Por Jaime G. Rueda
Fotografías de Verónica Mar
No se trata capturar la belleza, por el contrario, la obra de Verónica Mar está plagada de espacios decadentes y grotescos, de personajes mundanos, que, combinados con su particular visión y sensibilidad crean una armonía estética dentro de lo que muchos llamarían “fealdad”. El reto para su fotografía, y a la vez su gran acierto, es captar escenas de la vida cotidiana de manera “distinta”, hacer de un puesto de tacos, de una pared grafiteada, o de una calle en alguna colonia delictiva, espacios casi oníricos, mágicos…
Influida por el movimiento situacionista y la psicogeografía, la ciudad, a través de su lente, más que un escenario para sus habitantes, es un ente que influye en su mentalidad, decisiones y hasta en su estado de ánimo. Su preferencia por escenas nocturnas le permite jugar con los claroscuros, abonando a la construcción de un aura de fantasía a través de letreros luminosos y luces de neón.
Verónica Mar hace de la fotografía una forma de activismo, su obra incita a más mujeres a tomar las calles, a perder el miedo a las urbes como espacios de segregación sexual, donde la mujer “no debe” transitar.
Fotógrafa regiomontana, con una prolífica carrera, su obra se ha expuesto en Cuba, Escocia, Estados Unidos, Chile, España, Tailandia, Italia y por supuesto México. En 2020 fue seleccionada en los Urban Photo Awards. Su trabajo ha sido publicado en las revistas CUARTOSCURO y ASFALTO. En 2023 su proyecto “La ciudad, la noche” fue uno de los ganadores del concurso The Night de IMA NEXT en Japón.
¿Cómo fue tu primer acercamiento con la fotografía?
De manera informal se dio en el ambiente familiar, con esas cámaras desechables de los años 90 ‘s, la típica Kodak de rollito. A un nivel profesional fue cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la licenciatura en Multimedia y Animación. Aun cuando la carrera puede sonar un poco cuadrada, la currícula tenía un lado muy creativo y la fotografía era parte de ella.
Posteriormente estudié en el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, y en la Escuela LENS de Artes Visuales de Madrid, España. Claro, mi formación también es por la práctica constante en el entorno público, en la calle, que es el contexto que me gusta retratar.
¿Qué cualidad posees como fotógrafa?
Para mi la fotografía es más que el simple registro gráfico de un momento, es poesía. En mi trabajo relaciono la práctica fotográfica con otras disciplinas, por ejemplo la filosofía, incluso una propuesta que viene del movimiento situacionista: la psicogeografía, que aborda la relación del territorio urbano y su arquitectura con sus habitantes, el cómo los espacios influyen en la mente y ánimo de las personas. La psicogeografía me ayuda a conectar con las historias de ese entorno, apreciar fenómenos políticos y sociales como la migración, la discriminación, la gentrificación; interactuar y escuchar las historias de las personas, más allá de solo tomarles una foto.
Supongo que tu labor como fotógrafa y narradora de historias te obliga a ser una persona muy sociable e interactiva con tu contexto…
Realmente no me considero tan sociable, pero me gusta romper esa barrera y me doy la oportunidad de conocer esas historias porque genuinamente me importan, porque a través de mi obra puedo llegar a visibilizar algún problema, generar alguna propuesta. La fotografía es una forma de apoyo a otros.
¿Cómo es ese diálogo de tu fotografía con otras disciplinas artísticas?
En mis proyectos incluyo, además de fotografías, poemas que generalmente acompañan a la obra gráfica, escritos afines a esta, o incluso intervengo con textos las imágenes. Suelo pensar las imágenes como poemas, a través de la técnica de múltiple exposición, pienso en cada exposición como un verso distinto, que en conjunto forman un poema.
¿Cómo definirías tu estilo fotográfico? Entiendo que es muy conceptual, muy narrativo…
A nivel estético mi obra ha sido influida por el movimiento japonés “provoke” de finales de los 60 ‘s, una corriente de ruptura que utiliza los “errores fotográficos” como partes conscientes de una narrativa, para enriquecer la imagen de manera intencional. Esto quiere decir que a propósito haces imágenes desenfocadas, con mucho ruido, quemadas, con barridos, a fin de generar un impacto en el espectador. El “provoke” surge en una época de protestas y revueltas estudiantiles, me gusta rescatar esa estética que abona a la narración.
También diría que es algo onírico, dentro de los contextos urbanos, pues lo que siempre me ha apasionado es retratar la vida de la ciudad y de sus habitantes. A nivel técnico trabajo tanto lo análogo como lo digital, con intervenciones en Photoshop o en ocasiones a mano.
