reconoce mucho el trabajo de los artistas, pero de quienes hacen el registro para que ese artista pueda tener una manera de difundirse, hay muy poquito reconocimiento. De ahí me surgió la idea de juntar a fotógrafos y fotógrafas potosinas, sobre todo porque algunos no han tenido la oportunidad de exponer en otros lados.
También hay que decir eso: la fotografía de concierto no entra en ninguna categoría de los museos que exponen. Tú vas y expones fotografía de paisaje, retrato y autorretrato, pero el concierto no está en la percepción de quienes curan esas expos. La idea es seguirla haciendo y juntar a personas más consolidadas en el medio con fotógrafos más principiantes para que se haga una red.