Por Rolando Morales Flores
Ilustración de Jaime G. Rueda
Todos los relatos de la literatura detectivesca, tanto en forma de cuentos como de novelas, comparten un punto de partida esencial: la interrupción del equilibrio existente, la ruptura de las normas sociales aceptadas, a causa de la aparición del delito en un contexto social. En resumen, el inicio de toda historia de detectives implica cuestionar o desvanecer el sistema de seguridad que se da por sentado en la convivencia social. El relato implica la exploración de dicho crimen realizada por el investigador, indiscutiblemente el componente fundamental de este género literario.
El difunto Sir Arthur Conan Doyle, un médico inglés nacido en mayo de 1859 y fallecido a los setenta años en un día soleado de julio de 1930, fue elogiado en su lápida como poseedor de una firmeza inquebrantable y una integridad similar a la de una espada. Aunque tuvo un desempeño modesto como médico, alcanzó una gran notoriedad como escritor. A pesar de su amplia producción literaria, que incluyó novelas históricas y de ciencia ficción, Doyle fue recordado predominantemente por su creación más exitosa: el detective Sherlock Holmes.
Además de ser reconocido por su contribución a la literatura y la medicina, Conan Doyle se destacó como defensor de la justicia y de diversas causas a nivel internacional, incluyendo su apoyo a la independencia del Congo. Además, se le reconoce por su labor como abogado y por su defensa del Espiritismo, un tema presente en sus obras de Challenger y en algunos relatos de Holmes.
Las novelas de Sherlock Holmes generaron una devoción arraigada tanto por los sitios y vestimenta asociados al personaje como por su ficticio hogar en Londres. Se ha producido una extensa cantidad de publicaciones que, aunque aparentan erudición, se enfocan en este singular personaje.
Esto involucraba, en parte, asignarle una identidad concreta y un nombre único. Esto resultó ser un desafío considerable, ya que el nombre debía ser distintivo y original, y sobre todo, debía capturar una personalidad que era de alguna manera dual. Estamos hablando de una persona que, por un lado, era curiosa, astuta, creativa, inteligente y ordenada, pero por otro lado, también era soñadora, bohemia, intuitiva y reflexiva.
En la última parte del siglo XIX, Sir Arthur Conan Doyle experimentó el apogeo de la literatura inglesa, particularmente en la narrativa corta, una forma apreciada por los ingleses. En sus relatos, Doyle se sumergió en la descripción de la práctica de la medicina privada en Inglaterra. Detalló la rutina diaria de los médicos que atendían una variedad de casos, desde enfermedades comunes hasta situaciones más complejas, reflejando la dedicación y el compromiso de estos profesionales de la salud.
Doyle alcanzó renombre gracias a sus cuentos policiales centrados en Sherlock Holmes y el doctor Watson. Se dice que la inspiración para el personaje del genio detective provino del Dr. Joseph Bell, uno de sus profesores en la Universidad de Edimburgo durante sus estudios de medicina. Bell enfatizaba la observación minuciosa, el detallado análisis de los pacientes y su historia, métodos que reflejaban la esencia misma de la medicina, conforme a la enseñanza de figuras como Sir William Osler.
En lo que respecta a Watson, optó por el arquetipo común de la época: el médico militar convencional y conservador, quien retorna con su salud debilitada tras una prolongada estancia en las colonias tropicales. Sin embargo, la tipología de sus personajes carece de importancia: lo significativo es que estos personajes salvaron al autor de la pobreza, ya que en el ejercicio de su profesión, su situación empeoraba progresivamente. Pasó de ser médico en barcos balleneros y de carga al fracaso de su consultorio y al sueño frustrado de convertirse en oftalmólogo y prosperar en una sofisticada clínica londinense.
Con el paso del tiempo, logró dos cosas significativas: atrajo algunos pacientes a su práctica médica y publicó varias historias, entre las que se destaca “Estudio en escarlata”, la primera aparición de su personaje basado en su antiguo mentor, el doctor Bell. Aunque esta historia fue vendida por un valor muy bajo y pasó desapercibida en su momento, Doyle siguió alternando su trabajo como escritor de novelas históricas con su carrera médica.
En ese lugar se presenta por primera vez Sherlock Holmes, en compañía del doctor Watson, un recién llegado a Londres y joven médico del ejército británico después de su servicio en la guerra de Afganistán. Ambos comparten alojamiento y a medida que pasa el tiempo, desarrollan una estrecha amistad. Watson se une a Holmes en sus aventuras como una suerte de colaborador en las investigaciones. No solo asiste en la formulación y validación de sus teorías, sino que también actúa como su biógrafo y narrador de sus crónicas.
Pese a su celebridad, la muletilla “elemental, Watson” no aparece en ningún momento de la historia.
El surgimiento de la segunda etapa de Sherlock Holmes se debió a un agente literario estadounidense que adquirió otra historia del detective. Este impulso desde el otro lado del océano llevó a Doyle a ofrecer al primer editor siete nuevos relatos que resultaron ser un éxito.