Cada artista tiene su propio estilo, y un mensaje particular que busca difundir. Tu obra muestra espacios cotidianos, contexto del tránsito diario de los habitantes de una urbe, ¿Cómo logras mostrar escenas tan comunes con una narrativa muy distintiva, con una perspectiva nueva?, ¿Cómo es tu proceso creativo?
Yo hago lo que denomino una deriva psicogeográfica diaria, caminar sin rumbo fijo, llevarme por el azar. Me encanta explorar la ciudad, de día o de noche, sobre todo de noche.
Tengo mis zonas favoritas, pero trato de no seguir una ruta fija, sino lo que la ciudad quiera ofrecerme en ese momento. Es increíble para mi que puedas caminar 100 veces por una calle y siempre encuentras algo diferente, cómo influye la luz en una fachada o los personajes que se presentan, sus actitudes y gestos. Es muy importante prestar atención a los detalles.
Dentro de la ciudad existen múltiples escenarios y temáticas, los contextos urbanos nos ofrecen un abanico de posibilidades, ¿dentro de estas existe algún tema que te apasione especialmente?
Lo que más me fascina es la vida nocturna, como se transforma la ciudad, cómo aparecen personajes totalmente distintos a los del día, cómo la dinámica social cambia y surgen las luces de neón, incluso otro tipo de negocios. Deambular por la escena nocturna urbana tiene una connotación política, pues es un contexto donde supuestamente no debería transitar una mujer por lo peligroso que es.
Me gusta explorar estas situaciones donde lo ordinario se transforma en algo extraordinario, con personajes fuera de serie. La práctica de la fotografía me lleva a tener contacto con problemáticas sociales y documentarlas. Por ejemplo la migración, o incluso documentar la desaparición gradual de los mercados tradicionales.
Detecto un cierto gusto por la adrenalina, por estar en espacios que podrían considerarse peligrosos. Como fotógrafa, ¿te gusta esa sensación de transgresión?
Me encanta, tengo años haciendo estos recorridos, es una parte importante de la intención de mi obra, hacer que las mujeres se sientan con el valor de tomar la ciudad de noche. A veces es muy triste saber que algunas colegas no se atreven a explorar la ciudad por miedo. Me gusta pensar que mi obra motiva, acompaña a otras.
¿Tus recorridos urbanos siempre son en solitario?, ¿La soledad te ayuda en tu proceso creativo?
Sí, principalmente deambulo sola, pues considero que es cuando tengo más control de la situación, irónicamente es cuando me siento más tranquila, cuando puedo agudizar mis sentidos hacia mi entorno, aunque ocasionalmente también disfruto de salir con amigos fotógrafos. Eso sí, lo que suelo hacer en compañía de otros no suelo integrarlo a mi obra, es otro tipo de fotografía que no me tomo tan en serio. También suelo hacer recorridos con alumnos.
En estas excursiones ¿has vivido algún episodio desagradable o de peligro?
Realmente no, nunca me ha pasado algo complicado. He tenido la fortuna de estar a salvo. Esto lo atribuyo a mi intuición.
¿Qué calificativos le darías a tu obra?, ¿Qué carácter tiene?
Nostálgica, yo me considero un alma vieja. Creo que siempre hay un toque de nostalgia al explorar las zonas viejas, pero no necesariamente turísticas, de hecho, rehuyo a la idea de una ciudad bonita. Me gusta explorar las zonas en decadencia, es una parte de mi estética, lo que me lleva a imágenes más reflexivas. Igual me gusta dejar algo entre líneas para motivar esa reflexión con el espectador, escenas cargadas de misterio donde te preguntas si lo que ves es real.
¿Alguna escena que recuerdes por su particularidad?
Hay situaciones muy graciosas por las posturas y expresiones que captas de los transeúntes, que parecen sacadas de una película de ciencia ficción. No hay nada planeado, sino que todo se acomoda para dar estas composiciones.
En la actualidad existe la facilidad para tomar una fotografía sin depender de un equipo profesional. Igualmente, los softwares de edición en celulares están al alcance de todos. En este contexto, ¿crees que la figura del fotógrafo se ve disminuida?, ¿cómo vives este contexto como fotógrafa?
