Por Jaime González Rueda
A través de pinceladas, carboncillos y lápices se dibujó la vida de Raúl Gamboa Cantón, sin embargo sería injusto decir que su obra se limita a los lienzos. Gamboa tenía una indiscutible habilidad para enseñar, además de ser un hábil gestor, y ¿Cómo no?, si gracias a él, durante su gestión, se construyeron las actuales sedes del Instituto Potosino de Bellas Artes y del centro cultural que hoy lleva su nombre.
Alumno de Diego Rivera y de otros afamados pintores, su estilo nacionalista se compagina con las corrientes artísiticas postrevolucionarias de la primera mitad del siglo XX, donde en cada pincelada se trataba de exaltar ese espiritu de la “mexicaneidad”. Su hijo mayor, Raúl Gamboa López lo describe como un “apacionado de la belleza”, y, según quienes lo conocieron, fue una agradable persona y un excelente conversador.
92 años vivió, pero su legado permanece no solo en San Luis Potosí, sino en otras latitudes del país. Durante su vida cultivó amistades de renombre como los pintores Chávez Morado y José Luis Cuevas, o celebridades como la actriz Ofelia Guilamain o el periodista Pedro Ferriz Santa Cruz. Su segundo matrimonio con la bailarina Lila Lopez dio pie a una dupla artística muy particular, cuyas pasiones sembraron por doquier la vida cultural de San Luis Potosí.
LAS PRIMERAS PINCELADAS…
¿Eso es un talud?… Pues sí, no es casualidad que el edificio del Instituto Potosino de Bellas Artes tenga referencias por aquí y por allá a la cultura maya, cualquiera que preste atención podría apreciar su estructura “piramidal”. Gamboa Cantón, nacido en Mérida, Yucatán, en 1914, nunca olvidó sus raíces, en su obra se despliegan una serie de referencias a ellas. Fue ahí, en su tierra natal, donde estudió por primera vez pintura en la Escuela de Bellas Artes de Mérida, hasta que el gobierno del estado le otorgó una beca para estudiar en la ya célebre Academia de San Carlos, en la Ciudad de México.
“A Diego Rivera lo conoció en San Carlos, no podemos decir que fue su amigo, pues lo conoció en su papel de maestro, sin embargo trabajó en su taller por algún tiempo” comenta su hijo Raúl Gamboa López. Durante su paso por el taller de Rivera, elaboró tres murales en el Mercado Abelardo L. Rodríguez de la Ciudad de México, espacio que compartió con otros discípulos del maestro, que en conjunto cubren 1450 metros cuadrados de paredes y techos, y que aún pueden ser contemplados en la actualidad.
El estilo de Raúl Gamboa toma un curso nacionalista, correspondiente con las tendencias artísticas del momento, con una escena cultural dominada por muralistas como Alfaro Siqueiros, Clemente Orozco o el mismo Diego Rivera. En su obra prevalecen principalmente retratos, la mayoría de ellos encargos; y paisajes, donde se retrata la vida cotidiana de México, y por supuesto el concepto de “nación”.
En México, Gamboa logró cultivar una serie de amistades dentro de los círculos intelectuales, entre sus amigos se encontraban la actriz Ofelia Guilmain, y los pintores José Luis Cuevas, Chavez Morado y Vicente Leñero. “Fue muy cuate del periodista Pedro Ferriz Santa Cruz, recuerdo que de cariño le decía el “colibacilio”, los dos eran de muy buen comer, sin embargo ambos eran flacos” recuerda Gamboa López.
Raúl Gamboa también tuvo amistad con el famoso pintor Gerardo Murillo Coronado, mejor conocido como el Dr. Atl. “El Dr Atl fue un buen amigo de mi papá, lo conoció de manera muy accidental. En una ocación mi papá estaba en el Ajusco pintando al aire libre y se aproximó un hombre con facha de pordiosero, él creia que le iba a pedir alguna ayuda, para su sorpresa el hombre le hizo algunas correcciones de color y algunas observaciones, ese hombre resultó ser el Dr. Atl”.
Ya como un pintor consolidado, en 1958 ingresó al servicio exterior en la ciudad de San Antonio, Texas, como responsable del intercambio cultural mexicano-norteamericano. En esa ciudad fundó la “Mexican Art Galery” uno de los primeros espacios para la exposición de connacionales en aquel país. Fastidiado por los inviernos fríos de la ciudad, y luego de 4 años, presenta su renuncia y regresa a México.
