Una demanda vigente y pendiente en la agenda pública
Colaboración de Palmira Flores García
Los pueblos originarios de México suelen ser caracterizados, en gran medida, por la vasta diversidad cultural y lingüística que practican en cada una de las comunidades en las que se encuentran distribuidas a través de todo el territorio mexicano. Son además caracterizados por la gran riqueza natural que se encuentra en cada uno de sus territorios, y los vínculos que éstos tienen con la forma de entender e interpretar el mundo, han sido los principales elementos que los han colocado en el ojo público de todo aquel que se ha interesado por conocer sobre la identidad de los pueblos originarios de México.
Sin embargo, en la actualidad hablar de pueblos y comunidades originarias, implica tomar otros elementos que la mayor parte del tiempo no se consideran, debido al imaginario que existe en torno a la identidad de los pueblos indígenas de México. Es decir, se cree que son actores estáticos y que no han sufrido transformaciones con el pasar de los años al interior de sus comunidades… En ese sentido, cuando se habla de comunidades originarias lo primero que pensamos es que son comunidades que se encuentran aisladas o que existieron hace miles de años. Nada más erróneo que eso. Solamente en México existen más de 68 pueblos indígenas con 365 variantes lingüísticas, dando por hecho la riqueza cultural que da identidad a nuestro país a nivel mundial.
Sin embargo, al considerar solamente estos elementos que “definen” o dan “identidad” a la población indígena en el país, nos estamos olvidando de todas aquellas personas – niños, niñas, mujeres, hombres- que tuvieron que dejar sus comunidades de origen a causa de la pobreza y de la violencia social y política que que como consecuencia ha generado pérdidas importantes en la identidad cultural y lingüística de los pueblos originarios de México.
La marginación que existe al interior de las comunidades los ha orillado a crear nuevos núcleos familiares lejos de sus territorios, obligándolos a establecerse lejos de sus comunidades como lo son las zonas urbanas, teniendo como efecto, nuevos problemas ante el enfrentamiento de un entorno que no conoce sus dinámicas ni la lengua con la que se comunican diariamente. Es así que la discriminación y el racismo se vuelven los principales obstáculos para garantizar los plenos derechos de la población originaria en México.
En el estado de San Luis Potosí, municipio de San Luis Potosí, existen varias comunidades que se han conformado como resultado de los flujos migratorios en esta ciudad: La comunidad mazahua, la comunidad triqui y la comunidad mixteca baja. Estas comunidades cuentan con una presencia de más de 30 años en la capital del estado potosino y poco se sabe sobre su organización y las particularidades que cada una de estas comunidades han tenido que enfrentar desde su llegada al municipio de San Luis Potosí. La comunidad triqui y mixteca baja son comunidades que tienen su origen en el estado de Oaxaca en la región mixteca del estado oaxaqueño, y la comunidad mazahua es originaria del Estado de México.
La presencia de estas comunidades en la ciudad de San Luis Potosí, son un ejemplo de los diversos problemas que vive la población originaria en México y pone de manifiesto las afectaciones a los derechos humanos de los pueblos originarios en los contextos de ciudad. Esto es así porque acceder a los servicios básicos es casi imposible para la mayor parte de la población originaria que se asienta en contextos urbanos, debido al distanciamiento y desconocimiento que existe sobre las dinámicas propias de la ciudad. La educación en los contextos de ciudad, no contempla ni está preparada para garantizar el derecho de la población originaria a recibir una educación en su lengua materna. El sistema de salud no cuenta con los elementos para garantizar la atención a la población originaria el acceso a sus servicios, ya que no cuenta con traductores ni alternativas de atención para la población que desconoce su reglamentación y dinámicas administrativas.
El derecho a la vivienda, es otro de los problemas que debilita el poder priorizar otros servicios. La población originaria que decide abandonar sus hogares así como aquellas que son víctimas de desplazamiento forzado, tienen que costear altas rentas que implican la mayor parte de las ganancias e ingresos que los miembros de pueblos y comunidades originarios obtienen en sus trabajos. El acceso a un trabajo representa otra de las grandes demandas por parte de la población indígena que se asienta en los contextos urbanos. La mayor parte de la población originaria se dedica a la elaboración de artesanías y textiles que difícilmente pueden comercializar en la ciudad, ya que obtener permisos para la distribución de sus artesanías es otro de los obstáculos que enfrentan continuamente por parte de las autoridades municipales.
Esos son sólo algunos ejemplos de los problemas que la población originaria en contextos de ciudad enfrenta día con día en nuestro país y propiamente en el estado. A estas situaciones se suma la perdida de la lengua materna en la niñez indígena, debido a la discriminación y falta de oportunidades que con esto viene. Por ello, es importante considerar los contextos y las realidades propias de cada una de las comunidades que habitan el territorio mexicano ya que hablar de derechos indígenas no es solo pensar en la población que se encuentra en el campo o en las comunidades originarias, si no también pensar en esas realidades y en esos contextos donde miles de miembros de comunidades indígenas se ven obligados a establecerse lejos de sus hogares y con ello enfrentar pérdidas culturales y problemas que quizás en sus comunidades de origen no tendrían por qué preocuparse.
Finalmente, habría que preguntarse y reflexionar si a esto podemos llamarlo migración cuando gran parte de la población indígena en el país se ve obligada a salir de sus comunidades por la alta marginación y olvido en la que se encuentran sus hogares… sin duda es una situación que no puede pensarse desde una sola óptica.