A mi me encanta porque no hay hora en la que no pueda hacer una foto, aunque no tenga mi cámara conmigo llevo mi celular, incluso aunque sean fotos que no entrarán en un museo yo disfruto el momento. Yo no me considero purista en cuanto a lo técnico, me gusta mucho experimentar, aprovechar las herramientas nuevas, como la inteligencia artificial, siempre y cuando se utilicen de forma ética. Por ejemplo, hay cosas que tienen un límite y no pueden considerarse como fotografía, entonces, en estos casos basta con llamarlos por lo que son: composiciones digitales, fotomontajes, o imágenes hechas con inteligencia artificial.
En tu carrera supongo que has explorado diversos entornos urbanos, ¿cuáles te parecen interesantes para tu obra?
Recuerdo con mucha fascinación la ciudad de Madrid, pasar horas recorriendo la Gran Vía. También me gustó mucho recorrer la ciudad de San Diego, tanto los espacios bonitos como los sórdidos. Obviamente con ninguna ciudad existe una conexión emocional tan fuerte como con los espacios nocturnos de Monterrey
¿A quién admiras como fotógrafo? O de otras disciplinas artísticas que influyen en tu obra.
Mi influencia más fuerte viene de la literatura, por ejemplo, admiro a Julio Cortázar, a Baudelaire, a Italo Calvino con su libro “Las ciudades invisibles”, a Guy Debord y “La sociedad del espectáculo” que tiene esta vertiente del concepto de psicogeografía que para mi obra es fundamental. Otros nombres que podría mencionar son Daido Moriyama del “provoke”, y fuera de este a Tatsuo Suzuki, a Alex Webb por su trabajo en el manejo del color y la composición.
Cuando mencionas como inspiración a Charles Baudelaire, y vemos que tu obra retrata espacios urbanos no necesariamente turísticos o bonitos, ¿Podríamos hacer una comparativa de “Las Flores del Mal” con los espacios decadentes que capturas?
Sí, claro, yo considero a mi obra como una búsqueda de la belleza en la decadencia. Baudelaire tiene una serie de trabajos maravillosos como “Las Flores del Mal” o el “Spleen de Paris”, textos que abordan ese tipo de búsqueda, de espacios urbanos que no son bellos en la concepción más clásica, pero que vistos de una perspectiva distinta pueden ser majestuosos, surreales, maravillosos.
¿Cómo concibes una exposición fotográfica?, ¿Podrías hablarnos de tus últimas presentaciones?
Justamente presenté recientemente en el Museo Leonora Carrington de San Luis Potosí, la exposición “Ciudad Cielo”, una serie de fotografías acompañadas de poemas que abordan la ciudad como un ser tan vivo como sus habitantes. En esta exposición tomé el concepto biológico de la simbiosis, que es cuando dos especies distintas se unen para procurar su supervivencia en el estado salvaje. Todo lo que sucede en la ciudad afecta a los habitantes, y viceversa, desde alguien que tira basura fuera del bote hasta situaciones de violencia. En esta exposición combiné retratos con imágenes urbanas, torres, cielos o calles mediante la múltiple exposición.
Otra exposición que posiblemente es una de la que más ha abonado a mi acarrea es “La ciudad, la Noche” un homenaje poético a mi amor por la foto nocturna de Monterrey, una ciudad que podría ser calificada como incaminable, inhabitable, incluso violenta, pero que me sigue pareciendo hermosa, un idilio que termina con la luz de día.
¿Como fotógrafa incorporas el feminismo en tu obra?
No explícitamente, pero está bastante arraigada en la concepción de mis proyectos. El trabajo de motivar a mujeres a mostrar otra visión de la ciudad y que se apoderen de las calles, desafiando al peligro, es en si una concepción feminista.
En México y en otros países es difícil vivir del arte, muchas veces no existen apoyos económicos ni el mercado para el mismo, ¿Cómo ha sido tu experiencia en este sentido?
Es un camino largo y con complicaciones, debe ser algo que te interesa y apasiona, porque va a haber rachas complicadas. La clave es ser constante, no dejarte caer.
¿Qué cualidad debe tener alguien que desea ser fotógrafo?
La sensibilidad, porque la técnica cualquiera la puede aprender, memorizarla con la práctica, pero si no hay sensibilidad solo vas a hacer fotos bonitas. El éxito de una foto es que haya una conexión emocional con el espectador y si no se da eso, por mas lindo que sea el paisaje, al final solo va ser una foto bonita de la cual uno se puede olvidar al día siguiente, más en la era de las redes sociales. Es indispensable aprender a transmitir, a contar una historia, a ser sensibles al entorno.
Una foto no termina en el acto del clic, con una imagen puedes generar discusiones, reflexiones, visibilizar problemáticas más allá del simple registro.