El proceso electoral 2021: ¿Por qué nadie quiere combatir el daño ambiental?

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Por: Roy Zaldívar

El próximo 06 de junio, en México se llevarán a cabo las Elecciones Federales para renovar la Cámara de Diputados y diversos cargos en los 32 estados del país. Teniendo en cuenta la crisis ambiental global por la que estamos pasando, resulta congruente pensar que los candidatos y candidatas estarían brindando iniciativas en torno a políticas ambientales, sin embargo, no es así y nadie está hablando de ello.

Con el Proceso Electoral en México a menos de un mes, los candidatos a los 500 puestos de la Cámara de Diputados de todo el país, han realizado un exhaustivo esfuerzo por demostrar a los votantes porque son la mejor opción. Aunque las propuestas en materia de salud, economía y bienestar social abundan, las iniciativas en torno a la conservación del ambiente son casi nulas y resulta alarmante que la lucha contra el cambio climático no sean una prioridad para el Estado, considerando que es un peligro claro, presente y creciente para todos los habitantes del planeta

António Guterre, Secretario general de las Organización de las Naciones Unidas, afirma “la pasada década fue la más calurosa de la historia, los gases de efecto invernadero han alcanzado niveles no vistos en tres millones de años y la temperatura global ya ha aumentado en 1,2 grados centígrados”. Es responsabilidad de nuestro gobierno tomar acciones inmediatas para solucionar esta crisis , así como de nosotros de exigirlas.

La agenda ambiental pasa inadvertida para muchas personas, si bien existen en México diversos grupos y asociaciones que se encargan de hacer presentes estas demandas para la preservación del medio ambiente, los medios de comunicación se han encargado de no darles la suficiente cobertura, al grado de casi invisibilizar las acciones que están llevando a cabo. Aunado a esto, existe un evidente desconocimiento por parte de los candidatos y candidatas de cómo el origen de las distintas crisis sociales se relaciona con la crisis ambiental.

Omar Arellano Aguilar, Profesor Investigador de la Facultad de Ciencias de la UNAM del Departamento de Ecología y Recursos Naturales explica “es claro que no hay un entendimiento de que el bienestar social va de la mano con el bienestar ambiental. Vivimos en una sociedad que carece de agua potable, que carece de aire limpio y que carece de espacios verdes. Eso genera, obviamente, una pobreza en acceso a los recursos naturales y genera descontento social”. Este desconocimiento provoca que si bien se cubren las necesidades de la población, a través del desarrollo económico, este usualmente traen consigo repercusiones ecológicas, que despojan a las personas de los recursos naturales necesarios para vivir.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que México es un país en donde la mitad de la población se encuentra en situación de pobreza, la desigualdad social se ve reflejada hasta en la forma en que se concibe el mundo. Resulta ilógico que se pida a la población que “ahorren agua” cuando existen comunidades que cuentan con este servicio una vez al mes o que “no contaminen” cuando tienen a una fábrica vertiendo sus desechos en el río. Es contradictorio llamar a las comunidades a llevar a cabo acciones en contra del calentamiento global, cuando estas solo buscan sobrevivir a un contexto que les fue impuesto.

No obStante, no es imposible crear para los grupos más marginados una cultura del medio ambiente. Arellano Aguilar explica “Lo primero que tenemos que hacer es comprender cuales son los factores que originan estos problemas ambientales e identificar el punto en donde estamos, después entender cómo los modelos de negocios, insertados por los mercados internacionales, actúan de manera agresiva en contra la vida y ven a a estas comunidades como sitios de explotación. Asimilando estas lógicas, podemos entonces generar nuevas alternativas de vida”.

Muchas veces los esfuerzos para contrarrestar los efectos del cambio climático se reducen a las acciones individuales, sin embargo, comparadas con las formas de producción de las grandes empresas y los efectos que traen consigo, estos esfuerzos se vuelven insignificantes. Se ha mantenido una lógica de explotación de los recursos naturales por parte de la industria contaminante, buscando producir para la exportación y la necesidad de regular este comportamiento es un imperativo si se quiere conseguir un cambio real. Esto es obligación de los gobernantes, quienes muchas veces buscan transferir la responsabilidad a los civiles. 

Si bien la colectividad puede llegar a generar un cambio significativo, es indispensable que en estas elecciones, cuestionemos a quienes aspiran a representarnos sobre sus propuestas ambientales. No buscando que brinden soluciones sino que abran los espacios al diálogo y a la toma de decisiones para generar un cambio. Exigirles que cuenten con una agenda ambiental y llamarlos a rendir cuentas es nuestra obligación como ciudadanos, si realmente queremos frenar los efectos adversos del calentamiento global.

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