Ciclo de Cine Clint Eastwood: El bueno, el malo y el feo

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Por Rolando Morales Flores.

Como parte del Ciclo de cine de Clint Eastwood, organizado por el CineClub de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, se proyectó el pasado martes en el auditorio Rafael Nieto la película “El bueno, el malo y el feo” de Sergio Leone.

Sergio Leone destacó como un maestro del género conocido como “spaghetti western”, una denominación despectiva utilizada por la crítica y la industria de la época para referirse al western europeo, principalmente de origen italiano y español, y que buscaba resaltar el cine del género americano de John Ford. Este género se caracterizó por una estética visual descuidada, personajes altivos que no lograban generar empatía, diálogos breves y escenas extensas. El spaghetti western alcanzó su apogeo durante las décadas de los sesenta y setenta.

Sin embargo, Leone logró obtener reconocimiento tanto de la crítica como del público mediante su contribución al género, la cual no podía ser considerada inferior. Una gran parte de su éxito se debió a la Trilogía del Dólar, la cual se caracteriza por tener un personaje principal recurrente, interpretado por un joven Clint Eastwood que alcanzó la fama gracias a estas películas, siempre vestido con el mismo sombrero y poncho mexicano, y acompañado de una música que se convirtió en un emblema del género, magistralmente creada por Ennio Morricone. La trilogía está compuesta por tres de las mejores películas rodadas durante dos décadas: “Por un puñado de dólares” (1964), “La muerte tenía un precio” (1965) y “El bueno, el feo y el malo” (1966), esta última considerada la mejor de las tres.

El personaje conocido como Blondie, identificado como tal debido a su cabello rubio (en ocasiones utilizado como un término insultante), el individuo Malo, apodado Ojos de Ángel (Sentenza en la versión italiana y Angel Eyes en la versión norteamericana), y el individuo Feo, denominado Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez, también conocido como La Rata, son tres individuos que se ven obligados a converger en sus trayectorias durante el conflicto de la Guerra de Secesión con el objetivo de obtener un tesoro enterrado en un cementerio, el cual consta de 200,000 monedas de oro. Esta premisa condujo a Sergio Leone a dirigir una de las historias más emblemáticas del género de spaghetti western, la cual posteriormente sería catalogada por muchos críticos, citando las palabras de Quentin Tarantino, como “la película mejor dirigida de la historia”.

Leone exhibía una perspectiva notablemente divergente de los norteamericanos en lo que respecta a la apreciación del género cinematográfico del western. Dentro de su universo, los indígenas no eran retratados como entidades “malvadas” que eran perseguidas por un inmaculado John Wayne de habla campestre; en cambio, el viejo oeste estaba compuesto por los más peligrosos pistoleros, repleto de muertes violentas y protagonistas que poseían una dimensión axiológica que, seguramente, los estadounidenses no considerarían moralmente virtuosa.

En un extremo se encuentra un individuo que actúa como cazarrecompensas y es reconocido como “el Bueno”, no debido a su naturaleza intrínsecamente bondadosa, sino debido a que su personalidad y elecciones lo posicionan moralmente por encima de los otros personajes. Por otro lado, nos encontramos con un asesino a sueldo que lleva la etiqueta de “el Malo“, y desde el principio demuestra su falta de compasión y disposición para ensuciarse las manos de sangre siempre y cuando haya dinero de por medio. Por último, nos encontramos con un bandido carismático que es conocido como “el Feo”, no solo por su apariencia física, sino también porque su personalidad refleja una notable fealdad. Avaricioso, mentiroso y tramposo, estos son los rasgos que definen a Tuco.

En virtud de lo anterior, desde el instante inicial en que el observador se sitúa para presenciar la mencionada duración de casi tres horas de enfrentamientos, diálogos cargados de ironía y una espléndida ambientación, acompañados por una emblemática banda sonora compuesta por Ennio Morricone, desecha cualquier prejuicio y conjunto de principios éticos que pudieran obstaculizar su percepción, no por voluntad consciente, sino debido a la imposición que la película ejerce sobre él.

Es decir, concluimos por descender al mismo nivel moral que los personajes, simplemente porque carecemos de un héroe preferido en el cual aferrarnos y depositar nuestras esperanzas; lo más cercano a un héroe es Blondie, aunque, aun así, contamos con un conjunto de personajes que fácilmente podrían identificarse con cualquiera de esas características negativas que forman parte de nosotros. En resumen, ellos sacan a relucir lo peor de nosotros para transformarlo en lo mejor que podemos observar en la pantalla.

El género en cuestión nos brinda la oportunidad de deshacernos de prejuicios y experimentar, durante un tiempo, las aventuras de los delincuentes más peligrosos del oeste. Mientras tanto, el western americano perpetúa estereotipos raciales y omite la verdadera ferocidad del antiguo oeste. En contraste, nos presenta una imagen falsa de perfección, donde el sheriff es siempre el arquetípico hombre blanco de buenos modales y los nativos americanos son retratados como asesinos despiadados que amenazan esta sociedad “perfecta” y “armónica”.

Regresando al filme, es necesario mencionar que la técnica cinematográfica empleada por Leone constituye un completo compendio sobre cómo cautivar y manipular las emociones del público. Mediante el contraste entre tomas ampliamente panorámicas y primeros planos extremadamente cercanos, se genera una sensación de proximidad hacia el individuo retratado en la pantalla. De este modo, el director juega con nuestra percepción, humanizando a los personajes delincuentes y generando un impacto dramático a través de cada toma cerrada que revela de manera explícita sus mínimas vivencias emocionales. Esto se ve claramente respaldado por actuaciones extraordinarias, donde Lee Van Cleef desempeña un papel antagónico tan convincente que nos hace olvidar su interpretación como uno de los “buenos” en la segunda entrega de la Trilogía del Dólar (Per Qualche Dollaro in Più); Clint Eastwood continúa encarnando al enigmático hombre sin nombre, siempre caracterizado por su seriedad, sensatez y mirada imponente; y Eli Wallach encarna a uno de los personajes más singulares del salvaje oeste creado por Leone.

La obra maestra de Sergio Leone nos presenta una amalgama de elementos que incluyen sátira, muertes exageradas, planos panorámicos impresionantes, una destacada banda sonora, duelos, diálogos ingeniosos impregnados de una notable dosis de ironía, y la presencia de un personaje bueno, uno malo y uno feo.

El ciclo de cine de Clint Eastwood organizado por el CineClub de la UASLP continua este 11 de julio con la proyección de Harry el Sucio de Don Siegel y el 18 de julio con Los Puentes de Madison, dirigida por el mismo Eastwood, en el auditorio Rafael Nieto a las 6:00 de la tarde. No te las puedes perder.

Y recuerda si algún día te encuentras en un duelo en pleno cementerio, merece la pena reseñarlo.

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