DE PINTOR A… EDUCADOR Y GESTOR
La pintora Teresa Palau, una de sus alumnas más distinguidas, rinde un homenaje a Gamboa con la publicación de su libro “Raúl Gamboa: el pintor, el maestro”, donde, en las propias palabras de su autora afirma que su escrito “es un homenaje a la memoria del maestro, para dejar testimonio de su labor artística, docente y cultural”, lo que empata a nivel de importancia la trayectoria del pintor con la del docente.
Su hijo mayor resalta la labor de su padre como educador de muchas generaciones de pintores: “El tenía una dupla que se da poco en el arte, pues el que es buen artista no suele ser buen maestro, y el que es buen maestro no suele ser un gran artista, sin embargo, él era tanto un gran artista como un buen maestro. El arte se enseña de forma diferente a la ciencia, pues esta se enfoca en el alumno, y el arte se enfoca en el maestro”.
Pero… ¿cómo llegó Raúl Gamboa a San Luis Potosí?, la verdad es que las tierras potosinas nunca estuvieron en sus planes, su llegada es producto de la casualidad. “La única referencia que mi papá tenía de San Luis era la Alameda, pues en sus viajes de San Antonio a la Ciudad de México los autobuses paraban ahí, y por aquel entonces no era un lugar muy agradable” comenta Raul.
En 1960, el potosino Miguel Álvarez Acosta, amigo de Gamboa, y por aquel entonces director del Instituto de Bellas Artes y Literatura, le pidió atender el recién creado Instituto Potosino de Bellas Artes. “Mi papa se negó muchas veces a venir a San Luis, y Álvarez Acosta tenía un interés particular en levantar la vida cultural de su ciudad natal. Después de muchas negativas, Álvarez Acosta cansado le dice: “no te estoy proponiendo un negocio, es un favor de amigos”, 3 días después mi papá llegó a San Luis”.
María Elena González, quien conoció al maestro como integrante del primer Consejo para la Cultura y las Artes, espacio que compartieron con prominentes figuras del arte como el escultor Joaquín Arias o el arquitecto Francisco Cossío, resalta su capacidad para educar en una pedagogía muy libre: “A pesar que tenía un estilo artístico muy definido, sus alumnos no siguen este. Tu ves a Luis Manso, a Tere Palau, Rosales Marroquín, Othón Salazar, toda esa generación de pintores son diversos, y todos eran alumnos de Gamboa, eso se explica porque su docencia se basó en la libertad del individuo”.
Su producción pictórica fue menos fructífera en San Luis Potosí, pues a partir de ese momento dejó de ser pintor a tiempo completo para dedicarse a la gestión y la educación artística. Un año después de su llegada, fue nombrado director del Instituto Potosino de Bellas Artes. “Creo que mi papá extrañaba pintar lo que él quería en el momento que él quería, ya que la dirección de Bellas Artes no le dejaba mucho tiempo libre”.
Gracias a su gestión se consiguieron los fondos necesarios para el nuevo recinto de Bellas Artes. Una de las opciones era ocupar el actual museo Francisco Cossío, abandonado en ese momento, pero Gamboa no quería que la nueva sede estuviera en un área de la ciudad de alto poder adquisitivo, digamos la zona “nice”. “Él pensaba que la gente que estaba buscando algo, era la que menos posibilidades económicas tenía, la que deseaba ingresar al mundo del arte, fue por eso que se escogió ese lugar, donde anteriormente estaba la casa de los Cuevas, que como dato curioso es la casa de la leyenda donde un taxista lleva a una señora ya fallecida a recorrer 7 templos de la ciudad”, recuerda Raúl Gamboa López.
En San Luis Potosí, Gamboa Canton se topa con una tierra fértil, llena de posibilidades para el desarrollo de las artes. La idea era quedarse por 6 meses, pero los meses se hicieron años, y aquí permanecerá de por vida. En la ciudad hizo mancuerna con personas como Alvaro Muñoz de la Peña, Tere Caballero o Tito Salazar, y por supuesto con la que sería su esposa: la bailarina Lila López.
LILA QUE TE QUIERO LILA
El matrimonio de Gamboa Cantón con Lila López fue mucho más que eso, fue la conformación de una mancuerna formidable para la escena artística del estado. “Había una ayuda mutua, él como director de Bellas Artes, y ella como coreógrafa. Por ejemplo, todos los carteles del festival de danza los hizo Gamboa” recuerda la maestra María Elena González.
