Fotografía y redacción por: Fabiola Villar Arriaga
Al comienzo de la pandemia del COVID-19 no podíamos imaginar el volver a viajar, y menos a una ciudad cosmopolita como Nueva York que cada año recibe millones de turistas, pero que tuvo que hacer una pausa al turismo para controlar la situación sanitaria. Hasta el mes de mayo se comenzó el plan de apertura al extranjero de manera paulatina y desde Galería 7C’s quisimos contarles nuestra experiencia.
Todo se vuelve en nueva experiencia desde cómo vas a desplazarte en el aeropuerto, hasta el pensar en las personas que transitan de distintas nacionalidades, pero conforme pasan las horas te das cuenta que te tienes que adaptar a esta nueva forma de viajar en dónde el gel antibacterial se convierte en tu acompañante. La verdad que no sabía lo que podría esperar hasta llegar a la Gran Manzana.
El primer día teníamos solo una misión: ponernos la vacuna. Aprovechando la reciente noticia de que el alcalde de la ciudad abría las puertas a los visitantes a vacunarse pensamos que podríamos lograrlo. Ese día, en la madrugada que llegamos, nos metimos a Internet y encontramos un sitio web donde realizamos una cita al ubicar una farmacia cerca del hotel que nos hospedamos. Tuvimos que poner nuestro nombre y escoger el horario disponible, que en este caso fue ese mismo día por la tarde. Dormimos pocas horas, y después de caminar por las calles cercanas llegó el momento de entrar a la farmacia; nos presentamos en el módulo, donde un enfermero de origen asiático muy amable nos hizo ciertas preguntas, a qué nombre estaba nuestra cita y que si estábamos de turismo en la ciudad.
Debo mencionar que el espacio estaba muy despejado, éramos los únicos a excepción de dos personas de nacionalidad ecuatoriana que también habían aprovechado la oportunidad de vacunarse. Después, el enfermero dijo que ya era el momento de pasar a ponerse la vacuna. Para que se nos quitaran los nervios nos contó chistes, la aplicó y solo me provocó un ligero dolor. Nunca pensé que iba a lograr vacunarme, y después de tanto imaginarlo había llegado el momento. Compramos una bebida de electrolitos para hidratarnos y pensé que, ya que se logró la misión, el resto del viaje tendría que salir igual de bien como la vacunación.
Es lA ciudad del sueño americano, sin embargo, apenas despierta después de haber estado calmada. Los espacios de servicios como de comida rápida que abundan en esta ciudad estaban habilitados únicamente para realizar pedido para llevar, así que no tenías la posibilidad de instalarte un tiempo para hacer una pausa por caminar sin parar. Algo que me llamó la atención es que había pizarrones afuera de estos lugares con frases motivadoras de bienvenida, dando a entender que recién abrían de nuevo.
Las atracciones turísticas tenían que ser reservadas previamente para no tener contacto con efectivo y evitar estar expuestos al virus. En una ciudad en dónde la tarjeta de crédito-débito es más visto que el dinero en sí, hasta para ingresar en ciertas estaciones de metro (uno de los lugares más concurridos) ahora se veía más despejado, tanto es así, que podías escoger tu asiento, algo que no sucede en un día normal en este tipo de ciudades. Algunas secciones de los museos se encontraban cerradas, pero podías visitarlo en su mayoría. Pese a que la ciudad estaba despejada de turistas, si encontrabas personas visitando las colecciones de los museos.
La barrera del idioma se dificulta aún más al utilizar el cubrebocas, porque no se puede leer los labios como estamos acostumbrados, eso afecta la comunicación. Al caminar por las calles, nos damos cuenta como la ciudad sigue siendo un referente en marketing y no se detuvo por la pandemia, por ejemplo, con la apertura de una exitosa tienda de donas o la tienda del mago más conocido en el mundo del cine. Una tienda departamental volvía a abrir con un festival de flores con adornos naturales, fue uno de los lugares más fotografiables, ya que, al utilizar un código QR, lograbas vivir una realidad aumentada como si estuvieran volando mariposas alrededor de uno.
Respecto a las atracciones turísticas era más sencillo tomar la tradicional fotografía sin tener personas alrededor, algo que no se podía concebir previo a la pandemia. Se vuelve una ciudad como la de las películas en la cual solo sobrevive el que se adapta como la película de “Soy Leyenda”.
Por último, los olores que tiene la ciudad, por ejemplo, los camiones comida de hot dog o bagels se veían distantes, al no poder tener el contacto directo por el cubrebocas. O visitar el museo del helado y no poder disfrutarlo dentro de las salas por motivos del COVID-19 hacía que la experiencia fuera nueva pero incompleta. Sin duda alguna, seguimos en proceso de adaptación a esta nueva normalidad, especialmente si queremos viajar.