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Por Jaime González Rueda

Ilustración de Jaime G. Rueda

En 1839, y quizá uno o dos años antes, la historia humana cambia, no debido a una guerra, o un fenómeno social, sino a un pequeño aparato capaz de registrar imágenes, el antecedente de la cámara fotográfica: el daguerrotipo. Este curioso artefacto, nacido en Francia, podía plasmar las imágenes sobre una superficie de plata, mediante la exposición a la luz y ciertas partículas de mercurio que formaban una imagen. El daguerrotipo y la posterior fotografía liberaba a la pintura de su objetivo: el retratar la realidad tal cual es, y permitía soñar con nuevas representaciones gráficas.

Registrar imágenes ha sido, desde épocas primitivas, una necesidad humana. Hace poco se descubrió una pintura en la isla de Célebes Meridional, Indonesia, de ¡51 mil 200 años de antigüedad!, lo que demuestra que en aquellos albores de la humanidad ya se contaba con la capacidad de abstracción. ¿Qué hay en esa pintura? Una escena común de la época: tres humanos y un cerdo. Ósea, la necesidad de registrar la realidad.

Muchos siglos y cientos de fenómenos pasaron: la edad media con su arte bidimensional, el renacimiento con la perspectiva cónica, o el realismo con la representación de escenas crudas de existencias mundanas. El objetivo era claro, retratar batallas, reyes, personajes ilustres, fenómenos sociales o creencias religiosas, el registro era imperante para no olvidar, para preservar la memoria colectiva, pero… ¿de todos?

La pintura como medio artístico estaba al servicio de nobles, de las elites sociales, así con el surgimiento de la fotografía (aunque no de forma inmediata), se socializa esta actividad, ya no es necesario portar una corona en la cabeza para hacerse un retrato, incluso con el acelerado desarrollo tecnológico esto parece haberse convertido en una plaga, más con el surgimiento de las redes sociales.

En esta edición titulada “De la Pintura a la Fotografía: La humanidad en imágenes”, hacemos un pequeño homenaje y un análisis de las representaciones gráficas de la humanidad, como una necesidad, pero también como una forma de expresión.

Como siempre, querido lector, le deseamos felices lecturas.

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