“Lila ya conocía el trabajo del maestro Raúl Gamboa antes de conocerlo a él físicamente, desde que ella estaba en la ciudad de México pudo ver un poco de su obra y precisamente le llamó la atención”, comenta la maestra Carmen Alvarado, quien fue alumna de Lila López y actualmente es coordinadora de danza en el IPBA. “La pareja que formaron el maestro Gamboa y Lila fue muy beneficiosa para San Luis, juntos construyeron e impulsaron la escena artística del estado”.
Lila y Raúl se casaron en la década de los 60. Ella, que había venido a San Luis gracias a un programa de becas, se hizo cargo de la coordinación de Danza del IPBA, y desde ahí la mancuerna fue total. Con el tiempo, la bailarina se dio a la tarea de crear el Festival Internacional de Danza que hoy lleva su nombre, del cual, el pintor realizó los carteles promocionales, pues en una faceta menos conocida de él, también cultivó el upset y otros trabajos impresos, incluso llegó a generar tipografías, e intervenir en el diseño de vestuarios.
EL HOMBRE MÁS ALLÁ DE LOS LIENZOS…
Más allá de la pintura sus aficiones incluían los perros y los canarios, amor que se veía plasmado en varias de sus obras, donde aparecen precisamente estos animales. “Solia pintar cuadros de perros con la mala intención de intercambiarlos por perros verdaderos” recuerda con risas su hijo, de quien afirma también fue juez canófilo internacional.
Raúl recuerda que su padre prefería los perros de raza, pues decía que un perro bueno y uno de la calle comían exactamente lo mismo, así que era mejor mantener a uno bueno, situación que lo que hacía entrar en conflicto con Lila, quien rescataba perros abandonados.
Para su hijo Raúl, su padre era un gran ser humano, “como hijo puedo decir maravillas de él, era una persona de gran riqueza intelectual. Tenía gran capacidad para estructurar información, se pedía mucho a sí mismo, era muy meticuloso y tenía muchos intereses. Él amaba todo lo bello, la música, los animales”
La maestra Maria Elena González recuerda a Raúl Gamboa como un “hombre universal” o “multifasetico” debido a sus conocimientos de filosofía, estética, e historia. “Gamboa era muy educado, muy sensible, preocupado por los demás, eso se vio reflejado cuando insistió en que el edificio de Bellas Artes estuviera en un punto de acceso para todos”.
Sus aficiones también abarcaban la fotografía, sobre todo para retratar a su familia durante los viajes familiares, mismas que posteriormente utilizaba para pintar. Cada diciembre hacía una tarjeta navideña para retratar a su familia, incluyendo a las mascotas.
LEGADO…
¿Cuántas pinturas hizo a lo largo de su vida?, no lo sabemos, y según su hijo, posiblemente ni él lo supiera. La mayor parte de su obra se encuentra en colecciones particulares tanto en Estados Unidos como en la Ciudad de México, algunas piezas más en San Luis Potosí, repartidas entre coleccionistas privados y sus hijos: Raúl y Rabinal Gamboa Lopéz, quienes ocasionalmente prestan las piezas para su exhibición en diversos centros culturales de la ciudad.
El maestro Gamboa solía decir que sabes que estás viejo cuando tus amigos se mueren. Trás una larga vida, murió a los 92 años, después de enfrentar la pérdida de su esposa, Lila López, y de padecer el mal de parkinson, una enfermedad bastante “injusta” para un pintor, al imposibilitarlo para dibujar o pintar. “El ya no quería vivir, su salud se vio muy mermada después de la muerte de mi madre, creo que nunca pensó que ella, siendo mucho más joven, moriría antes” comenta Raúl Gamboa López.
En sus últimos años muchas personas los convirtieron en una especie de “guru”, pues buscaban al maestro para pedir consejo o simplemente para tener una charla, él, por su parte, él no entendía el por qué tantas personas le buscaban, al cuestionar: “¿qué cosas interesantes les puede decir un viejo?”
El 14 de marzo de 2006 muere de un ataque al corazón, 46 años después de haber llegado a San Luis Potosí. Su padre mismo le heredó tal vez esa longevidad, pues este murió a la edad de 110 años. Tras su muerte, más que sus propias obras, deja una generación de pintores talentosos, que con el tiempo se convirtieron en los nuevos maestros de la pintura en la ciudad. Tras su muerte queda la estela del pintor, pero sobre todo del maestro…