Por Sarai Tapia Orozco
Ilustración por Jaime G. Rueda
Muchas décadas han pasado desde que el famoso ratón Mickey hiciera su debut en el cortometraje “El Barco de Vapor Willie” en 1928, o desde el nacimiento de Bugs Bunny en 1930. El cine de animación ha recorrido un largo camino desde sus inicios, cuando las imágenes se dibujaban a mano fotograma por fotograma. En este proceso, uno de los elementos esenciales que muchas veces pasa desapercibido es la “dirección de fotografía”, porque en apariencia en los dibujos animados no existe tal concepto, ¿o sí?
Aunque en la animación no se emplean cámaras de la misma manera que en el cine de acción real, los principios y efectos visuales de la fotografía son fundamentales para crear una narrativa visual coherente y emocionante.
La dirección de fotografía en la animación se encarga de establecer la atmósfera, definir el tono y, en muchos casos, guiar emocionalmente al espectador a través de los movimientos de cámara, el uso de la luz y la composición. En películas de animación, tanto tradicionales como en 3D, las decisiones sobre la iluminación y los ángulos de cámara son tan importantes como en una película convencional.
Un ejemplo emblemático es el trabajo realizado en películas como Toy Story (1995), El viaje de Chihiro (2001), El niño y la garza (2023), donde cada plano es cuidadosamente compuesto para resaltar emociones y detalles esenciales de la historia. En estas obras, aunque no existen cámaras físicas, los animadores y fotógrafos digitales simulan movimientos de cámara complejos, como travellings o paneos, y crean ambientes que parecen filmados en un set real. Claro que si vamos a hablar de trabajos importantes no podemos dejar al stop motion de lado con películas como El fantástico Sr. Zorro (2009), Isla de Perros (2018) o series como Wallace y Gromit (2005), las cuales han sido pioneras en su género y transmiten demasiado en su narrativa y en la fotografía.
Un aspecto importante es la iluminación. La luz no solo moldea personajes y escenarios, sino que transmite emociones profundas. Piensa en una escena oscura y sombría en una película como Coraline (2009), que crea una sensación de tensión y miedo mediante sombras profundas y un juego de luces mínimas. Estas técnicas de iluminación son diseñadas por directores de fotografía que, en colaboración con los equipos de animación, aseguran que la luz no solo funcione estéticamente, sino que potencie el impacto emocional de cada secuencia.
Los animadores y directores de fotografía colaboran para crear imágenes que, fotograma a fotograma, tienen el equilibrio visual necesario para contar la historia sin palabras. Es aquí donde entra en juego la planificación de la profundidad de campo, los colores y los espacios negativos, elementos que muchas veces se asocian más con el cine de acción real, pero que son igual de fundamentales en la animación.
Con la llegada de las tecnologías de animación 3D, la dirección de fotografía ha adoptado una nueva dimensión. El trabajo en películas como Avatar (2009) o Frozen (2013) demuestra que la fotografía digital en la animación 3D sigue las mismas reglas que en el cine tradicional. Los directores de fotografía trabajan con programas de modelado y renderizado para crear simulaciones de lentes y cámaras que dan realismo y profundidad a mundos completamente creados por ordenador.
Así, podemos observar que, a pesar del paso de los años, la fotografía sigue vigente y es un elemento primordial dentro del cine de animación, además de dar nuevas perspectivas y dar vida a personajes que no existen en la vida real.