Doyle mantenía sentimientos encontrados respecto a su personaje. Por un lado, deseaba dedicarse por completo a la escritura, pero por otro lado, no quería asociarse únicamente con Holmes. Por lo tanto, en 1893, decide “matarlo” en el relato “La aventura del problema final”, donde de manera directa muestra la muerte del personaje. A pesar de los ruegos de su madre, editor y la demanda del público, en ese entonces no cedió a la idea de resucitarlo.
No fue sino hasta 1902, con “El sabueso de los Baskerville” y luego con un lucrativo contrato en Estados Unidos, que continuó escribiendo casi un relato por año hasta 1927. Sin embargo, las aventuras narradas en estas obras se sitúan en su mayoría a partir de agosto de 1914, justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, un momento en el que Doyle sufrirá la pérdida de uno de sus hijos.
A lo largo de estas narraciones, Doyle elaboró un personaje que se enfoca en el uso de la observación, el análisis y la síntesis para resolver diversos crímenes. Es indudablemente un esfuerzo por aplicar las herramientas cognitivas asociadas a la cuarta fase de la imaginación, conocida como Comprensión Filosófica: la búsqueda de la verdad, teorías y generalizaciones, principalmente a través de la identificación de las anomalías.
El éxito de Sherlock Holmes radicó en su surgimiento durante el avance de la investigación científica en el ámbito policial. Holmes personificó el espíritu de esa era, preocupado por desarrollar métodos de identificación de individuos y estrategias de mapeo territorial. Buscaba establecer registros detallados para rastrear movimientos y ubicaciones en entornos urbanos. Al ser encontrado por Watson, se encontraba realizando experimentos para identificar rastros de sangre en escenas de crímenes, anticipándose en cierto modo al análisis de ADN.
Holmes, un seguidor de la “ciencia de la deducción”, se enfocaba en lo específico y preciso, observando lo que a los demás se les escapaba. Trabajaba como colaborador no oficial de Scotland Yard y prefería mantenerse en el anonimato. Utilizaba herramientas como una cinta métrica y una lupa, que se han convertido en íconos de la profesión gracias a él. A veces, sus actitudes parecían extrañas, pero en realidad eran indicios de sus investigaciones. Sus ideas incluían paradojas, como su afirmación de que: “El más vulgar de los crímenes es, con frecuencia, el más misterioso, porque no ofrece rasgos especiales de los que puedan hacerse deducciones”.
El canon holmesiano representa la recopilación de obras literarias, incluyendo novelas y colecciones de relatos, creadas exclusivamente por Arthur Conan Doyle que conforman la bibliografía protagonizada por el célebre detective Sherlock Holmes. El término “canon” se utiliza para diferenciar estas obras de los relatos posteriores escritos por otros autores, basados en los personajes concebidos por Conan Doyle.
La mayoría de los relatos dentro de este canon están narrados por el Dr. Watson, con solo unos pocos contados por el propio Holmes o mediante un narrador omnisciente. Estas historias suelen comenzar en medio de la acción o cerca del desenlace, y la gran mayoría tienen un desenlace concluyente. El argumento se enfoca principalmente en asuntos policiales, con la excepción de algunas narraciones anteriores al crimen.
El canon incluye las cuatro novelas y cincuenta y seis relatos escritos por Arthur Conan Doyle en los que participa Sherlock Holmes. Además del protagonista, aparecen o se mencionan varios personajes en más de una de las obras. El principal entre ellos es el Dr. John Watson, quien frecuentemente actúa como narrador. Otros personajes destacados son el inspector Lestrade, Irene Adler, la señora Hudson, el villano profesor James Moriarty y Mycroft Holmes, el hermano mayor del protagonista.
Entre las novelas más conocidas se encuentran Estudio en escarlata (1887), El signo de los cuatro (1890), El sabueso de los Baskerville, publicado por entregas, entre agosto de 1901 y abril de 1902, en The Strand Magazine, El valle del terror, publicado por entregas, entre septiembre de 1914 y mayo de 1915. Muchos de los relatos de Sherlock Holmes se encuentran publicados en recopilatorios, tales como Las aventuras de Sherlock Holmes, publicado por entregas, entre julio de 1891 y junio de 1892, en The Strand Magazine con ilustraciones originales de Sidney Paget o Las memorias de Sherlock Holmes publicado entre diciembre de 1892 y diciembre de 1893.
Asimismo, existen múltiples adaptaciones a diversos medios de las historias de Sherlock Holmes, como las películas protagonizadas por Robert Downey Jr, o las series de televisión donde es interpretado por Benedict Cumberbatch.
Las historias de Sherlock Holmes son de gran relevancia debido a su impacto duradero en la literatura y la cultura popular. A través de las geniales hazañas del detective, estas narrativas han inculcado un amor por la lógica, la deducción y el ingenio, además de haber sentado las bases para un género literario completo: el relato de detectives.
El legado de Holmes ha trascendido generaciones, inspirando a lectores, escritores y cinéfilos, mostrando cómo la mente analítica y observadora puede resolver incluso los enigmas más intrincados. Estas historias siguen siendo relevantes no solo por su entretenimiento, sino también por su influencia en la manera en que se desarrolla la narrativa y se abordan los misterios en la literatura contemporánea.