La vida de un residente médico: Una entrevista con Isabela Mejía

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Ser un residente médico implica muchas cosas: el cuidado de los pacientes, el aprendizaje adquirido cada día y la formación de aquellos que salvarán vidas en un futuro. Pero hay mucho más detrás de tan noble profesión, y no todo es tan bueno como parece. Isabela Mejía decidió contar un poco sobre lo bueno y lo malo de ser un residente y sobre cómo este trabajo ha afectado su día a día.

Por: Susana Vanessa Fonseca Calvillo

Isabela Mejía tiene 29 años y es residente de ginecología y obstetricia en el Hospital del Niño y la Mujer en San Luis Potosí, está en su primer año después de haber realizado su servicio social en Villa de Arista, donde vivió de primera mano las dificultades de ser médico.

Ella porta su uniforme y bata blanca, y aunque tiene una mirada cansada y ojeras prominentes, cuenta su historia con la más brillante de las sonrisas.

Isabela nació y creció en San Luis Potosí con sus padres y sus dos hermanas, a quienes ella se refiere como “los amores de su vida”. Lleva una relación estable de 7 años con su novio Jorge, quien también es residente de cirugía en el Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto” y con una sonrisa, ella dice que ya está pensando en cómo será su boda e incluso sabe que quiere que su vals sea con la canción “Por debajo de la mesa” de Luis Miguel.
Isabela es una persona soñadora y apasionada, y estas mismas actitudes las ha aplicado en su trabajo como residente.

“Me gusta mucho la fisiología del aparato reproductor femenino y los mecanismos del trabajo de parto. Durante mi servicio social conecté mucho con las pacientes que requerían de atención gineco-obstétrica, y viví situaciones con ellas que me hicieron darme cuenta de lo importante que es tener médicos que puedan empoderarlas acerca de su salud reproductiva y eliminar los tabúes sexuales. Eso es lo que quiero ser, quiero ser el tipo de médico que deje una huella en sus pacientes”.

Pero no todo puede ser miel sobre hojuelas, hay un lado oscuro detrás del puesto de residente médico del que poco se habla pero ocurre demasiado. Humillaciones, guardias de castigo, privación de alimentos e incluso abuso físico, son solo algunas de las cosas que un residente vive día a día. Isabela ha tenido que soportar estos tratos, y aunque tiene un profundo amor por su trabajo y es su sueño desenvolverse como ginecóloga, no tiene miedo de hablar acerca de esta preocupante situación.

“Abusan de nosotros y si nos quejamos o intentamos alzar la voz, nos salen con comentarios del tipo ‘los residentes ya no aguantan’, o ‘ya no los hacen como antes’. Que me parece absurdo porque se supone que los tiempos van cambiando y que esos tratos los deberíamos dejar atrás, solo porque así se ha hecho durante años no significa que así tenga que ser por siempre”.

Al decir esto, Isabela se nota preocupada y quizá un poco incómoda, es obvio que es un tema que no la ha dejado en paz y le afecta en su vida diaria.

Tuvo una situación en particular que la marcó y la hizo reflexionar sobre la situación.

“A las pacientes se les deben tomar ciertos datos cuando entran y salen de parto, en esa ocasión a la paciente se le debía de medir el útero. Yo tenía que hacer la nota de la paciente y ponerla en el expediente y tenía que poner la exploración física, pero se me estaba haciendo tarde para entregar ese expediente y sabía que me iban a regañar si no lo entregaba a tiempo, entonces no alcancé a revisarla y mejor copié el dato que tomaron cuando la revisaron en urgencias. Cuando revisaron el expediente me preguntaron si lo había revisado y tuve que decir la verdad. La doctora me expuso en frente de todos. Me acuerdo que le pegó a la mesa y me gritó y humilló frente a los pacientes, mis compañeros y maestros. Y eso dio pie a que otros maestros me trataran igual”.

Todos los días acude al hospital con muchos nervios y ansiedad, siempre tiene miedo de que la ofendan o le llamen la atención con humillaciones. Su vida personal también se ha visto afectada, ya que ha tenido que dejarla de lado porque la residencia absorbe todo su tiempo y energía. El principal aspecto que se ha visto afectado es su salud mental. Isabela tiene ansiedad diagnosticada desde hace ya varios años, y toma antidepresivos para poder controlarla pero debido a varias situaciones situaciones ella ha tenido que aumentar su dosis y no ha podido asistir a sus terapias psicológicas.

Al preguntarle si los residentes reciben algún apoyo o protección, ella sonríe tristemente.

“El departamento de enseñanza del hospital apoya muy poco a los residentes y no tiene mucha injerencia en las decisiones de los médicos de base. Es como si estuviéramos solos”.

A pesar de todo, Isabela es imparable y será una doctora sin miedo a la adversidad y con infinitas ganas de ayudar a quien sea que la necesite.

“No me voy a rendir. Me costó mucho estar donde estoy hoy, ¿sabes? Desde mis años en la carrera hasta mi servicio social, todo lo que he batallado me ha llevado aquí. No voy a dejar que nadie me apague, mis pacientes me necesitan y siempre estaré ahí para ellas. Yo ya dije, voy a ser ginecóloga sí o sí”.

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